Con Alicia en el país de las maravillas Lewis Carroll consiguió algo casi imposible. Un clásico capaz de apelar a lectores de cualquier edad. Lo leas cuando lo leas encontrarás algo en él que antes no habías descubierto. Los niños quedan embobados con el universo fantástico y casi psicodélico imaginado por el autor, mientras que los adultos van destapando capas de profundidad al relato.
Adaptar una obra de estas características puede suponer una misión suicida. Hace falta alguien que no se quede sólo en el puro goce estético, en crear postales de fantasía y delirios de dirección estética y efectos especiales. Un director que junte la forma y el fondo para captar la esencia del libro de Carroll. La primera adaptación de Alicia en el país de las maravillas vio en la animación la técnica perfecta para ello. Fue Disney la que se atrevió a crear uno de sus 'clásicos' con una novela que, a priori, estaba bastante alejada de las obras de la compañía. Se cumplía así un sueño de Walt Disney, que siempre quiso adaptar las novelas del autor británico.
Esta primera película fue recibida con rechazo por la crítica, que la acusaban de americanizada y demasiado familiar, aunque su loco imaginario se convirtió con los años en un fenómeno y dio a la película una segunda vida. Esa sensación agridulce hizo que la propia Disney optara por producir un remake de acción real. Querían evitar los problemas del pasado, así que dieron carta blanca a Tim Burton para que se pusiera manos a la obra. La decisión parecía perfecta, un autor capaz de crear mundos propios y fascinantes pero con un punto adulto y gótico que le vendría muy bien a Carroll. Muchos de sus títulos tienen ese punto de cuento con fondo nostálgico y adulto que buscaban. Si la nueva versión de Alicia se parecía a Eduardo Manostijeras o Big Fish sería una maravilla.
Por desgracia Burton está cada vez más perdido y poco ofreció más allá del deleite visual. Tampoco ayudaba el guion largo, cansino e hipertrofiado de Linda Woolverton. Pero la película arrasó. Más de 1.000 millones de dólares en la taquilla de todo el mundo la hicieron merecedora de una secuela que llega con seis años de retraso. Burton ha dado un paso atrás y se ha quedado en las funciones de productor cediendo el testigo a James Bobin, que tras triunfar en la televisión con Flight of the conchords se ha especializado en cine familiar como Los muppets.
Una secuela que no pedía nadie y en la que de Lewis Carroll solo quedan los personajes. Repiten el gato de Cheshire, el sombrerero loco y, cómo no, Alicia. Pero todos estos personajes parecen arrancados a la fuerza de las páginas de Carroll y puestos en un mundo de videojuego. Repite la iconografía que trajo Burton, aquí al servicio de un trama inconexa que tiene al tiempo como gran cuestión, ya que Alicia tendrá que viajar por el mismo para ayudar a salvar a la familia de su amigo el sombrerero loco.
Un argumento que es una excusa para una película que podría llamarse 'Conchi en el país de los videojuegos', ya que no hay nada del espíritu original, sólo mundos virtuales que funcionan como si se tratara de pantallas del nuevo plataformas de la PlayStation. Alicia (o Conchi para los amigos) viaja por diferentes escenarios en los que tiene que ir completando misiones mientras escapa del malvado Tiempo (un Sacha Baron Cohen que parece pasárselo pipa en este desastre). Sólo falta que se le entregue al espectador un mando para que hagan saltar y agacharse a los personajes a su antojo. Falta un cameo de Mario Bros para que la sensación de que estamos presenciando un videojuego de lujo se complete.
Poco pueden hacer Mia Wasikowska, Helena Bonham Carter y Baron Cohen al conjunto, son el único punto coherente. De Johnny Depp mejor ni hablamos. Empieza a ser una caricatura de sí mismo. Sus interpretaciones están cada vez más pasadas de vueltas y sobreactuadas. Su sombrerero loco saca de quicio y da dolor de cabeza cuando debería provocar ternura. De momento, Alicia en el país de las maravilla sigue sin encontrar su tecla cinematográfica.