Aviso: En este artículo se comentará con spoilers el final de la segunda temporada de The Mandalorian. Si no habéis visto el episodio, dejad de leer, por favor. Si ya lo has visto o no puedes soportar la espera y quieres enterarte ya de lo que ha pasado, que la fuerza te acompañe. Lo vas a necesitar.
The Mandalorian, la serie estrella de Disney+, ha cerrado su segunda temporada con un épico y emocionante episodio a las altísimas expectativas de los exigentes seguidores de Star Wars, una marca que había quedado maltrecha después de la decepción del Episodio IX: El ascenso de Skywalker y que ahora ha vuelto de llenarse de vida y posibilidades gracias a la magistral dirección creativa de Jon Favreau y Dave Filoni.
Había una misión en marcha para rescatar a Grogu. Un jedi tenía que aparecer. Había llegado el momento de que el Mandaloriano se viera cara a cara con Moff Gideon. Eso era, a grandes rasgos, lo que sabíamos de cara al final de temporada. Peyton Reed, que se había estrenado en el universo de Star Wars con el episodio La pasajera, ha sido el encargado de filmar un guion de Favreau lleno de sorpresas, épicas escenas de acción, momentos lacrimógenos (sí, hemos llorado viendo The Mandalorian), reapariciones que coparán las redes sociales durante las próximas horas e incluso una inesperada escena postcréditos.
Había mucha tela que cortar. O en realidad no. El milagro que ha conseguido una serie tan aparentemente sencilla es que con solo 16 episodios de (más o menos) media hora nos hayamos enamorado de sus personajes, especialmente de ese héroe a su pesar llamado Din Djarin y de la criatura más adorable del planeta, Grogu. Cuando el Mando dice que recuperar al niño “es su única prioridad”, sabemos que va en serio.
The Mandalorian nos ha acostumbrado a pequeñas aventurillas episódicas que nos recuerdan, en el mejor de los sentidos, a los seriales de aventuras y fantasía con los que crecimos. En este final todas esas tramas confluyen creando un implacable escuadrón de rescate formado por el Mandaloriano, Boba Fett, Cara Dune, Fennec Shand y…. ¡sorpresa!, Bo-Katan. Lo sentimos por todos aquellos que lamentaron la feminización del universo Star Wars de la última trilogía y la precuela Rogue One: las mujeres seguirán partiendo la pana en la galaxia.
La misión está clara: infiltrarse en la nave de Moff Gideon, despistarle con una trampa y recuperar a Grogu para poder entregárselo a un Jedi (del que seguimos desconociendo su identidad) y que aquel pueda cumplir su destino. No será tan fácil. Favreau nos tenía preparados una fascinante y malrollera sorpresa: los soldados oscuros. Además de dejarnos claro que el Mandaloriano no tiene nada que hacer contra ellos, Peyton Reed consigue meternos el miedo en el cuerpo con la presentación, implacable pero paciente, de la nueva amenaza. La épica banda sonora de Ludwig Göransson (último ganador del Emmy a la mejor banda sonora con sus extraordinarias composiciones musicales para la serie) juega otra vez con nuestras emociones con una tétrica y magnética melodía.
Solo la fuerza podría acabar con los temibles soldados oscuros. No es una forma de hablar: la fuerza es la única salvación posible para Mando y Grogu. Para ser más concretos, la fuerza de… ¡Luke Skywalker! El héroe de la trilogía original de George Lucas reaparece cuando ya nadie lo esperaba: los seguidores lo habían apostado todo a que el jedi que tanto se mencionaba era Ezra, un padawan y líder revolucionario durante la rebelión inicial contra el Imperio que robó el corazón del fandom con Star Wars: Rebels. Solo hay una cosa más épica que volver a ver (de forma enigmática, Reed quiere alargar todo lo posible la revelación de la identidad del jedi) al joven Luke en acción: escuchar de nuevo el legendario leitmotiv musical de John Williams. La audiencia se descubre de repente viendo The Mandalorian de la misma forma que Grogu mira a las cámaras de seguridad que siguen la hazaña del misterioso jedi.
The Mandalorian sabe exactamente lo que quiere hacer con nosotros y estamos rendidos ante él. Sabíamos que llegaría el momento en que Grogu y Din separarían sus caminos pero no estábamos preparados emocionalmente. Tampoco para la épica escena en la que Pedro Pascal se quita voluntariamente el casco para despedirse del niño en condiciones. No esperábamos terminar el año llorando con Star Wars y, sin embargo, aquí estamos. La serie de Disney + ha sabido convertirse en el blockbuster del año en un 2020 que ha visto cómo la crisis del coronavirus se ha quitado de un plumazo casi todas las superproducciones cinematográficas. Lo sentimos por el esperado regreso de Wonder Woman: este fin de semana solo podremos hablar de Grogu, Din y de lo que mucho que necesitamos que se reencuentren pronto.
Los 39 minutos de episodio (sin contar la escena postcréditos) han estado plagados de momentazos por los que ni siquiera hemos pasado todavía. Hemos visto en directo las verdaderas posibilidades del beskar, la única arma capaz de hacer frente a Moff Gideon. Giancarlo Esposito se lo ha pasado en grande con un villano más juguetón de lo que parecía en sus primeras apariciones y con el que se despega, por fin, de sus hieráticas intervenciones en Better Call Saul y The Boys. Ha aparecido R2-D2 junto al maestro Luke. Nos han aclarado algo que los fans ya sospechaban: lo que querían de Grogu era su sangre. Pero sobre todo, nos han adelantado nuevos detalles de la mitología de los mandalorianos (esa espada oscura, la línea de sucesión a la que aspira Bo-Katan, el atisbo de pelea entre ella y Mandalorian que se nos ha privado… por ahora), clara aspirante a ser el centro de la trama de las futuras temporadas de The Mandalorian ahora que hemos cerrado, al menos por el momento, la trama de Grogu que ha ocupado el corazón de la serie durante sus dos primeras temporadas.
No sabemos cuándo volverá la serie a Disney +. Lo que está claro es que necesitamos escuchar cuanto antes la característica melodía que Göransson nos adelanta la primera aparición de Din Djarin en cada episodio. Solo así sabremos que ha vuelto nuestra última obsesión seriéfila. Que sea pronto, por favor.