En plena época de la sobreinformación, las series de televisión no son una excepción. Y aunque a la crítica televisiva nos encante catalogar a una serie como "joya oculta", la verdad es que en la era del streaming hay joyas, pero están poco ocultas. Aunque siempre hay excepciones, y Jury Duty es el último caso.
Esta serie que se estrenó el 7 de abril en Amazon Freevee, un servicio de Amazon (anteriormente llamado IMDb TV) que ofrece películas y series de manera gratuita pero con publicidad, fue toda una sensación en Estados Unidos hasta alcanzar la gloria el pasado 12 de julio, cuando obtuvo cuatro nominaciones en los premios Emmy, como mejor comedia y como mejor actor de reparto por James Marsden, entre ellas.
Ahora ha llegado a España a través de Prime Video, aunque sin anuncio alguno y de una manera un tanto abrupta. La plataforma de streaming de Amazon colgaba la serie por sorpresa en su catálogo el 29 de julio, para retirarla -de nuevo sin esperarlo- a los dos días, y volviéndola a poner disponible 24 horas más tarde. Un galimatías, que unido a su inexplicable falta de promoción y carácter de fenómeno excepcional, ha convertido a Jury Duty en la serie a reivindicar. Y es que es la inesperada mejor serie de este verano.
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Se trata de una innovadora ficción de comedia que inaugura un formato completamente nuevo con su espíritu de mockumentary y corazón de reality show y programa de bromas (prank show). Un auténtico show de Truman creado por Lee Eisenberg y Gene Stupnitsky (guionistas de The Office) que se desarrolla en torno a un (falso) juicio civil, por supuesto guionizado, en el que todos: desde el juez pasando por los abogados de la acusación y la defensa, el propio acusado, la alguacil y 11 de los miembros del jurado, son actores que interpretan su papel.
¿Todos? Bueno, todos menos uno, el miembro del jurado nº 6 Ronald Gladden. Una "persona corriente" a la que las cámaras ocultas le graban y persiguen en todo momento durante 17 días. Cree que está participando en un documental sobre el juicio en el que ha sido elegido como jurado popular. Lo que no sabe es que, en realidad, todo es un montaje y que el protagonista de la serie es él.
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De esta loca y compleja premisa, en la que todo podría y lo lógico es que hubiera salido mal, nace una serie de comedia arriesgada, con momentos perversamente divertidos, un protagonista heroico que nos dejará boquiabiertos y un final que nos noqueará con la sensación de haber visto algo completamente nuevo. Una verdadera proeza televisiva que, retorciendo diferentes géneros con mucha originalidad y osadía, nos demuestra que siempre se puede hacer algo diferente si se tiene una buena idea y se apuesta por ella.
A lo largo de sus 8 episodios la narración, que mezcla magistralmente el desarrollo de la historia, con el de sus personajes y las situaciones incómodas, sigue un juicio real al completo. Desde que los miembros del jurado son "elegidos" hasta que tienen que deliberar para dar un veredicto, pasando entremedias por los testimonios de los testigos y acusados, los alegatos del abogado de la acusación y de la defensa o la visita al lugar del crimen. Para terminar con un episodio a modo de corolario final, donde ponen la guinda al pastel mostrándote las bambalinas de cómo orquestaron el plan perfecto el equipo de producción y guion.
Con ello, el equipo de Jury Duty se las arregla para crear todo tipo situaciones hilarantes y poner a prueba constantemente a Ronald. Es imposible que no consiga recuperar tu fe en la humanidad y te enamores de él, como hace con todo el resto de actores -perdón, miembros del jurado-. Sin duda, es el personaje televisivo del año. Mención especial al equipo de Jury Duty, que no ridiculiza a su protagonista, como es habitual en mockumentarys, reality shows o prank shows. Las bromas nunca son sobre Ronald, y terminaremos aplaudiendo a nuestro protagonista en vez de reírnos de é.
Cada personaje está dotado de su propia identidad y los actores mantienen el tipo en todo momento. Un logro que consiguen a pesar de las excentricidades de algunos miembros del jurado o lo rocambolescos que puedan parecer algunos momentos, que te van a recordar mucho a The Office o a Parks and Recreation, y vas a pasar horas comentando con tus amigos a carcajada suelta.
Dios bendiga James Marsden, en el rol de James Marsden-, por el que es el papel más icónico de su carrera. El máximo exponente de un gran reparto cómico desconocido que se tuvo que enfrentar a un reto interpretativo que consistía en apoyarse en un guion esquemático que ensayaron con las situaciones clave que debían ocurrir para dirigir la narración del punto al punto b. A partir de ahí, tenían que improvisar todos sus diálogos, así como reaccionar en base a los comportamientos de Ronald Gladden e incorporar las nuevas narrativas a la historia.
Nuestro protagonista se muestra como una incorruptible brújula moral en las situaciones más comprometidas, y jamás pierde el norte -aunque se le escape la risa- en su propio viaje del héroe. O, dicho de una forma más clara y honesta, es mejor persona que todos nosotros. Un auténtico Superman de carne y hueso. Sin capa ni músculos, pero que en todas las circunstancias elige hacer el bien, respeta a los demás y derrocha empatía y sentido de la justicia. Aún sigo en shock por el momento Bichos con Todd.