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“Ya tienes un sofá, Pablo”. De las dos horas de película que ha rodado Fernando León de Aranoa sobre Podemos hay una escena que descubre la transformación del partido desde su aparición hace dos años, con las Elecciones Europeas, hasta las Elecciones Generales de 20-D. El grupo entra en sus nuevas oficinas, meses antes de las elecciones autonómicas de 2015: cambian garaje por moqueta. Están de estreno, están contentos. Hay despachos, cristal, mesas, orden y jerarquía, pero no habían pensado en estanterías para libros. Y Pablo Iglesias reclama una al entrar en el que será su cubículo.

No tiene donde dejar sus lecturas, pero tiene sofá. El desclasamiento se ha consumado, una vez más, gracias al confort o la casta. Es en ese momento cuando el largometraje cobra sentido: no es la historia de un nacimiento, sino de una traición. Es el instante en el que se olvida la plaza, cuando se confirma que, a fuerza de asumir el sistema, son “unos reformistas de mierda”. Ni siquiera las disensiones en el seno del partido logran reorientan el rumbo de lo que se estaba convirtiendo en un partido tradicional, en el que lo único que preocupa es “el marco ganador”.

Pablo Iglesias y equipo durante su visita a Nueva York.

Fernando León parte con un redoble de tambores en la España de 2014, mientras retrata en flasazos las terribles consecuencias de la crisis financiera y la austeridad como respuesta. El relato se sitúa a 428 días de las Elecciones Generales, cuando culmina el documental. Antes cruza hitos en el crecimiento del grupo: Vistalegre, América Latina (sin una sola mención a Venezuela), candidaturas, campaña y noche electoral.

Juan Carlos Monedero dice durante la cinta que no se reconoce en ese Podemos, que podría estar en Ciudadanos o en UPYD

A lo largo de ese año el leitmotiv de la cinta es la adaptación de la plaza al escaño, que resume Íñigo Errejón con una frase rotunda: “No hay procesos de transformación sin desilusiones por el camino”. Advierte que no pretende caer en el cinismo, pero asume que debe renunciar a sus expectativas. La renuncia es el tam-tam de la banda sonora que cubre la narración (creada por Antonio Sánchez, el batería que compuso la de Birdman), donde la tensión se desata en la disputa interna entre crear una máquina de vencer elecciones “o una de hacer una sociedad mejor”, en palabras de Teresa Rodríguez.

Desobediencia o reforma 

La voz en discordia del cuento es Monedero, que representa al personaje que se resiste a aparcar “la hipótesis populista” como motor de atracción de voto y el núcleo irradiador de ilusión. Hasta que termina por reconocer que ya no se ve en el proyecto: “No me reconozco en ese Podemos, que podría estar en Ciudadanos o en UPYD”. El politólogo, rodeado de estanterías y mesas abarrotadas de libros, es la viva imagen de la derrota, ¿acaso todas las ilusiones acaban en un sofá de piel? “Podemos porta la semilla de la desobediencia y la transformación, si la perdemos dejaremos de tener sentido”, añade ante la cámara.

Trailer de Política, manual de instrucciones

Fernando León de Aranoa ha tenido acceso a la intimidad del partido, gracias a la implicación de Jaume Roures en la producción de la película y al vínculo que une al empresario con los líderes de Podemos, a los que guarda refugio en el diario Público. Ese es el gran problema de un producto que nació con la intención de ser un documental y se ha convertido en un panfleto con el que se inaugura la campaña unas semanas antes de la pegada de carteles. La decisión de estrenar Política, manual de instrucciones este viernes es un tiro en la nuca de la credibilidad del propósito.

“El cielo no se toma por consenso, el cielo se toma por asalto”, lee Pablo a Íñigo. “Ese puede ser el titular”, responde. Es uno de los momentos más interesantes de la película. Es evidente que esto no es un manual de instrucciones, ni siquiera un riguroso rodaje entre bambalinas. Sin embargo, hay escenas curiosas que sólo habíamos podido imaginar. Ésta en la que preparan los discursos de Vistalegre es una de ellas. “Oye, ha hecho demasiado ruido lo de tomar el cielo por asalto”. “Hay que dejar marcas para los historiadores”, contesta Pablo a Íñigo, después del discurso.

Fiel a la disensión

El director ha sido fiel a tres momentos críticos de Podemos: Vistalegre, cuando se decide si macho alfa sí, macho alfa no; el fraude de Hacienda de Monedero; y la crisis de transformación. “Nos interesa transmitir la idea de la simplificación política: hay dos opciones solamente o PP o Podemos”, explica a su círculo Pablo Iglesias, con una declaración en la que se hace evidente que los “folclóricos” y “divertidos” muchachos que “montaron un partido político en un garaje” se habían convertido en otra fuerza política con un único deseo: más votos, más diputados.

Somos más conscientes que nadie de los límites de cambio de un país del sur de Europa

A Podemos le ha pasado lo mismo que a este documental: echa a andar con la ilusión y la regeneración, y termina con una sensación agridulce. “Somos más conscientes que nadie de los límites de cambio de un país del sur de Europa”, explica Pablo Iglesias recostado un gran ventanal forrado de madera, con la ciudad al fondo, ahí abajo. Es inevitable pensar en la imagen de Gordon Gekko, sólo le faltan los tirantes.

De hecho, los retratos de Errejón e Iglesias son tan humanos como el del magnate en Wall Street. Uno es una máquina de construcción del relato de Podemos, el otro el delantero que define la jugada. Les vemos dormir en los coches -reventados por el esfuerzo-; tocando la guitarra y cantando Comandante Che Guevara -durante una chuletada campestre-; les oímos ordenar que limpien “los twitter y los facebook” porque “seguramente no sois culpables de nada, pero tampoco podemos parecerlo”; asistimos al momento en el que Tsipras le dice a Pablo, sorprendido, que los taxistas hablan bien de él y eso es importante; comprobamos cómo el primer acuerdo con IU era una bomba de humo. Fernando León de Aranoa ha construido una falsa intimidad, que les vuelve héroes alejados de la calle. Preocupados por lo suyo.