Durante siglos, la sociedad respondió de la misma forma a todas esas mujeres que les incomodaban, molestaban o se comportaban de forma que no alcanzaban a entender o que se negaban consentir: llamándolas locas y utilizando el sistema su favor para castigarlas. Pasaba entonces y actualmente se siguen repitiendo patrones de conducta y discriminación que han llevado a la actriz y directora francesa Mélanie Laurent (Malditos bastardos) a adaptar un best-seller de Victoria Mas, El baile de las locas (Salamandra Narrativa), que recurre al pasado para hablar del mundo de hoy. Su versión cinematográfica, The Mad Woman’s Ball, llega hoy a Amazon Prime Video en todo el mundo después de su presentación esta semana en el Festival de Toronto.
La quinta película como directora de Laurent nos lleva directamente hasta el París de 1985. Eugénie (Lou de Laâge, protagonista de Respira, el trabajo más aclamado de la directora y actriz detrás de las cámaras hasta ahora) tiene el poder especial de oír a los muertos. Cuando su familia descubre su secreto, la llevan a una clínica neurológica de París dirigida por un famoso pionero de la neurología, el Dr. Charcot. En ese hospital se internan mujeres diagnosticadas de histeria, locura, egomanía, epilepsia y otros tipos de enfermedades mentales.
El destino cruza los caminos de Eugénie con el de Geneviève (Laurent, dirigiéndose a sí misma por primera vez en diez años), una enfermera del hospital con sus propios fantasmas del pasado que descubrirá que está en el lado incorrecto de la historia. La relación de las dos mujeres crece mientras el hospital se prepara para el baile de las locas que organiza cada año, en el que los benefactores del centro pueden satisfacer su mórbida fascinación por los pacientes de la clínica.
Mas y Laurent no tienen miedo a sumergir al espectador de lleno en el terreno de lo sobrenatural (el guion podría denunciar la violencia y discriminación sistemática contra las mujeres sin entrar en el género) ni a mostrar sin tapujos -pero sin caer en la explotación- los tratamientos abusivos que sufren las internas del centro. Depresión, esquizofrenia, discapacidades físicas, Síndrome de Down, agotamiento, melancolía o incómoda rebeldía son algunas de las condiciones que manifiestan unas pacientes que la cámara retrata con naturalidad y empatía.
Peor tratados están el doctor Jean-Martin Charcot y Sigmund Freud, figuras reales que tuvieron que ver directa y directamente con el abuso de cientos de mujeres de la época. Hay un momento particularmente perturbador (en una película donde no escasean, precisamente), cuando Charcot conduce una sesión en la que la protagonista es sometida a una sesión de hipnosis con números invitados y testigos. La línea que separa el experimento médico de la explotación sexual es muy fina, aunque Laurent es capaz de causar desazón en la ausencia sin cruzar líneas rojas.
Si The Mad Woman’s Ball es capaz de retratar los horrores que sufren esas mujeres sin llegar a dejarse devorar por ellos, es por el mimo que tiene el relato por sus personajes protagonistas y por aquellas pacientes, aparentemente atrezzo de la historia principal, que las rodean. Eugénie pasa de aspirar a ser independiente y alcanzar una vida que no se le supone a una chica como a ella, a luchar por sobrevivir y no ser devorada por entorno despiadado.
Genevieve, por su parte, tiene su propio viaje: después de dedicar su vida a enterrar sus problemas en un trabajo mecánico, se da cuenta de que con su aproximación cerebral y fría a la vida en el hospital se ha convertido en parte del problema. Su conexión con Eugénie y un plan arriesgado acaban en un final memorable e impactante ideado por la novela de Mas y que Laurent acierta a la hora de no suavizar.
En un momento en el que los derechos de la mujer siguen siendo cuestionados en numerosos rincones del mundo, The Mad Woman’s Ball se atreve a explorar la relación de la psiquiatría con las mujeres. Técnicamente la propuesta no se queda atrás (la fantasmagórica dirección de fotografía de Nicolas Karakatsanis y la potente -y a veces algo machacona- banda sonora de Asaf Avidan subrayan la puesta en escena), pero son las sutiles interpretaciones de Laurent y de Laâge y las relaciones de esas mujeres que deben unirse para sobreponerse a un sistema brutal las que convierten al drama histórico en una pequeña joya que no debería pasar desapercibida.
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