El 25 de mayo de 2020, con el mundo sumido en una pandemia, la policía de Mineápolis asesinaba a George Floyd. Por primera vez en meses dejábamos de pensar en el coronavirus para preocuparnos por otro de los problemas sistémicos de esta sociedad: el racismo. La brutalidad policial volvía a asomar y dejaba claro que queda mucho por hacer. La gente salió a la calle para denunciar la impunidad con la que se seguía matando a los negros por todo el mundo. Hace siglos que acabó la esclavitud, pero como contaba Ava DuVernay en el estremecedor documental la Enmienda XIII, todas sus secuelas siguen presentes y sin que nadie actúe.
La ficción venía tiempo denunciando lo que estaba pasando. La de Floyd no fue la primera muerte racista a manos de la policía ni será la última. Mientras no se actúe de forma radical contra la xenofobia, la diferencia de clases y los discursos de odio no habrá nada que hacer. En esa lucha entra la de las series, que llevan años recogiendo el testigo de Hollywood y contando la opresión del colectivo negro. Casi siempre desde la excusa de algún hecho histórico, pero siempre subrayando las conexiones con el presente.
La última con unirse con éxito es Small Axe, la serie antológica que ha creado Steve McQueen para BBC y que aquí emite Movistar+, que este jueves lanzará su segunda historia. Lo interesante, además de la mirada rigurosa del director, es que es de las pocas veces que se pone la mirada en otro sitio en vez de EEUU. Está claro que allí hay un racismo incrustado en las bases de su sistema, pero… ¿y fuera?, ¿es que aquí o en cualquier país europeo no estamos viviendo un auge de la extrema derecha que azuza con el odio al diferente? Small Axe señala a Reino Unido, y cuenta cómo no hace tanto, en los años 70, los negros en Londres, una ciudad moderna y cosmopolita, estaban señalados y eran acosados.
Small Axe es la primera que se estrena después de la muerte de George Floyd y tras todo el movimiento Black Lives Matter, pero muchas en los últimos años habían mostrado la necesidad de afrontar este asunto. No siempre desde el suceso histórico, como lo ha hecho Steve McQueen, o hizo en 2019 Ava DuVernay en su miniserie Así nos ven de Netflix. La directora elegía el caso real de los cinco de Central Park. Cinco jóvenes negros que pasaron la mitad de su vida entre rejas por un crimen que no habían cometido. Un acontecimiento que, además, tenía como secundario al propio Donald Trump, que en aquella época era sólo un magnate, pero que pagó anuncios en la prensa pidiendo la pena de muerte para ellos.
Quien se ha alejado de esa narrativa es Watchmen, la maravillosa miniserie de Damon Lindelof de HBO que cogía la novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons y realizaba una secuela apócrifa en la que lo que realmente importaba es la radiografía brutal y sin contemplaciones de un país construido sobre al racismo, que prefiere mirar hacia otro lado en vez de enfrentarse a su país y que lo que termina provocando es que las autoridades se tomen la justicia por su cuenta. Es curioso que mientras que la novela original hablara del miedo a la guerra fría, en 2020 por fin la ficción mire al problema dentro de las fronteras y no busque enemigos fuera.
El cambio y la revolución llega también desde la comedia, con una serie tan inteligente como provocadora llamada Insecure -disponible en HBO-. Y ese cambio también viene provocado porque son ellos y ellas las que cuentan sus propias historias. En este caso es Issa Rae, mujer y negra, la que cuenta a todo lo que se enfrenta precisamente por ser ambas cosas. Feminismo y racismo, pero sin cargar las tintas, sin didactismos. Hasta con auto crítica y preguntándose si ella misma ve a veces racismo en situaciones cotidianas. Un retrato poliédrico que escapa de los estereotipos que abundan en las ficciones sobre mujeres negras, algo que también consigue Michaela Coel en Podría destruirte -también en HBO-, que aunque centre su discurso en el abuso sexual y el consentimiento también rompe con la figura de la joven negra.
No son las únicas, y en Netflix también hemos visto retratos que a través de la sátira censuran el racismo presente en todas las instituciones americanas… también en la universidad, como muestra Dear White People, donde los protagonistas, unos jóvenes negros en una prestigiosa escuela, son una minoría. Clase y raza atravesados por los gags.
También el terror y la fantasía han apostado por ser caballo de Troya para hablar del racismo. Lo hizo Lovecraft Country, una de las series más inclasificables del año pasado que bebía del universo y el imaginario del escritor de terror para dejar claro que hay algo que da más miedo que las criaturas que pueblan sus páginas: el supremacismo blanco. Lo mejor está por llegar. Estas historias tienen que ser contadas, y las plataformas lo saben.
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