No tiene el impacto cultural de Pixar ni el legado artístico de Studio Ghibli. Sin embargo, cuatro películas y veinte años han sido suficientes para que el pequeño estudio irlandés Cartoon Saloon se haya convertido en una factoría de clásicos instantáneos de la animación. Con sus anteriores producciones -El secreto del libro de Kells, La canción del mar, El pan de la guerra- consiguieron la candidatura al Oscar y el respeto de la industria. Ahora ha llegado el momento de que se rinda ante ellos el resto del planeta gracias a su nuevo trabajo: Wolfwalkers.
La cuarta aventura de la productora irlandesa supone un paso adelante en su expansión global: es el primero de sus proyectos que está desarrollada directamente para las plataformas (el segundo, My Father’s Dragon, llegará a Netflix en 2021). Apple TV+, que todavía está dando sus primeros pasos en el mundo del streaming, tiene entre manos el mejor título de su, por ahora, pequeño catálogo. El apoyo de la crítica especializada refuerza esta teoría: la historia de aventuras y fantasía dirigida por Tomm Moore y Ross Stewart ha sido nombrada como la mejor película de animación del año para los críticos de Los Ángeles y Nueva York, las asociaciones de periodistas más influyentes del mundo.
Al igual que las primeras incursiones de la compañía en el terreno de los largometrajes, Wolfwalkers está ambientada en Irlanda, concretamente en el Kilkenny de 1650. En una época donde la superstición y la magia campanas a sus anchas, nuestra heroína protagonista es Robyn, una niña aprendiz de cazadora que viaja con su padre hasta Irlanda para ayudar a acabar con la última manada de lobos. Todo cambia cuando se hace amiga de Mebh, una niña de una misteriosa tribu que, según dice la leyenda, tiene la capacidad de transformarse en lobos por la noche. Si la localización irlandesa y el amor por el folclore no eran suficientes pistas para saber que estábamos ante un título de Cartoon Saloon, el inconfundible estilo de la animación de la propuesta hace desaparecer cualquier duda que pudiera quedar.
Wolfwalkers convierte cada una de sus imágenes en un cuadro lleno de vida gracias a una animación tradicional que mezcla diferentes estilos y puntos de vista para retratar las diferentes dimensiones de la historia. La implementación casi exclusiva del CGI en el cine de animación ha provocado cierta uniformidad en la mayoría de propuestas. La película huye de cualquier convencionalismo estético. Moore y Stewart incluso recurren a la pantalla partida para mostrar los diferentes puntos de vista en algunos de los momentos claves del relato, simulando el estilo visual de los cómics. Igualmente audaz es la animación de los personajes, utilizando diferentes formas para crear al mismo personaje (Mebh, la niña de la tribu, es el mejor ejemplo). Todos los protagonistas principales están dibujados con diferentes estilos (el diseño del villano es cuadrado, las heroínas usan formas redondas y ovaladas), creando así una experiencia visual impredecible.
A nivel narrativo, Wolfwalkers funciona a varios niveles. Siguiendo el esquema de clásicos del género como la saga Frozen (de la que toma prestado a Autora, la intérprete de la canción Into the Unknown, y que aquí interpreta una nueva versión de Running with the Wolves), somos testigos de la historia de conexión, confrontación y reencuentro de dos niñas diferentes cuyas experiencias son más cercanas de lo que podrían parecer a simple vista. También es una hermosa reivindicación de la importancia de proteger la naturaleza, tanto en su dimensión animal como medioambiental. Y, siendo una película irlandesa como es, también es una mirada sutil sobre la históricamente compleja relación entre su país e Inglaterra. Aunque en la mayoría del metraje se refieren al villano con el irónico nombre de señor Protector (Lord Protector en inglés), su nombre real es Oliver Cromwell, un líder político y militar inglés que convirtió a su país en una república denominada Mancomunidad de Inglaterra, la Commonwealth. Estos son los datos, las conclusiones son del público.
El guion de Will Collins no deja puntada sin hilo. Tampoco la bellísima música de Bruno Coulais y Kíla o las interpretaciones vocales de su reparto, que en su versión original cuenta con Sean Bean (el Ned Stark de Juego de Tronos), inspiradísima elección para dotar de personalidad al padre de la protagonista. Cada detalle está cuidado al extremo en esta obra de arte.
Cartoon Saloon aspira a quitarle arrebatarle la estatuilla dorada a Soul, favorita por defecto tras veinte años de dominio absoluto de Pixar en los premios de la Academia de Hollywood. De todos los clásicos surgidos en la compañía creada por John Lasseter, solo Monstruos S. A. perdió el premio contra Shrek. Desde entonces diez películas de la compañía se han hecho con el Oscar. Quizás ha llegado el momento de dejar paso a nuevas generaciones de animadores. Difícilmente encontrarán los votantes una candidata más cuidada, auténtica y majestuosa que Wolfwalkers.