De Hitchcock se ha escrito casi todo. Su obra ha sido analizada desde cientos de puntos de vista. Los cinéfilos se saben la escena de la ducha de Psicosis plano a plano y los acordes de Bernard Herrmann de memoria. Intentar ser innovador con el maestro del suspense es harto complicado, y hacer una exposición sobre él también. ¿Desde qué ángulo enfocarla? ¿Qué películas incluir y cuáles no?
Desde la Fundación Telefónica se han arriesgado con Hitchcock, más allá del suspense, la muestra que desde el 5 de octubre y hasta el 5 de febrero de 2017 intentará recrear “una mirada global a las claves esenciales de su cine para conocer su figura al completo”. Para ello han repasado desde sus influencias hasta las curiosidades que casi nadie conoce, siempre dando importancia a “la potencia de sus imágenes”, lo más destacado del director según su comisario, Pablo Llorca, profesor de Historia del Cine y de Historia de la Fotografía en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca.
En cinco áreas temáticas y formales se analiza cómo este hijo de padres católicos se convirtió en el director británico más venerado utilizando recursos de las vanguardias cinematográficas más innovadoras. Él siempre mantuvo al expresionismo alemán como materia prima, pero sus encadenados, superposiciones, ralentizaciones y, especialmente, el uso del montaje y la música eran extraños en el cine más comercial.
De alguna forma Alfred Hitchcock fue capaz de acercar el cine de autor en sus obras llenas de giros que enganchaban al espectador. Por ello pronto le reclamaron en Hollywood y ya con su primera película allí, Rebeca, logró el Oscar a la Mejor Película, aunque no el de Mejor Director, un premio que siempre se le resistió. La secuencia inicial del filme, ese largo travelling que nos introduce en la mansión de Manderlay, se encuentra en la exposición dentro de una sección dedicada a los grandes hallazgos visuales del director. Allí se analiza cómo jugó con los trampantojos para conseguir efectos especiales novedosos en Los pájaros, mientras todo se adereza con bocetos, storyboards y fotogramas de sus obras maestras.
Entre primeros planos de Janet Leigh, el moño de Kim Novak, o la cuerda de La soga, el visitante descubrirá cómo Hitchcock logró lo que todos los directores anhelaban: la libertad creativa. En una época en la que los productores controlaban todo, el director de Vértigo dio la vuelta a la situación y se encargó de supervisar cada aspecto de sus 55 películas. Nadie decidía nada sin que él diera su aprobación. Este poder le colocó en una posición de privilegio que aprovechó para desafiar a la censura. La muestra de la Funfación Telefónica recuerda cómo con Psicosis (1960) consiguió burlar al temido Código Hays. La película no sólo contenía la famosa escena de la ducha (que originalmente se concibió sin música), sino que engañó a los censores para mostrar un pecho. Desenfocado y en segundo plano, pero ahí está, el seno con el que Hitchcock se rio de todos. Es la película con la que les retó, ya que comienza con una pareja semidesnuda besándose y muestra un retrete, algo mal visto en el cine del momento. No sólo lo colocó en su plano, sino que hasta lo hizo funcionar y sonar.
El autor total, que en un principio sólo fue visto como un director comercial hasta que fue reivindicado por Cahiers du Cinema, también revolucionó el mundo del marketing cinematográfico. Hasta aquel momento las estrellas eran las actrices, ellas eran el centro de los trailers, carteles y anuncios varios, pero Hitchcock aprovechó su fama -en la cima gracias a la serie de suspense que él mismo producía- para ponerse al frente de la promoción de Psicosis. Carteles en los que pedía puntualidad o que nadie contara sus secretos pueden verse en la exposición, así como trailers de cine en los que no había fotogramas de la película, sólo la oronda figura del realizador hablando a cámara.
Las mujeres fueron una de sus obsesiones. Todas cortadas por el mismo patrón, pero siempre diferentes en cada película. Hitchcock mostró a sus heroínas de muchas formas y siempre sorprendía. Sólo alguien como él se atrevería a matar a su cabeza de cartel al comienzo del filme, o a dar la vuelta a los tópicos de las relaciones existentes en Hollywood. Fue un pionero en mostrar a hombres pusilánimes y mujeres que llevaban la iniciativa en una industria machista. Lo hizo en Con la muerte en los talones, donde Eve Marie Saint se comía con patatas a un soso Cary Grant.
La relación con sus actrices se hacía patente en sus imágenes. La idealización de la frágil Grace Kelly se ve en cada plano de La ventana indiscreta, como lo hace la tensión creciente que hubo en el rodaje de Los pájaros, donde Tippi Hedren estuvo a punto de abandonar cuando en la escena más violenta un animal la picoteó en el párpado. Una de las facetas más oscuras de un director complejo y perfeccionista que cambió la historia del cine para siempre.