No se me ocurría una realidad alternativa. Era imposible, o al menos en mi cabeza no había posibilidad de que ocurriera otra cosa. Había dos series tan por encima de las demás que no premiarlas hubiera sido un insulto a todos. A los espectadores, principalmente. Pero bueno, también es cierto que conocemos a los Premios Emmy, unos premios que nunca se acordaron de The Wire o de The leftovers, así que nunca te puedes fiar. Yo tenía claro que si Succession y Watchmen no ganaban me presentaba en la sede de la Academia de la Televisión con gasolina y cerillas y la prendía fuego, porque el desprestigio hubiera sido tremendo.
Succession ya se merecía haber ganado el año pasado, con su primera temporada y frente a ese final de Juego de Tronos tan irregular. Pero hay que entender que los fenómenos son así, y que la superproducción más importante de la historia de la televisión no se podía ir sin su Emmy al Mejor drama. Pero ahora hablanos de su segunda temporada, y eso son palabras mayores. Lo que ha hecho Jesse Armstrong (que se llevó el premio al Mejor guion) es para ponerse de rodillas y hacer alabanzas. Menudo retrato cruel del capitalismo feroz en EEUU. Pero ojo, que ahí estaba Ozark, esa cosita teñida de azul que tanto les gusta y que aquí no entendemos por qué. Fíjense si es buena Successsion, que la tercera temporada de The Crown, otra joya que se merecía todo, se fue de vacío.
Dentro del triunfo de Succession hay cosas que no comparto. Jeremy Strong no está mejor que Brian Cox, pero que le ganara como Mejor actor de drama parece parte de la propia trama de la serie. El hijo matando al padre y llevándose la gloria. Madre mía cómo son los Roy. Ahora, que Billy Cudrup ganara a cualquiera de los secundarios de la serie de HBO es un chiste. Es un premio de compensación para The Morning Show y para Apple en su salto a la producción, pero puestos a darle uno, mejor que hubiera sido a Jennifer Aniston, verdadero espíritu de la serie y que perdió con Zendaya. Un premio que sí, pero no. No es la mejor pero qué les gusta a los Emmy empujar la carrera de una ex estrella Disney que da un giro radical.
Con Wacthmen tres cuartas partes de lo mismo. No hay una apuesta más original, atrevida, diferente y arriesgada este año. Y encima habla del racismo sistémico de EEUU. Todas las papeletas para llevarse el premio gordo. Lo que ha hecho Lindelof es tan difícil. Una secuela apócrifa de un cómic mítico y no sólo estar a la altura, sino volar hacia sitios nuevos. Una joya que se llevó también premios a su reparto. Yo a Regina King este año no se lo hubiera dado. No porque no se lo merezca. Sino porque igual que han reconocido a Zendaya era el año de hacerlo con Shira Hass, la protagonista de Unorthodox, fenómeno sorpresa del año y la mirada más expresiva y potente que hemos visto durante meses.
Tampoco es que esté contento con todo. Porque el triunfo de Mark Ruffalo se lo podían haber ahorrado. Sí, está tremendo, pero es que la serie es tan excesiva, hay tal nivel de desgracias y dramatismo que parece que le han compensado por pasarlo mal. Si encima pensamos que se lo ha robado a Hugh Jackman por La estafa y, sobre todo, a Paul Mescal por la composición más emocionante y delicada del año en Normal People, ya sí que me cabrea un poco más. La serie de Hulu, una de las mejores del año, se fue de vacío. Injusto. Pero no iban a clavar todos los premios.
En comedia se cumplió el guion, pero se cumplió en exceso. Nueve premios a Schitt’s creek son excesivos. Una serie de la que no se habían acordado en su vida y que, de repente, en su última temporada parece que la haya escrito Billy Wilder y se ha convertido en una obra maestra. En España ni la conocemos, ha pasado desapercibida. Se ha llevad por delante a Larry David, a la Señora Maisel y en categorías de interpretación a Ramy o Mahershala Ali. Y encima haciendo historia, aunque me da que será una historia efímera. No tiene pinta que dentro de cinco años nadie se acuerde de la serie. Sí que lo harán de Succession -si es que vuelve en algún momento por culpa del dichoso coronavirus- y de Succession. Si no las han visto, están a tiempo.