La serie protagonizada por Nicole Kidman y Hugh Grant no tuvo lo que hace falta para entrar en las listas de lo mejor del año, pero fue un éxito de audiencia en HBO. Su final fue el episodio más visto en el canal y la plataforma en todo 2020, y el número de espectadores que estuvo elucubrando teorías sobre quién era el asesino o asesina de la historia fue creciendo semana a semana. Si no has visto The Undoing, no te preocupes, no voy a revelar su identidad en este texto porque lo que me interesa comentar es otra cosa.
Se ha escrito mucho sobre esta serie que se benefició de la emisión semanal y fue una de las más comentadas en redes sociales. Se habló de la peluca de Kidman, del piso del personaje interpretado por Donald Sutherland, de la actuación de Grant, la revelación que resultó ser la abogada interpretada por Noma Dumezweni, la química entre Grace y el detective Mendoza, y hasta de los objetos más extraños que se pueden meter en un lavavajillas. Después del último episodio, la conversación se centró en si el/la culpable era el/la que esperábamos o si la persecución en helicóptero fue un exceso. Nos distrajimos con un montón de tonterías porque, a pesar del lujo que se veía en pantalla, The Undoing tiene componentes que la acercan más a las películas de sobremesa de los años 90 que a la televisión (autodenominada) de prestigio.
No hay nada malo en las series que buscan entretenernos, al final, son las que más se agradecen, pero de vez en cuando no viene mal detenernos a pensar con qué dejamos que nos entretengan. Qué poca atención le prestamos a Elena Alves, la víctima que pone en marcha la historia. Su personaje es una joven latina que es sexualizada desde la primera escena, en la que le da de mamar a su bebé. La vemos desnuda en el vestuario de un gimnasio y durante el juicio y los flashbacks muestran su rostro desfigurado por los golpes en múltiples ocasiones y durante varios segundos en pantalla cada vez.
Sabemos poco de ella, era artista plástica, casada, con dos hijos; la redujeron a la imagen de bomba sexual latina, amenaza para las mujeres de clase alta que la rodean y tentación para sus maridos. Fue un fetiche erótico durante toda la serie, lo que nos hace dudar si es posible que el punto de vista de la serie sea que "la víctima se lo buscó", pero The Undoing nos tenía algo más reservado para su final. Después de resolver el misterio, decidieron que era buena idea mostrarnos en detalle los múltiples golpes que Elena recibió hasta quedar convertida en una masa informe de sangre y masa cerebral.
Que HBO me hiciera ver, en 2020, una violencia gráfica tan gratuita me pareció desagradable e innecesario en su momento, pero fue viendo la serie danesa The Investigation cuando fui más consciente de la falta de sensibilidad que demostraron. En esta serie (que podéis ver en Movistar+) también hay una mujer asesinada de forma muy violenta y durante sus episodios un equipo de detectives intenta descubrir qué pasó la noche de su muerte. Y, aunque cada detalle que descubren es más escabroso que el anterior, en ningún momento llegamos a ver una gota de sangre o una fotografía del cadáver en una pizarra. Del asesino no vemos nunca su rostro, no escuchamos su voz, y ni siquiera conocemos su nombre; se refieren a él como el acusado. A diferencia de The Undoing, esta es una serie policial, un género cuyas convenciones permiten que sean gráficos en algunos momentos, pero eligieron no hacerlo, porque es posible hacer las cosas de otra forma.