Bueno, basta. Esta película era lo que faltaba para acabar de quitarle a J.J. Abrams, aquí en labores de productor, el sambenito de vendedor de motos. O, mejor dicho, para entender su don como algo positivo. Es un vendemotos, sí. De los grandes. Pero qué alegría que lo sea, no estaría mal que hubiera más como él y así de buenos. En Calle Cloverfield 10 el engaño y la trampa empiezan antes de entrar a verla. Hay quien no parece estar para que le líen, de ahí los comentarios indignados en Internet por su naturaleza de falsa secuela de Monstruoso (2008) y por lo engañoso de la frase promocional “Los monstruos tienen muchas formas”. Pero ese engaño es irresistible y la película, mucho más honesta y respetuosa con el espectador que otras que, en principio, van de cara.
Para empezar, esa estrategia previa no es un engaño, sino parte del juego. ¿Calle Cloverfield 10 no es lo que promete? Pues igual no, pero qué maravilla que sea así. Ojalá fuera más frecuente entrar en el cine y ver algo que no se parece nada a lo que imaginabas. Y de jugada deshonesta, nada: hay pocas secuelas recientes mejores que ésta… Si es que se puede llamar secuela. Abrams habla de la película como blood relative (pariente de sangre) o spiritual successor (sucesor espiritual) de Monstruoso, filme que también produjo.
Fantasía y misterio
Calle Cloverfield 10 no es una continuación al uso, pero es infinitamente superior a esos derivados conectados argumentalmente con el original pero perezosos y sin gracia. No es verdad que Monstruoso y Calle Cloverfield 10 se parezcan como un higo a una castaña. Decir eso es quedarse en la superficie. Cuentan historias distintas y no tienen la misma relevancia en el cine de género: Monstruoso es clave para entender el fantástico y el terror de los últimos años, Calle Cloverfield 10 es impecable pero menos trascendente.
Pero las dos son potentísimas generando misterio y tremendamente ingeniosas, y su capacidad de sorpresa está muy por encima de la media. También tienen esa cosa de los capítulos de The Twilight Zone y Amazing Stories, su naturaleza de historietas redondas, de cápsulas independientes en un mismo universo genérico gestado por gente que lleva la fantasía y el misterio en la sangre.
Thriller paranoide
Tampoco es cierto que la frase promocional del filme se preste a confusión. En Calle Cloverfield 10 hay monstruos para dar y vender. El primero, el personaje al que da vida un excelso John Goodman, un conspiranoico crónico que retiene contra su voluntad a la protagonista (Mary Elizabeth Winstead) en una especie de refugio antiaéreo. Calle Cloverfield 10 es perfecta como película de secuestro, como thriller psicológico paranoide y como ejercicio de terror de cámara. También como otras cosas que es mejor no desvelar.
Dirigida sin titubeos por Dan Trachtenberg, tiene todo lo que se le puede pedir: ingenio, giros inesperados, misterio, tensión, nervio, sorpresa… Y añadidos que no están nada mal, como un cuidado excepcional en el dibujo y la progresión de los personajes (la historia y el perfil del secuestrador son fascinantes), un sentido del humor finísimo y una reflexión poco pretenciosa pero perspicaz sobre lo monstruoso (monstruo real versus monstruo sobrenatural) y lo amenazante (amenaza real versus amenaza imaginaria).
Además, está libre de la referencialidad evidente, uno de los males del cine de género actual, y tiene un fin de fiesta alucinante. Igual no es lo que te esperas, pero qué más da cuando vuelves a casa con todo esto. Cloverfield 3 ya, por favor.
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