Como una trufa negra, el disco comercial del año ha esperado hasta otoño para dejarse escuchar. 25, el tercer trabajo de la cantante británica Adele, viene a reventar cualquier estadística. Cuando ya huele a Navidad. Su primer sencillo, la muy bien envuelta balada orquestal Hello, supera ya las 460 millones de reproducciones en un mes sólo en el canal en YouTube de la artista de Tottenham. En este último fin de semana, su videoclip sonó doce millones de veces más. Y tanta, tanta gente no puede estar equivocada, supongo.
El regreso de Adele también marca un hito en la gama alta de la industria musical. Con él ha repetido la jugada de 2011. Como ya hizo hace cuatro años con 19, las once nuevas canciones de 25 no estarán disponibles vía streaming en Spotify ni Apple Music. Al menos por ahora. Desde XL Recordings, su discográfica, se arguye una medida de protección de las ventas físicas en CD y vinilo, así como para las descargas legales. Desde Spotify se ha asumido el veto, porque no les queda otra que esperar. Por mucho que la plataforma de reproducción de música on-line sume ya 24.000.000 de seguidores de Adele.
El disco está cuidado al detalle, envuelto con esmero. Y rebosante de jóvenes nombres propios de las mejores escuderías del ultimísimo pop. Ni decepciona, ni emociona
Maniobras de evasión comercial aparte, 25 viene para jugar en las grandes ligas del pop. Aunque llega con retraso: por eso se titula 25 y no 27, que son los años que ya cuenta la cantante. 27 y Adele Laurie Blue Adkins (Londres, 1988) está en buena forma. Su tercer disco viene a completar doce meses espléndidos. Hace un año Aretha Franklin incluyó su canción Rolling in the deep en su disco de versiones, junto a otros temas que están asociados a las voces grandes de Etta James, Gloria Gaynor y Sinead O'Connor. Y la propia Aretha Franklin la suele cantar en directo en un fundido con Ain't no mountain high enough, el recuerdo épico de Marvin Gaye para la Motown. Que no es poca cosa.
Ya durante el verano se filtró que Adele trabajaba con el productor Danger Mouse, y las expectativas no tuvieron freno. El pasado 18 de octubre, un avance de treinta segundos de Hello, letra blanca sobre fondo negro, copó en la televisión británica un descanso del concurso musical X Factor. El aluvión en Twitter no tardó. Volvía Adele sin pedir permiso para aterrizar en el sofá de casa, y con ese arranque en voz baja, casi susurro, realmente conmovedor: "Hello, it's me. I was wondering if after all these years you'd like to meet..."
Corazones rotos
Será que ya no hay voces negras cantadas por artistas blancos. O que no abundan en el universo pop. Y Adele Adkins está aquí para ocupar ese espacio. Un gran campo de juego comercial que abarca desde el sonido generacional, la balada romántica de toda la vida y la curiosidad de aquellos que debutan escuchando no poca utilería de aire orquestal. Ella misma también ha dado pistas apuntando como referencia de los meses de trabajo en el estudio las canciones de Ray of Light, el bien bailable disco que Madonna produjo junto a William Orbit. Toda una pirueta buscando sin reparos pedigrí electrónico contemporáneo, que la voz de Adele enfoca hacia esa crónica de corazones rotos que tan bien se le da.
La apuesta de Adele con 25 intenta emular la audacia de la maestra Ciccone. Sus nuevas canciones están trabajadas como una colección de orfebrería. El disco está cuidado al detalle, envuelto con esmero. Y rebosante de jóvenes nombres propios de las mejores escuderías del ultimísimo pop. Quizá por eso no decepciona, aunque quizá también por eso tampoco entusiasma más allá de lo previsible. En algún lugar intermedio entre el pop generacional de consumo y la música literalmente insustancial, la tercera vía suena así.
Siempre hábil a la hora de escoger compañías, Adele ha trabajado el repertorio de 25 con productores de la nueva hornada pop. La canción River Lea, construida junto a Danger Mouse, quizá sea la excepción. Y logra repuntar la nota media. Más historia tiene When we were young, escrita con el canadiense Tobias Jesso Jr., a quien bastó un tuit de Adele (y otro de Alana Haim) recomendando su canción How could you babe para salir del limbo del anonimato indie que lo vinculaba a The Black Keys y The New Pornmographers. "Es una canción sobre el paso del tiempo, sobre cómo todos nos hacemos mayores. Como si estuviéramos en una fiesta en casa con gente que a la amaste y gente que nunca amaste. Y en esa fiesta en la que ya tienes 50 años te diviertes como si tuvieras 15. Es una canción sobre la vida misma", explicó Adele en la emisora estadounidense Sirius XM Radio sobre un tema que se presentará como segunda gran baza comercial del disco 25.
Baladas de toda la vida
Más canciones, más nombres. Si Hello, el primer éxito, contó con la colaboración de Greg Kurstin, Remedy fue producida junto a Ryan Tedder, el líder del grupo OneRepublic, esos auténticos especialistas en sonidos de lo anodino. Mucha más suerte tuvo I miss you, la canción que cayó en las manos de Paul Epworth. Un chico maravilla que de aparecer en 2005 en los créditos de la canción Banquet, de los recomendables Bloc Party, terminó por entrar en los estudios Abbey Road para redondear junto a Adele la canción Skyfall para la película homónima, tema central del capítulo 23 de la saga James Bond. Más previsible es la balada de-toda-la-vida All I ask, producida con Bruno Mars y su trío Smeezingtons.
Más nutritiva se antoja la letra doliente de Send my love (to your new lover), que nació inspirada en Amy Winehouse (imposible no acordarse del juguete roto de Candem cuando contemplas la buena suerte de Adele) y aterriza arropada por Max Martin. Punto y aparte del pop contemporáneo, Martin es un productor de éxitos masivos con canciones de Kate Perry (California gurls), Taio Cruz (Dynamite), Pink (So what), Maroon 5 (One more night) y Céline Dion (That's the way it is).
A mano de oro Max Martin solo Lennon y McCartney le superan en autoría de canciones 'número 1' en la lista histórica de singles en el Reino Unido. En febrero este productor sueco de 44 años consiguió por 54ª ocasión entrar en el top ten de éxitos, acumulando ya más de 135 millones copias vendidas de sus canciones.
Rodearse de valores seguros, sin dar casi aire a la creación laissez-faire, es la querencia acomodaticia del vigente pop de consumo. Y esta costumbre ganadora conecta con uno de los flancos débiles en el nuevo álbum de Adele. 25 iba a contar con una canción escrita y producida junto a Damon Albarn, el líder de Blur y Gorillaz. Quizá el eslabón del brit-pop más apreciado por la nueva generación de superhéroes del mainstream. Pero la música de Albarn no atiende a presupuestos y la reunión entre el culo inquieto de Leytonstone y la diva de Someone like you acabo en fiasco. A medio camino de la nada. Como si fuera la letra ácida de aquella vieja canción de Blur que pone en solfa la música inofensiva.
Algo similar ocurrió con Pharrell Williams, otro rey midas que se ha quedado a las puertas de entrar en 25. Quizá el síntoma más evidente de que Adele tiene la lección bien aprendida y pretende hacer carrera sin que nadie demasiado ajeno tome por ella las decisiones.