El tópico favorito atribuido al cine español es que no deja de hacer películas sobre la Guerra Civil. Cada vez que un cineasta vuelve a recuperar nuestra memoria histórica en algún título, recibe críticas que le acusan de maniqueo, pesado y poco original. Y aun así, hay muchas de las historias que allí ocurrieron que nunca se han contado en imágenes. Sorprende que una de ellas sea el bombardeo de Guernica, todo un símbolo de los horrores de la contienda y de la resistencia contra los regímenes fascistas en Europa.
Desde aquel 26 de abril de 1937, del que hoy se cumplen 79 años, el resto de artes sí que habían parado su mirada ante el horror provocado por los alemanes en aquel pueblecito de Vizcaya. Picasso tardó poco más de un mes en pintar su obra maestra que expuso por primera vez en la Exposición Internacional de París del mismo año y que ahora cuelga en las paredes del Reina Sofía convertido en el estandarte del antibelicismo. También Blas de Otero y la chilena Gabriela Mistral le dedicaron sendos poemas. Pero ni rastro del cine.
Ha tenido que llegar un vasco para rescatar la memoria del bombardeo y llevarla a la gran pantalla. El título no podía ser otro: Gernika. Koldo Serra lleva cuatro años enfrascado en esta adaptación que ha sufrido varias versiones de guion y ajustes de presupuesto que no paraban de retrasar el proyecto. De hecho él llegó ya en marcha, pero ha sido su tesón lo que ha conseguido que, por fin, Gernika sea una realidad. Por Gernika ha sacrificado lo que parecía una de las carreras más prometedoras del cine español. Tras arrasar con sus cortos y debutar hace 10 años junto a Gary Oldman en Bosque de Sombras, Serra se ha limitado a dirigir capítulos de series mientras daba forma a su sueño.
Para su presentación en sociedad ha escogido la efeméride perfecta y el Festival de Cine de Málaga, donde no se acostumbra a ver películas de tan alto presupuesto y factura internacional. Porque para poder llevar de una forma fiel lo que supuso el bombardeo han necesitado seis millones de euros y un reparto que tiene a James D'Arcy como absoluto protagonista y a María Valverde como compañera de viaje. Una vocación internacional que responde a los intereses comerciales de la película, que tendrá que ser vendida a todo el mundo para recuperar el dinero de producción; pero también a un reflejo de cómo el periodismo de todo el mundo se interesó por un suceso que dio la vuelta al mundo.
Hasta ahora el cine español nunca había dedicado una película al bombardeo. Koldo Serra ha estado cuatro años trabajando en el filme que se ha presentado en el Festival de Málaga
Acuérdense de Capa, Hemingway y compañía. A ellos se les menciona y se les homenajea en el filme, que pone su centro en Henry, un periodista alcohólico destinado a Bilbao en la Guerra Civil que ya está de vuelta de todo y prefiere pasar las tardes borracho en un cine que buscando la historia definitiva. Pero todo cambiará cuando el coronel nazi Wolfram von Richtofen y su legión Cóndor usen como objetivo para sus experimentos un pequeño pueblo que ni siquiera tenía defensas antiaéreas. A las 18:00 horas llegó el bombardeo más cruel, el que arrasaría gran parte de la villa y acabaría con casi 130 muertos en un acto cruel que no fue reconocido por Alemania hasta 1997.
Amor en tiempos de guerra
La película coge como modelo el clásico melodrama romántico en tiempos de guerra que tan bien funciona desde hace décadas y lo lleva a tierras vascas. No hay riesgo en un guion que cae en todos los lugares comunes de historias de amor en tiempos de guerra. Los celos del enemigo, el encuentro de dos personas alejadas en un primer momento pero unidas en tiempos difíciles y separadas de nuevo cuando estallen los bombardeos. Arquetipos que, además, van rodeados de demasiadas historias secundarias. La fotoperiodista, el soviético despiadado, la familia vasca… todas tienen su ratito de gloria, y además tiene que hacer confluir todas las tramas en Guernica para la traca final.
Pierde las posibilidades de un punto de partida importante, la censura que desde Bilbao imponía la república a los periodistas, a los que controlaban cada llamada y cada documento que enviaban. No se podían dar noticias negativas al exterior, ni datos de batallas que pudieran revelar pistas al enemigo. La censura llegaba a todos los rincones, incluso a los que la habían criticado. Toda el mundo miraba hacia España, pero los periodistas fueron, en muchos casos, héroes que sacrificaban todo por contar la verdad.
Este enfoque sobrevuela de vez en cuando por Gernika, pero se pierde rápido en pos de la historia de amor trágica entre la censora y el periodista. Una hora y media tarda en llegar el famoso bombardeo, y ni el pulso en la dirección de Koldo Serra ni las buenas interpretaciones de María Valverde y Hugh Dancy consiguen emocionar como lo debería hacer uno de los sucesos más infames de la historia de nuestro país.