El último año no fue fácil para nadie. Tampoco para los seguidores de The Good Doctor, una serie que se puso más dramática que nunca a pesar de tomar una interesante y cuestionable decisión en su cuarta entrega: retratar la vida en el hospital durante el COVID-19 en dos episodios y a continuación hacer una elipsis hasta la llegada de una nueva normalidad donde el coronavirus había quedado en el espejo retrovisor. Eso no fue suficiente, ni mucho menos, para esquivar el drama.
Shaun y Lea perdieron el bebé que esperaban. Andrews se divorció y Glassman se acercó al abismo en su relación con Debbie. Lim tuvo que lidiar con un trastorno de estrés postraumático. Claire abandonó el hospital tras sentir que necesitaba un nuevo comienzo en su vida. No es la única.
El primer episodio de la quinta temporada (disponible solo a través de AXN) es un necesario reseteo para la mayoría de trabajadores del San José St. Bonaventure. Para todos excepto para Glassman. Esperemos que la crisis personal del presidente del hospital le permita a un secundario de lujo como Richard Schiff (el inolvidable Toby Ziegler de El ala oeste de la Casa Blanca) recuperar el foco narrativo que perdió su personaje en el último año.
Los guionistas de The Good Doctor aprietan, pero no ahogan. Desde el principio de la temporada suenan las campanas de boda en el hospital. El dramatismo del aborto que sufrió la pareja deja paso a los nervios de Lea por querer que su segunda boda sea perfecta y al característico pasotismo de Shaun, tan ávido de casarse con su pareja como de no tener involucración alguna en los preparativos del enlace. Es una trama tontorrona y predecible a la que se podrán adelantar los fans que llevan años suspirando, disfrutando o sufriendo (según la temporada, el aprendizaje emocional de él o el grado de indecisión de ella) desde que la pareja se conociera en el descansillo del bloque de edificios en el que residían. Su desenlace es un otro recordatorio de la gran evolución que ha hecho la serie con su personaje protagonista.
Tras una primera aparición en el emotivo final de temporada que llevó a los personajes protagonistas hasta Guatemala, el actor Osvaldo Benavides se incorpora al reparto habitual de la ficción médica después de que Mateo haya podido resolver los problemas con la justicia estadounidense que le habían obligado a exiliarse a Centroamérica. El cómo es un misterio. La serie no parece tener interés en explicarlo y salta directamente a un apasionado romance con Lim, un personaje necesitado de motivaciones después de problemas psicológicos del pasado año, la marcha de su mejor amiga y la muerte de su colega y expareja. Estamos preparados para la inevitable contratación del mexicano en el hospital.
The Good Doctor nunca ha pretendido seguir los pasos de Anatomía de Grey en sus tramas sentimentales, pero si la serie va a explorar la estabilidad por fin de Lea y Shaun, un salseo hospitalario siempre será bienvenido. Más allá de un par de breves conversaciones entre Morgan y Park, los guionistas han decidido reservar para futuros episodios la nueva dinámica de unos cirujanos que por fin reconocieron sus sentimientos en el último final de temporada. Ver a Morgan enamorada y en pareja será un interesante paso adelante para un personaje que hace tiempo dejó atrás la evidente intención de los responsables de la serie de replicar el rol que había tenido la icónica zorra implacable (sus palabras, no las nuestras) en House.
Para el final nos dejamos la trama más jugosa de este arranque de temporada. La cadena ABC había anunciado el fichaje para un personaje recurrente de Rachel Bay Jones, una actriz conocida por su interpretación premiada con un Emmy en la versión teatral de Dear Evan Hansen. La producción optó por no desvelar cuál sería su función en la historia. Después de ver el episodio queda claro por qué. Su trama empieza de forma aparentemente obvia y confusa (¿por qué se comporta la paciente como si el hospital fuera su casa?), jugando con los tópicos asociados al trastorno de déficit de atención e hiperactividad. Los últimos minutos revelan varios giros de guion con gran potencial para el futuro más inmediato de la ficción médica.
Más allá del otro caso de la semana (otro ejemplo del equilibrio que siempre ha hecho la serie entre las tramas autoconclusivas y los conflictos personales), The Good Doctor ha vuelto en su quinta temporada con un episodio ligero que abre un nuevo camino para una serie que aspira a renovar su ADN después del viraje al drama del pasado año y la marcha de Antonia Thomas (resulta imposible no echar de menos a Claire, la fiel confidente de Shaun y eterno corazón del drama médico). Se vienen curvas en el San José St. Bonaventure. Abróchense los cinturones.
También te puede interesar...
• El coronavirus infecta a 'The good doctor': así ha sido la vuelta de la serie en su cuarta temporada
• 'Misa de medianoche', la serie de terror de Mike Flanagan en Netflix que requiere un acto de fe