Hace más de un año y medio, Tom Hanks se convirtió en el primer famoso de notoriedad planetaria que se contagiaba de coronavirus. Desde entonces, en un giro irónico del destino, la veterana estrella ha encadenado hasta cuatro proyectos que nacieron con la vocación de estrenarse en las salas de cine y que han acabado en las plataformas de streaming (Greyhound: Enemigos bajo el mar, Borat, película film secuela y Noticias del gran mundo). El último de ellos, Finch, acaba de aterrizar en Apple TV+ con sorprendentes (y ligeros) resultados. Nunca el fin del mundo había dado a una película tan optimista y luminosa como esta.
Hanks interpreta a Finch un ingeniero de robótica y uno de los pocos supervivientes de un cataclismo solar que ha desolado la Tierra. Un perro es desde hace años su única fuente de compañía y cariño en el búnker en el que se ha refugiado durante una década mientras su ciudad se ha convertido en un lugar abandonado, sin recursos y en el que la destrucción de la capa de ozono y los actos del ser humano han hecho de ella un erial al borde de la destrucción. Cuando el científico empieza a sospechar que no le queda demasiado tiempo, diseña un robot que pueda cuidar de su perro cuando él no esté. La amenaza de una tormenta inminente les hace lanzarse a la carretera mientras el robot encuentra su lugar y descubre cuál es la misión que le tiene reservada su creador.
No es la primera vez que el ganador de dos Oscar sostiene sobre sus hombros una película en solitario. Durante la mayor parte del metraje de Náufrago, la versión libre y moderna de Robinson Crusoe, una pelota de voleibol llamada Wilson fue lo más parecido que tuvo a un compañero de reparto. Hanks vuelve a demostrar que no necesita de artificios o grandes monólogos (también los tiene, en forma de cuentos con moraleja que el superviviente comparte con el robot) para aportar humanidad y corazón a partir de momentos tan pequeños como cargados de sentimiento (ese encuentro con una mariposa o la primera vez que el perro y el robot son capaces de jugar juntos). Solo un actor como él podría aportar esa luz y esperanza que puebla Finch a un sombrío y a menudo deprimente subgénero como el de los dramas postapocalípticos.
El fin del mundo es terrible, pero siempre va a ser un poco menos terrible de la mano de Tom Hanks, un cariñoso perro y un robot sobrado de carácter. El excéntrico Caleb Landry Jones (último ganador del premio de interpretación en el Festival de Cannes por Nitram) llena de curiosidad, ingenio y humor a un robot que se beneficia de un extraordinario diseño de producción y efectos visuales. Juntos forman una peculiar familia en este cuento sobre la importancia de las conexiones humanas y de disfrutar de las pequeñas cosas en un mundo donde éstas han desaparecido para dar paso a un planeta desértico y peligroso que parece sacado de los apocalipsis de Wall·E y Soy leyenda.
Finch es una sorprendente elección para Miguel Sapochnik, un director que ha aprovechado el parón entre el final de Juego de tronos y la puesta en marcha de La casa del dragón (el spin-off en el que ejercerá como showrunner y máximo del proyecto) para cambiar de aires con un concepto de ciencia ficción de gran escala ejecutado desde un lugar íntimo y emocional. La historia del inventor que quiere asegurar el futuro de su perro es lo último que podíamos esperar del responsable de historias tan épicas y violentas como La batalla de los bastardos, Las campanas y La larga noche, entre otros episodios de la popular serie de HBO que llevaron su nombre. Del nihilismo y la crueldad características en la mayoría de los habitantes de Poniente pasamos a la historia de un hombre que se siente cobarde por haber huido del mundo cuando este estaba a punto de desaparecer.
Después de ver Finch, no es de extrañar que la película haya acabado en una plataforma de streaming. Una película distópica en clave intimista y optimista es una propuesta difícil de vender en un momento donde muchos espectadores aún son reacios a pisar una sala de cine y las películas que sí son capaces de superar ese muro son grandes espectáculos para todos los públicos. Finch no quiere ser esa película, ni tampoco pretende buscar una vía más existencialista de otras historias con robots en el centro de su historia. Tampoco hace falta. A veces un poco de corazón es suficiente. Tom Hanks pone el resto.
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