El mundo de la escena y el del cine siempre se han entendido. Ambos se han retroalimentado desde los comienzos del cine, cuando los primeros filmes eran teatro filmado, hasta la actualidad. Sería imposible contar el número de películas basadas en obras de Shakespeare. También textos como Un tranvía llamado deseo han visto cómo el cine los reinterpretaba una y otra vez. El año pasado, sin ir más lejos, Paula Ortiz se atrevió con las Bodas de Sangre de Lorca en La novia.

Lo que normalmente caracteriza a todas estas adaptaciones es que ha pasado tiempo desde el lanzamiento de la dramaturgia original hasta que el cine decide versionarlas. Un tiempo que sirve como primer filtro para ver qué obras aguantan y siguen actuales, y cuáles caen en el olvido. Sin embargo, en los últimos años estamos viviendo un momento de inmediatez, en el que nuevas obras que triunfan en los teatros españoles saltan rápidamente a la gran pantalla. Los miércoles no existen o B, la película lo demostraron el año pasado, y ahora en el Festival de Málaga llegan otras dos en plena Sección Oficial para demostrar que esto no ha hecho más que empezar.

La punta del iceberg - Trailer (HD)

Las dos, además, son óperas primas, aunque tienen una diferencia fundamental. El director de El rey tuerto, Marc Crehuet, fue también el responsable de este filme que habla sobre el encuentro entre un Mozo de Escuadra y el chaval al que reventó un ojo con una pelota de goma. Por su parte David Cánovas adapta con La punta del iceberg un texto de Antonio Tabares.

Cánovas se muestra exultante por poder estrenar en Málaga esta película producida por Gerardo Herrero, y asegura que no había pensado en esa coincidencia de tantos títulos basados en obras teatrales, pero cree que esto se debe a que actualmente el teatro español está pariendo “textos frescos y modernos”. “Si está ocurriendo con otros cineastas refleja que está habiendo una modernización de los autores teatrales y que el cine siente fascinación por el teatro. Es algo muy positivo”, cuenta a EL ESPAÑOL subrayando que adaptar una obra es un gran reto para que no sea “puro diálogo”.

Está habiendo una modernización de los autores teatrales, que crean textos muy frescos y actuales y el cine siente fascinación por ellos

David Ilundain revolucionó el año pasado con su pequeña película, B, igual que la obra en la que se basa, Ruz-Bárcenas, lo hizo desde que se presentó en el Teatro del Barrio. Ilundain mantuvo a los mismos actores para contar el testimonio del extesorero en el que admitía que los famosos papeles que mostraban una contabilidad B en el seno de Partido Popular eran suyos. Para el realizador el cine ha puesto los ojos sobre un teatro concreto: el teatro documental. “Ha vuelto a mirar a algo que parecía muerto. Este tipo de teatro usa el lenguaje de la realidad en las tablas, y es lógico que aparezca materia cinematográfica, porque narrativamente el cine está presto a hablar de realidad. Lo novedoso es que sea el teatro el que haya vuelto a la parte documental”, analiza.

La libertad de las tablas

Tanto Ruz-Bárcenas, como La punta del iceberg o El rey tuerto tratan temas actuales. La corrupción, la brutalidad policial o el suicidio en las empresas por las prácticas de un capitalismo feroz. Asuntos espinosos que el cine parece evitar hasta que el éxito de estas obras les hace adaptarlas.

EL REY TUERTO (TRAILER)

El teatro ha cogido la delantera a la hora de denunciar sin tapujos. Lejos queda el cine social de hace décadas, que era un altavoz de la situación del momento. Para David Cánovas el teatro siempre ha sido tenido más “libertad y riesgo”. Una característica que ahora extrapola a la televisión actual. “El cine está perdiendo terreno en ese aspecto. A lo mejor en los 70 era líder, pero ahora no lo es. Yo ahora veo obras y series y digo: qué pena que esto no lo haya tratado el cine. Nuestra película, por ejemplo, habla de un tema tabú, como son los suicidios. Cada dos por tres leo que es una de las primeras causas de muerte que no sea enfermedad entre la gente de entre 25 y 50 años. Era un riesgo hablar de esto. Es un tema poco 'tratable' y basado en hechos reales, pero Toni (el autor) y el Teatro de la Abadía arriesgaron mucho. Con la película queremos continuar esa estela”, explica.

Su compañero David Ilundain añade que ese riesgo también se traduce en dinero. Mientras que montar en el teatro Ruz-Bárcenas no es especialmente caro, levantar un proyecto de rodaje sí que lo es: “Yo entre en el Teatro del Barrio y no había nada de infraestructura, eso significa un menor riesgo económico, asumes que arriesgando lo que cuesta puede salir bien o mal, pero no has invertido grandes cantidades. Eso en cine es imposible. El teatro te da un margen de libertad y para arriesgarte”.

El cine está perdiendo libertad en favor del teatro y de las series de televisión, que tratan temas que el cine no se atreve

Los dos coinciden en una cosa: tanto si has visto la obra como si no, lo mejor es alejarte de ella para realizar tu adaptación. El cine usa un lenguaje diferente, con el que intentas trasladar las mismas sensaciones que se experimentan desde la butaca del teatro, “meterte dentro”, como recuerda Ilundain de su primera vez ante Ruz-Bárcenas. Y aunque no conocerla te da una facilidad para despegarte del original, haberla visto también te da otras pistas sobre lo que funciona en papel pero no en la práctica.

La veda se ha abierto, y el cine no va a parar de adaptar obras, y si no que se lo digan a La llamada, el musical que triunfa desde hace cuatro temporadas en Madrid y que en verano comienza su rodaje con el mismo equipo del original.

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