Han pasado ya cuatro años desde que llegó a nuestras vidas Pachinko. La serie creada y escrita por Soo Hugh a partir de la novela superventas homónima de Min Jin Lee se estrenó en 2022 y desde su icónica cabecera a los créditos finales supo conquistar a la crítica y al público por igual. 

Lo cierto es que nadie lo esperaba, pero su magnetismo era tan fuerte que era muy difícil apartar la mirada de lo que ocurría en pantalla. Y cuando parecía que nos habíamos recuperado de la sacudida emocional que nos propiciaron sus personajes, la serie acaba de regresar con el estreno de su segunda temporada. 

Aunque la confianza era plena, el fenómeno en el que se convirtió proyectó una especie de sombra sobre ella y a la horra de ver los nuevos episodios, hubo cierto miedo que me distanció del entusiasmo que sentía por el regreso de una serie que tuvo una primera entrega fantástica. Sin embargo, poco a poco el nubarrón se disipó, porque en su segunda temporada Pachinko se ha consagrado como lo que es: la mejor serie coreana de la última década.

Como si se tratara del trabajo de un alfarero que moldea una vasija de barro, es una gran satisfacción ver que el resultado de la serie ha vuelto en forma y tal y como la recordábamos, sacando a relucir las mismas cualidades que nos dejaron embobados en los anteriores episodios y continuando con una historia que sigue teniendo hilos de los que tirar. 

En la temporada 2, volvemos a ver a Sunja -a la que interpretan de forma fantástica Minha Kim y Youn Yuh-jung (Minari) en los diferentes momentos de su vida-. La protagonista debe seguir adelante después del trágico desenlace de los anteriores episodios y, como hasta ahora, nos recuerda que siempre quedará en ella una pizca de esperanza, que será a lo que se aferre toda su vida, y lo que le permita seguir adelante y sobrevivir a la inmensidad del dolor que la rodea constantemente.

Ya en el año 1945, Sunja sigue trabajando muy duro por y para su familia, y ahora que ha terminado la Segunda Guerra Mundial, estará dispuesta a todo con tal de garantizarles a sus hijos la libertad que ella no pudo tener. 

La serie seguirá entretejiendo como mejor sabe lo que ocurre en esa época y avanzando hasta Tokio en el año 1989, donde Solomon (Jin Ha) adquiere una mayor relevancia y soporta el peso de vivir, quizá, la trama menos interesante de la serie. puede que ayude verlo acompañado de Naomi -interpretada por Anna Sawai, a la que recordamos por la inolvidable Mariko Sama de Shogun-.

Y todo ello prestando muchísima atención a cada detalle, cuidando una fotografía y un diseño de producción que hacen de Pachinko una delicia, y volviendo a enmarcar la historia de la manera más fascinante posible gracias al trabajo en la dirección de Kogonada y Justin Chon. Con un trabajo tras las cámaras tan bien hecho, la labor de los actores parece casi sencilla, aunque no por ello dejan de embelesarnos dando forma a unos diálogos escritos con mimo y mucha elegancia y con su manera de evocar una emoción tan grande como cohibida a través de sus interpretaciones.

Puede que el punto de partida de Pachinko sea la historia de Sunja y su legado, y que todo comience con una cita que dice que “la historia nos ha fallado, pero no importa", pero, en realidad, lo que consigue la serie va mucho más allá de seguir a un grupo de personajes.

Incluso los que lleguen a ella por el mero hecho de dejarse deleitar por una obra de arte, acabarán sucumbiendo a la inmensidad que alcanza la serie desde la contención, porque la serie es tan conmovedora que incluso a los que más nos cuesta emocionarnos, nos termina dejando huella. 

Porque aunque se sitúe en un continente alejado del nuestro, lo que se cuenta y lo que evoca Pachinko traspasa cualquier frontera e interpela a todo tipo de espectadores, sea cual sea el suelo que estén pisando o el lugar donde nacieron. Al fin y al cabo, todos tenemos un pasado con el que convivimos y que nos cuesta asumir, y quizá ficciones como esta nos ayuden a reconciliarnos con él, de una manera u otra. Puede que por eso Pachinko se quede con nosotros para siempre después de verla.