La próxima frontera será Marte. Después de pisar la Luna hace ya casi medio siglo, el hombre aspira ahora a hacerse algún selfie -y algo más- en el planeta rojo. Es el reto más asequible, muy entre comillas, que tiene ante sí la exploración espacial. Al fin y al cabo, está a sólo 255 millones de kilómetros, como reza el eslogan de The Martian. Es una verdad a medias: la distancia depende de las órbitas de la Tierra y Marte y puede variar de 59 a 260 millones. Pero sólo algunos puntos de esas órbitas son adecuados para el viaje: una vez cada dos años aproximadamente. Ida y vuelta con estancia, serían, en el mejor de los casos, nueve meses.
Hasta allí han llegado ya sondas y vehículos robóticos, tenemos fotos a miles y se sabe desde hace años de la existencia de hielo y agua, esto último confirmado definitivamente hace tan sólo una semana. El siguiente paso es buscar vida, tomar muestras y traerlas a la Tierra. Y, por qué no, enviar una misión tripulada. Técnicamente es posible.
El 0'5% del PIB norteamericano
La otra gran parte de la ecuación es la que complica el viaje. O sea, el por qué no: la economía. Hablamos de una perspectiva, en el mejor de los casos, de veinte o treinta años vista. Y eso siempre y cuando las diferentes agencias espaciales, EE UU, Unión Europea, China, etc., tengan voluntad política. Dos palabras que traducidas al lenguaje plano quieren decir, sencillamente, dinero.
Esa voluntad ha disminuido en las últimas décadas, al menos en EE UU, un país acuciado por muchas necesidades -militares, sociales….- cuya población cada vez entiende menos que se gasten millonadas en mandar naves al otro lado del sistema solar. En 1966, tres años antes de que Armstrong, Aldrin y Collins alcanzaran la Luna, el presupuesto de la NASA era de unos 43.000 millones de dólares (constantes), aproximadamente el 4,4% del presupuesto del país. En 2015 han sido 18.000 millones, según el Office of Management and Budget de la Casa Blanca. El 0,5% del producto nacional.
'En América tenemos el gen de los exploradores', dijo el director de exploración planetaria de la NASA, Jim Green, junto al reparto del filme
La cifra ha ido bajando, con altibajos mínimos, en el último medio siglo. Para 2016, la institución ha solicitado 500 millones más. Entre sus objetivos estratégicos, el apartado que incluye la exploración a Marte tiene previstos 17.547 millones de dólares en los próximos cinco años. Por otro lado, también relacionado, hay otro apartado dedicado a la búsqueda de vida: otros 7.269 millones.
En 15 años, humanos en en órbita
En abril de 2010, Barack Obama aseguró: "A mitad de la década de 2030, creo que podremos mandar humanos a orbitar alrededor de Marte y hacerlos volver a salvo a la Tierra". Y añadió: "Y le seguirá un aterrizaje en Marte".
La administración USA contempla en el presupuesto de la NASA el desarrollo continuo de nuevos sistemas para “apoyar a misiones tripuladas en el espacio profundo”. Entre sus objetivos, un sistema de lanzamiento espacial con el mayor cohete desde el Saturn V, y un vehículo tripulado, el Orion, “diseñado para llevar tripulaciones más allá de la Luna”. Ambos programas combinan los recursos de la agencia espacial estadounidense y los contratistas privados “para empujar el alance de los seres humanos más lejos en el Sistema Solar, con una meta inicial de visitar un asteroide en la próxima década, seguida, eventualmente, por una misión humana a Marte”.
Sin embargo, las necesidades económicas parecen ralentizar una apuesta que, desde hace ya décadas, viene siendo algo “de aquí a veinte años”. Pero hay un nuevo e inesperado jugador en la partida de la opinión pública. Se llama The Martian y desde el pasado 2 de octubre es la película que lidera la taquilla norteamericana. A España llega el día 16 retitulada como Marte (The Martian). La agencia ha publicado varias informaciones relativas a la película, haciéndose amplio eco en su web de su cercanía con los logros reales.
The Martian lleva recaudados 99 millones de dólares. Una cifra prometedora. Su presupuesto es de 108 millones
"En América tenemos el gen de los exploradores", aseguraba ufano el director de la división de exploración planetaria de la NASA, Jim Green, hace unos días, acompañado de parte del reparto del filme. Un estreno que ha puesto a la vista de millones de votantes las posibilidades reales de lo que hacen allí.
El Ridley Scott más en forma desde hace décadas firma la película que le ha congraciado con la crítica después del fiasco de Prometheus. Los fans del director de Alien: el 8º pasajero y Blade Runner se han reencontrado con el gran director de ciencia-ficción. En EE UU, The Martian lleva recaudados 54 millones de dólares. Una cifra prometedora. Su presupuesto es de 108 millones, pero con la exhibición internacional suma ya 99 recaudados (datos de Box Office Mojo). Y le quedan unas cuantas semanas de vida comercial. Para hacernos una idea: una película similar en género, tratamiento y presupuesto, Gravity (100 millones), acabó recaudando 723 en todo el mundo.
'Viajaremos a Marte. Sin duda', aseguró el astronauta Pedro Duque, a través de una videoconferencia entre la ESA y el INTA
“Los beneficios científicos de una misión tal serían enormes, aunque no haya vida en Marte. Podríamos pasearnos por los antiguos valles fluviales, subir las laderas de una de las grandes montañas volcánicas, atravesar los extraños terrenos escalonados de las terrazas polares heladas, o acercarnos hasta las llamativas pirámides de Marte”. No, el científico Carl Sagan no hablaba de enviar un astronauta sino un vehículo robotizado. El texto es de su libro Cosmos (1980) y se refería a una hipotética misión a distancia. Hubo que esperar 32 años, hasta que en 2012 el Curiosity se deslizó por la superficie rocosa del planeta vecino, pero ahí están sus fotos. Y la opinión de Sagan bien podría servir para defender un proyecto de viaje tripulado.
“Viajaremos a Marte. Sin duda”, aseguraba ayer el astronauta español Pedro Duque desde Alemania, a través de una videoconferencia con la prensa organizada en el Centro de Astrobiología (CAB) del INTA para promocionar el estreno en España de The Martian. “La única manera es mandar instrumentos más potentes”, añadía el piloto, para quien las misiones hasta la fecha tienen un inconveniente: “Los instrumentos manejados por control remoto son extremadamente imperfectos”. Y añade: “Cuando los instrumentos adquieren una cierta complejidad, volumen, piezas de recambio, es mucho mejor mandar a alguien”.
Depende de los Gobiernos
La posibilidad de hacer realidad el viaje “depende del nivel de entusiasmo e implicación que tengan los Gobiernos”, dejó claro Duque desde el centro de control de la Agencia Espacial Europea (ESA). “Es una cuestión de cómo reunir el suficiente presupuesto”.
Hace tan sólo una semana, la NASA descubría nuevas pruebas de la existencia de agua en Marte. Se confirmaba que el planeta con el que fantasearon H. G. Wells y Ray Bradbury es, dentro de lo malo, el que más posibilidades tiene de nuestro sistema para haber albergado o albergar en algún momento vida. Hasta aquí, las buenas noticias.
La tormenta que deja al protagonista solo en Marte es una licencia narrativa de la novela y el filme. Los vientos de Marte son suaves
Para el astronauta Mark Watney, el protagonista de The Martian, las malas son todas las demás. Empecemos: en Marte la atmósfera es prácticamente inexistente, y la fina capa que podríamos llamar atmósfera está formada en un 95% por dióxido de carbono. Sí: respirar es un problema. Al no haber atmósfera, la radiación ultravioleta solar golpea sin filtro. Sí: una dosis letal en pocas semanas es un problema. También lo son las temperaturas: la media son -60ºC, aunque puede bajar mucho más de noche (también se han registrado registros diurnos de hasta 6ºC, la parte buena). Sí: no congelarse es un problema.
Y luego están las tormentas. Una puede arrancarte de golpe del resto de tu tripulación y que te den por muerto en mitad de una huida apresurada. Sí: despertar y descubrir que tienes que sobrevivir durante más de un año con comida y agua para un mes es un problema. Bueno, maticemos: aquí Hollywood ha exagerado un poco. “Un viento muy fuerte en la Tierra es casi una brisa en Marte”, explica Javier Gómez Elvira, ex director del CAB y responsable del programa de desarrollo de un instrumento de medición en el que trabaja el centro, una institución mixta que depende del CSIC e INTA y que está asociado desde 2000, un año después de su creación, al NASA Astrobiology Institute.
“Tiene algunas áreas de fantasía, por ejemplo el supuesto de que el comienzo sea una tormenta de arena que le empuja”, corrobora Duque sobre la tormenta. Sí, las hay, y a veces cubren el planeta entero de polvo. Una incluso hizo, posiblemente, que se perdiera la nave soviética Mars 3 en 1971 al tirar de su paracaídas en pleno aterrizaje. Pero no parece que ninguna pudiera arrancar a un astronauta del suelo de golpe como en el filme.
Suturar heridas, cultivar, conseguir agua
Inspirado en una de las novela sorpresa de los últimos años, The Martian, de Andy Weir (2011), el filme está ambientado en un futuro cercano -2030 aproximadamente- y narra la odisea de un astronauta abandonado en el planeta rojo a una muerte segura. Al menos para cualquiera que no sea ingeniero y botánico como Watney (Matt Damon). Curarse y suturarse una herida profunda, obtener agua por procedimientos químicos, montar un huerto en un módulo para cultivar alimentos serán sólo los primeros retos. “No me parece del todo mal llevado en la película”, convino Duque. Todo astronauta, prosigue, debe saber curar una herida o hacer una maniobra de reanimación respiratoria
'La relación con los jefes de control de las agencias nos hace sonreír a los que hemos visto la película', reconoce Duque
Pero una vez curado, Watney sigue estando allí, abandonado, y necesita que vengan a por él. Logrará rescatar un viejo módulo de exploración, el Pathfinder, recargarlo y ponerlo en marcha de nuevo para comunicarse con la Tierra. Algo no muy descabellado, de acuerdo a Gómez Elvira. “El único motivo por el que dejó de funcionar fue por la batería”, asegura.
Su aventura a lo largo de las dos horas de película es apasionante, la de un moderno Robinson perdido en el espacio. Pero contarla nos arrastraría al pecado del spoiler. Digamos, sin más, que alguien que habla desde la experiencia como Duque le parece que “en la película está bien que se respetan los tiempos”. Esto es, que transcurre dentro de veinte años y que el viaje es de meses. También le convence el ajetreo económico-político-ético de la NASA: “La relación con los jefes de control de las agencias nos hace sonreír a los que hemos visto la película, porque a menudo es así. Yo he sido testigo un par de veces de un debate sobre si se debía decir a un compañero que su madre acababa de morir”. Marte y muerte. El binomio sobrevuela toda la historia. Como lo hacía en Tránsito a la Tierra, un relato de 1971 de Arthur C. Clarke, en la que el protagonista también quedaba a su suerte en el cuarto planeta del Sistema Solar: