Minnesota. O sea, eso que llamamos la América profunda. Un dato que, al final de la película, cobrará sentido. Año 1990. John Gray, un mecánico tan gris como su apellido (David Dencik), confiesa haber abusado sexualmente de su hija adolescente (Emma Watson), aunque no lo recuerda. Quiere colaborar, llegar a la verdad. La regresión hipnótica será la forma de entender qué pasó. La investigación llevará al detective Kenner (Ethan Hawke) a aventurarse en un laberinto de recuerdos de rituales satánicos, abusos en grupo y crímenes en familia.
“Inspirado en casos reales”. El mantra al comienzo de Regresión avisa de un giro en lo nuevo de Alejandro Amenábar. ¿O no? Parte de su cine se sostiene sobre dudas y desenlaces sorprendentes. Y Regresión, que esta semana llega a los cines, devuelve al director de Ágora a los tiempos de Tesis y Abre los ojos, al menos en el género elegido, el thriller. "Me siento naturalmente llamado al terror y el misterio", explica el cineasta a EL ESPAÑOL al hablar de sus gustos como espectador. Lo último que ha visto: Foxcatcher, It Follows - "muy buena"-, La visita, La isla mínima... y Del revés.
Como en Abre los ojos, cualquier cosa que contemos del final de Regresión destrozaría la película. Por eso cuesta hablar de la idea final que defiende el cineasta, desmitificadora, con los pies en el suelo. "Decidimos que fuera un final cerrado por honestidad, para que la película contara exactamente lo que yo quería decir. En todos los proyectos aprendo algo: en éste he aprendido mucho de psicología. Todo lo que no leí cuando estaba escribiendo Abre los ojos, donde también había regresiones, lo he leído aquí y me ha resultado muy interesante. Y, por supuesto, lo comparto", deja claro sobre lo que piensa del método hipnótico que da título al filme. "Soy muy mal viajero. Todo nace de la investigación en libros, internet, y por supuesto de las películas que todos hemos visto", añade el cineasta.
Aunque, para ese viaje, podría haber apostado por otro tipo de alforjas. En Regresión se pasa 90 minutos defendiendo un tema para cambiar de dirección en los 10 finales. ¿No había otra forma? “Cuando haces una película, puedes empezar por el final -explica el director-. Yo, de hecho, siempre empiezo por ahí. A mí me gusta plantear preguntas en las películas y dar las respuestas al final. El viaje del protagonista, que es al que está destinado el espectador, es un viaje de 100 minutos. Pero para los investigadores de los casos reales llevó varios años. Este proceso se inició en 1980 y no terminó hasta mediados de los 90”.
Siempre empiezo mis películas por el final. Me gusta plantear preguntas en las películas y dar las respuestas
Asegura Amenábar que le interesaba tanto los rituales satánicos como la investigación con el método de regresión, “lo que pasa es que el tono, el género, ha sido finalmente el policíaco. Pero la película podría haberte empujado más a la psicología, a la religión, si uno de los dos protagonistas hubiera sido un cura o un psicólogo. Decidí utilizar una figura más en medio, que es la del policía, porque me parecía que era la que mejor podía resumir esa incertidumbre entre el camino científico y el religioso”.
Cargada de mensaje
Con Regresión, Amenábar vuelve a los giros efectistas, a la sorpresa. ¿Quizá a su cine menos personal? “Hago la película que me gustaría ver en pantalla y me dejo llevar por lo que a mí me inspira. No hago cine a la carta. Igual se percibe una película como menos personal, pero intento establecer dos niveles de lectura: uno más mainstream o general, donde los espectadores ven una historia dentro de unos códigos de género y la disfrutan más o menos. Y otra más profunda o intelectual, donde va el mensaje. Y esta película va cargada de mensaje”.
Con todo, es consciente de que “lo que más define mi carrera es el misterio y el suspense. Como espectador, porque me siento naturalmente llamado por el suspense desde que he sido niño, incluso por el terror. Y como creador. Lo que pasa es que nunca sabes dónde vas a encontrar esa historia que te guste y cuál es el género que va a demandar”.
Han pasado seis años desde que estrenó Ágora. Y Regresión es un nuevo golpe de timón, 180 grados, al menos en tono y género. “cuando hice Ágora estaba intentando escapar de Mar adentro, y en Mar adentro, de Los otros. El proceso creativo en mi caso es una manera de evadirme, aunque en este caso sea volver atrás”. Y reconoce: “Acabo bastante obsesionado por mis proyectos”.
Cuando hice Ágora estaba intentando escapar de Mar adentro. El proceso creativo, en mi caso, es una manera de evadirme
Ágora costó 50 millones de euros. Regresión, seis años después, es una historia más pequeña: 18 millones de dólares. Una coproducción hispano-canadiense, rodada en Toronto con actores internacionales. “El cine está difícil. José Luis Cuerda dice que hacer una película es un milagro. Yo digo que es una operación de alto riesgo. Es un bien inmaterial que se puede bajar gratis por internet. Y encima cuesta muchísimo dinero”, asegura el director. Es su sexto largometraje, el tercero rodado en inglés.
Regresión se ha financiado, explica, con anticipos de producción de todo el mundo. “En realidad, con todos mis proyectos he sentido que tenía mucha libertad… o un margen de libertad razonable, para decir: ésta es mi película”. Por eso, asegura, no le gusta la idea de un director's cut. “Ésta es la película que yo quería hacer”.
En ese panorama, Amenábar se alegra por el fenómeno que supuso Ocho apellidos vascos (“es algo que hay que celebrar”) y saca el título cuando se le pregunta por cómo se espera siempre lo nuevo de Almodóvar o Amenábar. Pero no deja de ser parte de un modelo cuestionable: los 22 millones de espectadores del cine español en 2014 se lograron gracias al filme de Emilio Martínez Lázaro, ayudado por La isla mínima y El niño. La industria española sigue dependiendo en gran medida de ese taquillazo que salve el año. Cuando no lo hay, como en 2013, las cifras caen (11 millones de espectadores). “Lo más deseable es un modelo donde participen más películas de ese pastel de taquilla. Hay años que efectivamente hay una que es el gran caballo de Troya”, corrobora el director.
Lo más deseable es un modelo donde participen más películas de ese pastel de taquilla
Pero a la cinematografía española “le pasa lo de siempre”. A saber: “Es una industria precaria y nos movemos en un terreno de nadie. Lo que sí creo es que hay talento. No me cabe la menor duda”. Amenábar entra en qué necesita el sector: “Tiene que haber una política activa de apoyo al cine. El IVA cultural es realmente una excepción en Europa. El pedazo de IVA que tenemos es vergonzoso, ha hecho muchísimo daño”.
¿Recuerdan Abre los ojos? Amenábar tiene claro cuál es otro de los problemas del cine español: “Se acaba rodando en una ciudad como Toronto porque tiene exenciones fiscales. Son territorios que se preparan para acoger rodajes y para invitar a que se invierta allí. Eso se debería hacer más en España. Es un disparate, ya lo decía Bayona, que una película como Pompeya se acabe rodando en Canadá en vez de en España”. Sobre la decisión de Cristina Cifuentes de eliminar las trabas para rodar en Madrid, es rotundo: “Sería fantástico. Es un ciudad hostil para los rodajes. Un plano como el que hicimos con la Gran Vía vacía hoy en día sería impensable”. Se refiere, claro, a la película que abría este párrafo, con Eduardo Noriega ante una calle desierta.
Tiene claro qué hace falta mejorar: “Permisos y eliminación de burocracias”. El precio de parar una calle sigue aumentando, lamenta el director. "Cuando veo películas de terror que se hacen por dos o tres millones de dólares, pienso: fantástico, pero ya sé el truco. No salir de un decorado. En el momento en que quieres ver el pueblo, se dispara el presupuesto”.
Es un disparate que una película como 'Pompeya' se acabe rodando en Canadá en vez de en España
La política, dice con rotundidad, "me apasiona, pero como cineasta me da miedo". Ágora es lo más parecido que ha hecho a una cinta de fondo ideológico. "No lleva las siglas PP-PSOE, pero estaba hablando de cosas que pasan en la actualidad. Lo que no sé es si me atrevería a hacer una película de corte claramente político".
Ágora no funcionó exactamente como se esperaba de ella en taquilla. “Quizá el planteamiento más adecuado con habría sido el de una miniserie, ahora que se habla tanto de estos formatos”, reconoce. Ese formato, dice, le podría interesar. Pero nada que pase de "mini". “No soy animal televisivo, ni como espectador. Reconozco que las cosas más interesantes que se hacen hoy en día se están haciendo en televisión. Puedo llegar a disfrutar una temporada de una serie, pero cuando sé que me quedan cinco más, me agoto”, asegura. Alguna vez le han ofrecido proyectos concretos para este medio que no ha aceptado.
El guión perfecto no llega, cuenta. "Hay que esperar un proyecto y encontrar la manera de hacerlo tuyo". Con una excepción: "Donde no me veo es en las películas de superhéroes. No me veo y no me interesan demasiado como espectador: estoy saturado de ellas".