Mark Boal se ha independizado de Kathryn Bigelow con una serie para Apple TV+. El 50% de la fantástica trilogía basada en hechos reales que forman En tierra hostil, La noche más oscura y Detroit es el creador en solitario de Echo 3, un thriller que explora la tensa relación entre Estados Unidos y Latinoamérica y que protagonizan Luke Evans, Michiel Huisman y Jessica Ann Collins. Los tres primeros episodios ya se pueden ver en Apple TV+ y los siete restantes llegarán a razón de una dosis semanal cada viernes.
Ambientada en América del Sur y rodada en inglés y español, Echo 3 sigue a Amber Chesborough (Collins, Rubicon), una joven y brillante científica que es la cabeza y el corazón de una pequeña familia estadounidense. Cuando Amber desaparece en la frontera entre Colombia y Venezuela, su hermano Bambi (Evans, La bella y la bestia y el último reboot de Drácula) y su esposo Prince (Huisman, Juego de tronos y The Flight Attendant), dos hombres con gran experiencia militar y pasados complicados, luchan por encontrarla en un complejo drama personal con el explosivo trasfondo de una guerra secreta.
En su primera serie de televisión, el oscarizado productor y guionista se ha rodeado de talento latinoamericano para hacer justicia al material de origen y a la obsesión por los detalles de su trabajo periodístico y sus colaboraciones con Bigelow. Los directores Pablo Trapero (El clan) y Claudia Llosa (La teta asustada) y la actriz Martina Gusman (Leonera) participan en una producción que también supone el debut como director de un escritor que abandona su obsesión con Oriente Medio para explicar otro agujero negro de las relaciones internacionales de Estados Unidos.
Tras años como guionista y productor, en Echo 3 te has animado a dirigir por primera vez. ¿Cómo ha sido ponerse detrás de las cámaras con el episodio 5?
Fue increíble. Dirigir es algo completamente diferente a escribir. En cierto modo, sigue siendo escribir, pero con herramientas diferentes. Fue un gran placer poder tirar el bolígrafo y el ordenador, poder interactuar con el elenco y el equipo. Tengo mucha suerte de haber tenido relaciones personales y profesionales con directores realmente talentosos que a lo largo de los años me han enseñado mucho. Cuando me planteé dirigir un episodio de Echo 3, sentí que tenía mucha preparación. También por las películas que habría producido. Una cosa que aprendí de esos directores es que la decisión más importante que toma un director es la elección del reparto. Todo lo demás que viene después es un efecto dominó. El resto es donde pones la cámara y esas cosas.
¿Cómo terminas haciendo una serie como Echo 3 después de años en el cine y el periodismo?
Mi inspiración para este proyecto fue el deseo de hacer algo ambientado en América Latina. Hace mucho tiempo que me apetecía hacer algo que explorara la auténtica relación que hay entre América del Norte y América Latina. Echo 3 es un drama de personajes, pero para mí la clave era esa relación geopolítica. En Estados Unidos los medios de comunicación se centran sobre todo en la relación con Europa y Rusia, que tiene sentido, por supuesto. Con Oriente Medio también, pero sobre esas relaciones ya hice tres películas. Nuestros vecinos del sur son muy importantes y me pareció una buena idea llamar la atención sobre esa conectividad entre las dos Américas.
La serie está dirigida por Pablo Trapero y Claudia Llosa. ¿Tenías claro que querías contar con directores latinoamericanos en este proyecto?
Siempre fue algo importante para mí. Sentía que de ninguna manera podía contar esta historia sin contar con directores latinoamericanos. Me emocionó mucho cuando tanto Pablo como Claudia me dijeron que sí. Como sabes, Pablo es argentino y Claudia es peruana. Antes que cineastas latinoamericanos son cineastas, poderosos, independientes y con una visión creativa muy original. Habiendo nacido y crecido en Nueva York, no quería ir a rodar a Colombia sin trabajar con directores que tuvieran algún tipo de conexión, si no con Colombia específicamente, con la zona y con las historias contadas en español.
Fíjate que los primeros 15 o 20 minutos del episodio 2 están en español. Uno de los personajes principales está interpretado por Martina Gusman, una actriz argentina muy destacada. Me preocupaba tener esa autenticidad y hacer algo que fuera genuino tanto para unos como para otras. Para mí ha sido muy importante trabajar con cineastas como Pablo y Claudia.
¿Hubo algún episodio específico de la historia latinoamericana que te inspirara mientras escribías la serie?
No hay un episodio específico. En el episodio 7, sin embargo, hay una conversación sobre la participación estadounidense en América Latina. Creo que parte de la razón por la que los medios estadounidenses no se centran demasiado en nuestro vecino es que la participación de Estados Unidos en América Latina no es tan positiva como, por ejemplo, con Europa en la Segunda Guerra Mundial. Las ansias de poder estadounidense en América Latina ha causado catástrofes y penurias incalculables y muchas de ellas solo por razones económicas. No es que haya un incidente específico, fue toda esa dinámica de poder lo que me interesó.
[‘Monos’, la guerrilla colombiana en una película salvaje]
El contexto social y político de la serie es clave en la serie. ¿Cómo abordaste la cultura y los conflictos en los países en los que rodabais?
Precisamente esa es la pregunta que de alguna manera establece el desafío creativo de la serie. ¿Cómo se cuenta una historia ficticia, porque este es un relato original aunque esté ambientada en el mundo real, de forma que fuera lo más auténtico posible? Estuve hablando con personas que han estado en circunstancias como esta. Hay muchos supervivientes que han sido víctimas de secuestros en Colombia. El gobierno cambió después de que terminamos de rodar la serie. En la segunda parte de la temporada hay personajes hablando de cómo podría cambiar el gobierno. Es muy interesante que es lo que terminara sucediendo allí desde que acabó el rodaje.
Intentamos investigar tanto como pudimos sobre algunas de las circunstancias históricas de las que se basa la serie. Además de las personas que habían sido secuestradas, hablamos con antiguos miembros de las FARC o del M-19 [el Movimiento del 19 de Abril organizado por la guerrilla urbana colombiana]. También hablé con miembros del ejército colombiano que habían pasado tiempo luchando contra esos grupos. Intenté juntar tantas piezas del rompecabezas como pude. A partir de toda esa información que consigues, escribes una historia que sea fiel al contexto y significativa para las personas que lo han vivido. Ese es mi objetivo, al menos.
Empezaste como escritor en el periodismo. ¿En qué momento de tu vida supiste que tenías que seguir el camino de ficción, mezclando con tu experiencia bélica, y cuánto de lo que has vivido en el pasado te inspiró para Echo 3?
Siempre quise ser un escritor de ficción, en realidad. Simplemente tardé mucho en llegar allí. Lo que yo me pregunta como escritor es qué sucedería realmente si pasara algo como esto. ¿Cómo lo gestionarían estos agentes altamente cualificados? ¿Cómo reaccionaría un personaje tan brillante como Amber, una científica que está realizando investigaciones sobre la conciencia y las drogas psicodélicas, pero que también tiene una relación con la CIA? ¿Cómo manejaría el estrés y el encarcelamiento? El objetivo era intentar imaginar cómo seria una narración auténtica de esta historia.
No me fijé en mi propia experiencia. Lo que más me interesa personalmente es la verdad y la honestidad. Los personajes tienen una relación muy directa entre ellos, que es un rasgo real de la mayoría de personas que están en el ejército y particularmente en estas unidades de élite. Enfatizan la honestidad porque tienen razones tácticas de sobra para ello. Siempre me ha parecido fascinante. Hay una especie de compromiso profesional con la franqueza en cualquier ejército, algo que no es exclusivo de Estados Unidos.
Tiene que ver con cómo funciona el ejército. Imagínate que envías un soldado a una colina para que vea cuántos enemigos hay allí arriba, pero en realidad no puede verlos. Cuando baja, le preguntan cuántos hombres malos hay y se inventa una respuesta porque no quiere parecer estúpido. Entonces dice 20, cuando en realidad son 400. Eso sería una catástrofe. Hay un gran énfasis en la honestidad y la integridad como una pata fundamental de cómo funcionan esas organizaciones.