Es de agradecer, de un tiempo a esta parte, el empeño de la industria del cine de animación para manufacturar películas técnicamente infantiles pero que se dejan ver con ojos adultos las veces que haga falta, que sabida es la obsesiva tendencia de los peques a repetir elecciones, digo, devedés, diantre, ¿en qué estaría yo pensando?
A lo que iba: que años ha, cuando tu rorro se empeñaba en ver entre 600 y 700 veces seguidas la misma peli, pongamos Blancanieves o El libro de la selva (y ojo que me estoy ciñendo a venerables clásicos del género...), las opciones que te quedaban era renegar de tu maternidad/paternidad o de la parte adulta de tu cerebro. Acostumbrarte a hablar y hasta por momentos pensar como un enanito minero o como un oso hippy. Yo recuerdo que la primera película para mayores que vi después de ser madre fue No es país para viejos, con ese Javier Bardem psicopatiquísimo, a las sublimes, pérfidas órdenes de los hermanos Coen, y por poco me desmayo. Costó años que me volviera a entrar en la cabeza tanta maldad como puede caber en el mundo.
Por fortuna las ciencias y hasta el cine adelantan que es una barbaridad y los abismos entre la ficción infantil y la adulta se estrechan, o por lo menos tienden entre ellas interesantes puentes de cuerda, de esos que a la carrera y con una tanqueta nazi en el culo suele saltar Indiana Jones. Un buen ejemplo de ello es la no hace mucho estrenada Zootrópolis, que aún siendo de la Disney -dicen que está en decadencia, ¿no?- se las arregla para urdir una historia interesante y hasta compleja para todas las edades.
Como los spoilers están tan mal vistos no entraremos en más detalles de los imprescindibles. Tenemos una adorable y valerosa conejita que se empeña en hacer de policía en Zootrópolis, una especie de Nueva York animal donde antiguos depredadores y presas han aprendido a convivir (ah, que bonito es el melting pot...) pero cuidado porque no es el Arca de Noé todo lo que reluce. A la pobre coneja le caen muchos más palos que zanahorias y se le pone todo muy cuesta arriba, con un alcalde que es un león, un jefe de policía que es un búfalo, un zorro de los bajos fondos que la vacila, etc. El único apoyo desinteresado y seráfico que parece tener en un principio es el de la teniente de alcalde, una ovejita lucera que recuerda tanto a Manuela Carmena como Yoda, ya saben, el de La guerra de las galaxias, recordaba a Jordi Pujol. Está claro que a todo político dotado de un mínimo carisma le llega su san cartoon.
Antes comento yo en el cine, "anda, y lo que se parece esta cordera en la alcaldía a Manuela Carmena"..., antes empieza el personaje en cuestión actuar de manera casi calcada a la de la actual alcaldesa de Madrid. ¿Y con idéntico resultado? Pasen y vean, ya les he dicho que los spoilers no son gratis. Yo pagué mi entrada en el cine. Una pista: a veces lo entrañable es enemigo de lo bueno. Y otras veces el buenismo consiste en sacar lo peor de ti y calzárselo al otro. Como si Norman Bates hubiese llamado a la policía para denunciar que había una rubia desnuda en su ducha, con claras pretensiones de asesinarle...