"¡Cojón!". No lo dijo muy alto, pero sí muy claro. "¿Qué les parece la grosería ésta que están haciendo?". Aquello era una "humillación". Fidel Castro, el Comandante, tenía que esperar durante media hora en el avión, sin poder pisar suelo norteamericano. Y, más humillante aún, quien le recibió no fue el presidente, ni el vicepresidente, ni el secretario de Estado, ni siquiera un senador o algún miembro del personal de la Casa Blanca. Allí sólo había dos anónimos funcionarios de aduanas con unos formularios de inmigración en la mano. "Tienen que firmarlos todos". "¿Todos?", pregunta alguien del equipo del caudillo cubano. "Sí, todos". Así comenzó, con mal pie, la visita que en octubre de 1979 realizó Castro a Nueva York invitado por la ONU.
El exabrupto, junto con algún que otro momento con el que los estudiosos de la figura de Castro disfrutarán, forma parte de la hora aproximada de metraje de Un viaje con Fidel, el documental producido por CNN en Español, producida por la estadounidense de raíces cubanas Cynthia Hudson y dirigido por el periodista Eduardo Suárez, también cubano, que se estrenará en España el próximo día 10 antes que en EE UU y otros países americanos, donde llegará el 8 de noviembre. El documental tiene en realidad dos protagonistas: uno es Fidel Castro. El otro, Jon Alpert.
El periodista apostó con Castro una cerveza sobre quién ganaría las Series Mundiales de baseball
Alpert es un periodista estadounidense que acompañó a Castro durante todo el vuelo de La Habana a Nueva York. Fue el único autorizado a ello, junto a su equipo, además de las cámaras y periodistas cubanos que iban a bordo. Alpert acompañó a Castro durante esas horas, siguió como su sombra una vez en tierra, en el hotel, y volvió a reunirse con él en el cóctail ofrecido en la ONU. Bromeó con el líder, tuvo acceso a su habitación y a la cocina de su suite, y se convirtió en centro de atención durante la charla informal en la ONU. Sus preguntas, directas y desenfadadas, parecían hacerle gracia al dictador. Pero, de todo aquello, la cadena NBC apenas emitió cuatro piezas de varios minutos.
Años después, Suárez vio un talk show en Miami donde aparecían algunas de las imágenes nunca emitidas. A través de otro periodista, Alexis Ardines, tuvo acceso al material completo original -14 horas de grabación- y contactó con su autor, Alpert. El resultado, editado y resumido en una hora, junto con algún otro testimonio, como el de uno de los traductores de aquel encuentro, Frank Vales, conforma Un viaje con Fidel, un mediometraje que, si bien no contiene ninguna gran revelación política ni histórica, sí ofrece alguna anécdota interesante y acerca al espectador al lado más informal de Castro.
Según Suárez, "las imágenes estuvieron guardadas durante mucho tiempo porque son controversiales" [sic]. "Todos conocen al Comandante, tan almidonado, tan recto, tan viril. El documental permite ver a Fidel como uno más de nosotros, juguetón, sin inhibirse de nada", añade el director. Por eso, llama la atención la cercanía que le permite al reportero: "¡Ponerle un micrófono en la solapa a Fidel! Había que estar muy autorizado. Jon lo trata como si fuera un amigo del barrio", subraya Suárez.
Precisamente por eso, la duda que queda es hasta qué punto seguimos viendo una hábil maniobra de propaganda no de la CNN, lógicamente, pero sí del propio Fidel, que quizá con habilidad supo elegir al periodista y el tono que le convenía. Alpert ya había estado en Cuba antes, desde 1972. "El ciaje lo aprobó Fidel, previa vista del trabajo que había hecho Jon, con sus cosas positivas y negativas", cuenta el productor.
La NBC no quiso emitir gran parte del trabajo de Alpert porque creía que mostraba a un Fidel demasiado humano
La NBC no quiso emitir las partes del tyrabajo de Alpert que éste consideraba más interesantes porque creía que "mostraba a un Fidel demasiado humano". Son minutos en los que el enviado entra en la habitación de hotel de Castro, le pregunta cuánto duerme, qué se pone para dormir, si le gusta la cerveza, qué está leyendo -en su mesilla hay dos libros, ambos, en inglés, uno de ellos sobre la invasión de Bahía Cochinos-, si él mismo ha hecho su cama, si recoge su habitación... Llega incluso a recomendarle que no beba antes de dar su discurso en la ONU. Fidel le mira como quien mira a un marciano por un momento y le da la razón.
Alpert incluso bromea con Fidel sobre baseball y le hace una apuesta sobre quién va a ganar las Series Mundiales, Pittsburgh o Baltimore. "¿Apostar? No tengo dinero. ¿Quién va a querer apostar conmigo?", dice el líder. Se juegan una cerveza. Fidel apuesta por los Pirates de Pittsburgh. "Son mejres atletas". El propio reportero reconoce que prefiere hacer preguntas que no vayan a las grandes cuestiones políticas, sino que ofrezcan un retrato del personaje.
Un chaleco antibalas moral
Fidel estuvo en Nueva York antes, en 1960. Fue en su luna de miel. Algo de lo que el Comandante apenas habla, pues entra en su esfera privada y siempre ha sido muy celoso de ella. Del resto, no tiene problema en hablar. Dice que nada ha cambiado desde aquel viaje: "Sigo pensando igual, pero tengo más experiencia". En el avión, cuando le preguntan si no teme por su seguridad en Nueva York -en 1979 era, desde hacía una década larga, un líder non grato en el país vecino- y desmiente, con un célebre desabotonamiento de camisa, que lleve chaleco antibalas. "Tengo un chaleco moral". Esa escena y otras no son inéditas, y pueden verse también en películas como "Comandante", de Oliver Stone, reproducidas por las cámaras cubanas.
Sí es inédito su cabreo esperando a bajar del avión y el acceso que Alpert tuvo a sus estancias. Alpert le pregunta por el tabaco, y Fidel cuenta cómo comenzó a estudiar en el bachillerato. Dejó el vicio en 1985, pero su imagen pegado a un puro habano es ya icónica, y así aparece en el documental en todo momento: en el avión, en la ONU... Es allí donde Fidel dedica palabras amables al representante de EE UU en la ONU, en parte por ser negro, y cita la Declaración de Derechos Humanos firmada el 4 de julio de 1796.
En su estancia, le dice al periodista, "la única autoridad con la que he hablado ha sido la Policía". Fidel llegó el miércoles 10 de octubre y volvió el sábado. No pierde oportunidad de lanzar un último dardo a sus anfitriones: "He estado 76 horas en Nueva York. Mucho más tiempo del que necsitamos para liquidar la invasión de Girón".
Alpert narró cómo el régimen enviaba presidiarios y enfermos mentales a Miami en 1980, y perdió el favor de Castro
La especial relación que parecía unir a Alpert y Castro, casi compadreo, despareció, según cuenta el periodista, un año después, en octubre de 1980, con su reportaje sobre el éxodo de Puerto Mariel. El Gobierno castrista había dado permiso para que, desde Miami, se enviaran barcos para que quien quisiera pudiera reunirse con sus familiares en el exilio. De nuevo, Alpert fue el único periodista estadounidense con permiso para viajar a Cuba y narrarlo en directo. Pero lo que vio, y cómo lo contó, no gustó al régimen: Castro había dejado salir de las cárceles a delincuentes peligrosos, violadores y asesinos, y había vaciado los asilos mentales. Mandó a Miami todo lo que no le cuadraba en la isla, disidentes incómodos, gays...
La NBC emitió de forma rápida la crónica de Alpert y, según asegura éste en el documental, Jimmy Carter frenó en seco la entrada de cubanos, basándose casi exclusivamente en aquella crónica emitida por la televisión. 300.000 personas se quedaron en la isla sin poder salir. Y Castro incluyó al periodista entre los nombres prohibidos.
El tercer encuentro entre Castro y Alpert fue en 1992, en Italia. Castro no se acordaba de él. O no quería acortdarse. Pero Alpert no dejó de pagarle la cerveza que en 1972 había ganado el Comandante. Porque aquellas Series Mundiales de baseball la ganaron los Pirates de Pittsburgh.