Motivados por el estreno de Parot en Amazon Prime Video, compañeros de otros medios y también analistas expertos en televisión nacional, como Conchi Cascajosa, han estado llamando la atención sobre una preocupante tendencia en la ficción española actual: usar la violencia sexual contra la mujer como recurso narrativo. Sobre este asunto, la guionista Paula Jiménez escribió un artículo titulado ¿Cuántas violaciones a mujeres se necesitan para contar una historia?, que resume con precisión los puntos claves de una problemática innegable, de la que en este año ya hemos visto cuatro exponentes: Sky Rojo, El inocente, Alba y Parot.
Hay una reflexión muy interesante en el texto de Jiménez. La guionista resalta que se defiende "estas ficciones violentas como una forma de visibilización, denuncia y toma de conciencia para las mujeres y el conjunto de la sociedad". Y no puedo evitar preguntarme ¿ver a las mujeres sexualizadas, sometidas y humilladas en pantalla responde realmente a una intención de crear consciencia social? Porque parece que simple y llanamente es la única fórmula que conocen para crear el malentendido "personaje femenino fuerte".
Si somos justos, Alba, la serie de Atresplayer basada en la turca Fatmagül, es un número en la estadística, porque sin la violación de la protagonista no habría historia, y esa es la historia que quieren contar. Lo de El inocente y Sky Rojo es indefendible digan lo que digan (ya veremos cómo intentan justificarlo en la promoción de la temporada 2 de la serie "de los creadores de La casa de papel"). Pero cuando durante la promoción de Parot se dice "en nuestro caso (la violación) es el punto de partida de la serie y hay que contarlo (mostrarlo)", admite y exige una reflexión.
Por pereza, incapacidad para reconocer el problema, porque en las salas de guionistas la presencia femenina es anecdótica o por todo lo anterior, al final, siempre usan el mismo recurso. Compremos que no podían contar su historia de otra forma ¿realmente hace falta mostrar la escena de la violación en Parot? La respuesta es no. Todo lo que ocurre antes y después construye el relato, el espectador está capacitado para llenar esa dolorosa laguna.
Y algo más, esas escenas están escritas y dirigidas por varones. En los créditos de guion de algunas de las series también figura una mujer, nunca en solitario y siempre en minoría, pero la mirada que filtra lo que vemos en pantalla es masculina. La representación gráfica de cómo se hacen la mayoría de las series en España es la escena de El cuento de la criada en la que cuatro señores en una limusina decidieron lo de las ceremonias y cómo justificarlo.
Digamos que realmente consideras que esa es la mejor forma de contar tu historia, haz el esfuerzo de hacerlo con otro punto de vista. Incluye más mujeres en la sala de guionistas y pon mujeres detrás de la cámara. Sobre todo, cuando es 2021 y España sigue sin contar en los rodajes con la figura del coordinador de intimidad, y estas escenas son coreografiadas por un director (esto no es masculino genérico) o, como en el caso de Parot, un maestro de armas.
¿Recordáis esa mítica pancarta de las marchas feministas que dice "I can't believe I still have to protest this shit"? Pues eso, parece mentira que tengamos que seguir protestando por esta mierda. Esta conversación ya la mantuvimos hace seis años con la escena de la violación de Sansa Stark en Juego de tronos. Con todos los análisis que se hicieron en aquel momento, una pensaría que habíamos aprendido algo, pero las series españolas de 2021 nos dicen que los guionistas, directores y responsables de tomar decisiones en la ficción de nuestro país no fueron a esa clase.