Todas las generaciones tienen su historia de amor. Su Love Story, su Romeo y Julieta o su Titanic. Sin embargo pocas historias de amor aciertan al reflejar también los problemas de esa generación. Sí, son universales y apelan a ese romanticismo que ha impregnado la literatura desde tiempos de Jane Austen y con el que todo el mundo cae fulminado. El amor también está en constante revisión, y lo que valía hace 20 años ya no. ¿Qué pasaría si hoy se estrenara Pretty Woman?, ¿pasaríamos por alto su visión del amor tóxico o su blanqueo de la prostitución?
El amor, como nuestra propia sociedad ha evolucionado, y está lleno de capas, contradicciones, relaciones de poder y vicios patriarcales. Por eso Normal People, la novela de Sally Rooney, fue descrita como una historia de amor para la generación millenial, y por eso su adaptación en forma de serie consigue lo miso: convertirse en la mejor historia de amor que hemos visto en televisión en mucho, mucho tiempo. A priori la historia la conocemos. Chico y chica de distinta clase social se enamoran y se enfrentan a múltiples problemas. Pero nunca nos lo habían contado como ahora, con tanta complejidad, sensibilidad y belleza. Normal People te agarra por dentro en cada capítulo y no te suelta, pero es que además está llena de capas para hablar y discutir.
La serie, que se estrena este jueves en Starzplay en un movimiento de la plataforma que ha dejado sin esta joya a Netflix y HBO, ha sido adaptada por la propia autora y dirigida (la mitad de episodios cada uno), por Lenny Abrahamson y Hettie Macdonald. Su historia se remonta al comienzo de la crisis económica, cuando los dos protagonistas, Connell y Marianne, se conocen en la escuela de un pequeño pueblo de Irlanda. Ella es una niña rica pero completamente solitaria. Él, el chico popular sin quererlo y el hijo de la chica que limpia en casa de Marianne. Sus encuentros por la tarde en casa de ella darán lugar a su historia de amor. Suena a tópico, pero créanme, no lo es. Es una historia cocida a fuego lento, donde las dinámicas de poder entre ellos -él con poder en el colegio, ella económico- juegan un papel en cómo se relacionan. Ese es el acierto de Normal People, no dar la espalda a que las estructuras políticas y sociales marcan nuestras propias relaciones personales.
También en su propia forma de hablar. Marianne es culta, se expresa con riqueza, mientras que Connell no es capaz de expresar sus propios sentimientos. Esta historia de amor está trufada de miles de elementos que la enriquecen. ¿Cuántas veces se ha tratado la ansiedad y los problemas mentales en un personaje que suele presentarse como un macho alfa? Connell representa una nueva masculinidad. Critica a sus amigos cuando hacen comentarios ofensivos de las chicas, pero tampoco es capaz de escapar de los roles patriarcales cuando comienza una relación con una chica.
La historia de amor seguirá a ambos durante años, cuando además los dos vayan a la universidad. Encuentros y desencuentros que siempre están marcados por los agentes externos. Él tiene que trabajar para pagar la universidad, ella vive en un pisazo pagado por sus padres. Sólo cuando él consiga una beca se dará cuenta en una frase tremenda de cómo cualquier relación está marcada por lo económico: “Es el dinero la sustancia que vuelve al mundo real”. En la universidad veremos también cómo en los ambientes ‘progres’ y modernos se repiten los mismos vicios machistas de la sociedad patriarcal, y cómo Connell no se siente a gusto en un ambiente donde todo el mundo sabe que no encaja.
Y hay mucho más. Los jóvenes abandonados en los pueblos que no tienen otra oportunidad que trabajar en un trabajo de mierda y saben que ese es el futuro que le esperan. La falta de oportunidades. La serie rebaja muchas de las referencias políticas de la novela, pero se mantienen debajo para dar una base y un contexto que marca de forma profunda la relación de ambos, también su relación sexual. Ojalá todas las series trataran el sexo como lo hace Normal People, como reflejo de la propia relación de los dos personajes y de su choque, con el consentimiento siempre encima de la mesa.
No se puede hablar de esta serie -de la que todo el mundo va a hablar este verano- sin mencionar a su dúo de protagonistas, cuya química es fundamental y traspasa la pantalla en cada plano. Daisy Edgar-Jones es puro encanto, pero lo de Paul Mescal es otro mundo. Menudo descubrimiento, una de esas interpretaciones que hacen de la contención su mejor arma y que transmiten tanto con tan poco. Cada frase cortada, cada suspiro, son un mundo para Connell, y este portento lo plasma de forma perfecta. Pero más allá de todo eso Normal People es una serie hermosísima, de las que emocionan, una de las mejores series del año y una historia de amor tan bella y compleja que no queda más que rendirse a ella.