Michael Moore quiere que EEUU entre en la Unión Europea
El cítrico cineasta relata en '¿Qué invadimos ahora?' las delicias europeas que le gustaría copiar y llevar a su país.
27 abril, 2016 01:16Noticias relacionadas
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"Vengo a ocupar Italia", anuncia Michael Moore incrustando a duras penas una bandera de EEUU en unas baldosas. "Soy un ejército de una sola persona. Os robaré vuestra mejor idea y en dos años parecerá que la idea fue de Estados Unidos". Los europeos sonríen, como dejándose colonizar por el cítrico documentalista. Seis años después de su último trabajo -Capitalismo, una historia de amor-, el francotirador de la globalización, el militarismo y las políticas de George W. Bush vuelve a meter la astilla en el ojo de la potencia más poderosa del mundo. Ya ganó el Oscar con Bowling For Columbine y la Palma de Oro con Farenheit 9/11. Tras el éxito queda otra cosa, algo como un deseo infantil de permitirse tocar las pelotas hasta que el imperio reconozca sus grietas. Hoy, 27 de abril, inaugura DocumentaMadrid 2016 con su nuevo trabajo, que se estrenará en cines el 27 de mayo.
En ¿Qué invadimos ahora? (2015), Moore recorre la vieja Europa rescatando iniciativas que aplicar en su país. Sátiro, divertido y tierno también -allá en el fondo-, sin deshacerse de esa estética suya de inadaptado, de encantador marginado del sistema. Sigue siendo aquel tipo de gafitas, gorra y sobrepeso al que Bush un día le espetó: "Consigue un empleo de verdad". Él contestó fingiendo una llamada y diciendo al teléfono: "Papá, ¿tienes algún pozo petrolero para regalarme?".
Larga vida al whopper
"Bienestar y social son dos palabras que no le gustan a Estados Unidos", explica Moore en el documental. Después se deja deleitar por Italia -primera parada de su recorrido- donde no da crédito a que uno pueda percibir 15 días de vacaciones pagadas por irse de luna de miel y a que el estrés sea considerado presagio de una enfermedad. Se entrevista con varios ciudadanos -y algunos empresarios de compañías fuertes, como Ducati- y sigue sin creerlo: ¿en serio, en la cafetería de la industria, hay hombres comiendo verduras y sonriendo? Pero, por Dios, ¿dónde están aquí las doble whopper? ¿Cinco semanas para criar a un bebé? ¿Es que nos hemos vuelto todos locos?
"Sólo hay dos países que no contemplan la baja de maternidad", repone el cineasta. "Uno es Papúa Nueva Guinea. El otro es Estados Unidos. Tampoco hay ninguna ley que obligue a nadie a pagar por las vacaciones de su empleado". Moore percibe en los italianos un júbilo especial en la cara, una dejadez feliz, un hedonismo dulce desde el que entender el mundo: "Estoy seguro de que vosotros hacéis más el amor", les dice.
Sólo hay dos países que no contemplan la baja de maternidad, repone el cineasta. Uno es Papúa Nueva Guinea. El otro es Estados Unidos
Francia -segundo puerto de invasión- inventó "la democracia, el existencialismo y los ménage á trois", bromea. Visita Moore un colegio normal de un barrio normal y almuerza con los niños. Les enseña a los críos fotos del menú de comedor de un centro estadounidense. "Parecen fichas de CSI". Y, sobre la bandeja, dos salchichas muertas asoman sobre algo de arroz pasado y de tono extraño. No ve máquinas expendedoras en los colegios de Francia. La comida es sana, te la sirven. ¡Los niños comparten helado! Echa de menos el cineasta esa glotonería, ese ansia golosa de los chavales patrios. Porque a éstos casi ni les gusta ni la cocacola. "Prueba, prueba", incita Moore a una niña, empujando lentamente el vaso.
Impuestos y educación sexual
Moore presenta, en el documental, una comparativa de impuestos entre EEUU y Francia. "Los franceses sólo pagan un poco más que los estadounidenses -y tienen abastecidas sus cuestiones sociales-, pero es que el 60% de nuestros impuestos va al servicio militar. Se considera una necesidad básica, la guerra".
Otra medida europea que trasladaría el director a EEUU es la educación sexual, considerada tabú en muchos estados norteamericanos -como Texas-. Expone, estadísticas en mano, que que se abogue por la abstinencia como método anticonceptivo, fomenta muchos más embarazos no deseados. En este caso, Finlandia es el modelo a seguir: a los jóvenes se les forma para la vida de pareja "y no les va tan mal, dado que es el país del mundo que menos embarazos no deseados presenta mientras que Estados Unidos está en el puesto número 29".
En Finlandia no hay distinción en la calidad de la enseñanza entre colegios de distintas zonas, lo que hace que "niños ricos y pobres se hagan amigos"
En Finlandia, los chicos apenas tienen deberes. Sólo tienen 20 horas de colegio a la semana. No hacen exámenes tipo test y no hay distinción en la calidad de la enseñanza entre colegios de distintas zonas, lo que hace que "niños ricos y pobres se hagan amigos y, una vez adultos, se lo piensen dos veces antes de putearse entre sí por su clase social".
A Moore le gusta Eslovenia porque allí descubrió "el ser mitológico más impresionante del mundo: el universitario sin deudas". Ah, ese paraíso inconcebible de ir gratis a la universidad. Y esa Alemania donde existe -de verdad- clase media. "La mitad de la Junta de cada empresa está integrada por trabajadores, es obligatorio", le cuentan al cineasta los entrevistados. "Y la educación en los colegios sobre el exterminio nazi es fundamental. Es imposible que no lo tengamos presente: nos quedan placas grabadas en las casas con los nombres de los judíos que vivieron aquí, hay viejos carteles de prohibición...". El director lo compara con esa tendencia estadounidense a "no recordar", a echar tierra encima de su propia Historia. "En Estados Unidos no se ha hecho ninguna exposición sobre la esclavitud hasta 2015", cuenta Moore.
Tortura, esclavitud y memoria
De Portugal se queda con la regulación penal y el sistema penitenciario. "Aquí no se arresta a la gente por consumir drogas", le dice un funcionario al cineasta. Él levanta las cejas. El joven prosigue. "En los últimos 15 años no se ha arrestado a nadie y el consumo ha descendido". Reglas de tres tan agradables de creer que dan miedo. Muestra Moore -apoyado por los testimonios de carceleros portugueses- que "la cárcel es una de tantas empresas en las que se utilizan esclavos en la actualidad".
De Portugal se queda con la regulación penal y el sistema penitenciario. "Aquí no se arresta a la gente por consumir drogas", le dice un funcionario al cineasta. Él levanta las cejas
En Portugal hay una media de cuatro guardias por cada 115 presos. En Noruega, los agentes ni siquiera van armados y los reclusos pueden votar. Hacen uso de tiendas de ultramarinos, bibliotecas, lavanderías... tienen hasta un sello discográfico propio. Moore contrapone estas imágenes de civismo ideal con otras de torturas estadounidenses. Y se coloca las gafitas, muy digno, esperando que el espectador saque sus mismas conclusiones.
En Túnez se queda con la lucha femenina y con el aborto financiado por el Estado, legal desde 1973. En Islandia recoge la misma línea: fue el primer país en elegir democráticamente a una presidenta del gobierno. Lo que lamenta Michael Moore -después de hostigar hasta el hartazgo a Estados Unidos y poner de manifiesto su irreparable crisis de valores- es que muchas de esas ideas europeas que él fantasea importar surgieron -una vez- en ese país suyo con el que ya no se identifica. Donde ya no hay personas, sólo gente: una masa inconclusa y gris obedeciendo dictámenes que vienen de tan arriba -y de tan atrás- que es complicado buscar culpables."¿Seremos, alguna vez, un Estado con recuerdos?", lanza. Y se despide con un guiño a El mago de Oz. "¿Podremos, algún día, regresar a Kansas?".