Los Ewing, menuda familia. Celos, crímenes, avaricia… todo cabía en su lujosa mansión. Desde su rancho de Southfork engancharon a todo el mundo con sus bajas pasiones. Los adolescentes dejaron de tener ídolos bonachones y pasaron a admirar al villano J.R. Él era un canalla, mujeriego y hasta mala gente, pero siempre se salía con la suya. Durante más de 350 capítulos puso en problemas a toda la estirpe. Siempre lo hacía por su bien (y el del negocio petrolero que les llenaba el bolsillo de dólares). Dallas revolucionó el mundo de los culebrones y nadie entendería la televisión de los años 80 sin ella. Fue una de las series que más se ha importado y llegó a rincones del planeta que nadie esperaba.
Por aquellos años, Rumanía se encontraba bajo el yugo de Nicolae Ceausescu, precisamente en la época más dura y represiva de su mandato. Las colas para recibir alimentos básicos daban la vuelta a las manzanas y la gente comenzaba a amotinarse avanzando lo que sería la revolución de octubre de 1989 que acabó con el presidente juzgado y fusilado junto a su mujer en un acontecimiento que fue emitido y visto por todo el país. La televisión estaba controlada por él, que había decidido todos y cada uno de los programas que se emitían. Normalmente todo eran discursos políticos y propaganda del régimen, pero una vez a la semana dejó que un producto del malvado occidente llegara a las televisiones: Dallas.
Los Ewing llegaron a Rumanía, pero no lo hicieron por casualidad. El gobierno de Ceausescu pensaba que cuando vieran las maldades de la familia televisiva, los rumanos dejarían de anhelar lo que ocurría en el resto del mundo. Dallas mostraba en prime time las consecuencias del capitalismo: corrupción, crimen, traición… Los ánimos se calmarían cuando vieran lo que ocurría en la finca de Southfork. El tiro les salió por la culata. Los rumanos se enamoraron, como todos, de la serie y quisieron convertirse en ellos. No podían ser J.R., pero porque la dictadura no les dejaba. El culebrón se convirtió en un acontecimiento nacional y todo el país esperaba el capítulo semanal. Una telenovela como bomba incendiaria contra un régimen.
Esto es lo que recuerda la película Hotel Dallas, que con su estrambótica mezcla de documental, ficción y ensayo fílmico bucea en las heridas de un país condenado a repetir sus errores por no ser capaz de aceptar su historia. La directora Livia Ungur (junto a Sherng-Lee Huang), basa el filme en su propia experiencia y la de su padre, Ilie, un mafioso de poca monta que con la caída del comunismo decide cumplir su sueño: ser un corrupto de verdad con un negocio de aceite (en vez del petróleo de los Ewing) y montar un hotel que imite al dedillo la finca donde los protagonistas pasaban sus capítulos. Ella decidió emigrar a EEUU y convertirse en directora de cine, y con estos mimbres ha armado un relato que parece dirigido por un David Lynch decidido a hacer documentales.
'Dallas' contribuyó a crear un clima en favor del capitalismo en Rumanía. La gente quería convertirse en los Ewing y tener todo el lujo que vendía la serie
Los protagonistas coinciden en una cosa: Dallas contribuyó a generar un clima procapitalista en vez de a odiarlo. “Se oía a la vez el capítulo en todas las casas de edificio”, recuerda una de sus protagonistas que sigue fascinada por el show. Sin subrayados innecesarios y con un estilo personal, Livia Ungur consigue reflexionar sobre la importancia de la memoria histórica. “Aquí ya había corruptos. Lo que pasa es que se traficaba con comida y productos básicos”, dice otro de los personajes que pueblan el universo del Hotel Dallas. Era sólo cuestión de tiempo que esos chanchulleros, con la llegada del capitalismo, dieron un salto cuantitativo.
La tristeza es una de las notas dominantes del documental, que si bien considera la caída del régimen de Ceausescu como algo positivo para el país, también se muestra muy critico a la hora de valorar el presente: la situación para el ciudadano no ha mejorado mucho. “Aunque Dallas guiara al capitalismo, es un capitalismo corrupto el que se ha extendido por Rumanía. Imagina un país dirigido por oligarcas como J.R. Ewing”, explicaba Livia Ungur a IndieWire en el pasado Festival de Berlín.
“Cuando hablaba de la película con la gente, ellos pensaban que era un retrato inspiracional sobre cómo Hollywood cambia el mundo. En cierto modo lo es, pero no es tan fácil. Larry Hangman, que interpretaba a J.R. Ewing, dijo una vez que Dallas inspiró la caída del comunismo, y hay mucho de cierto en ello, pero Dallas también fue una distracción de todas las cosas malas que estaban pasando en nuestra vida real. Mi madre esperaba horas en la cola para coger las raciones de comida y luego esperaba una semana a que emitieran el nuevo episodio para ver qué hacían todas esas personas hermosas”, contaba también la directora al medio de EEUU. La realidad siempre supera la ficción, y a nadie le extrañaría que Donald Trump fuera un villano más del culebrón que se quedó encerrado en el hotel que construyó el padre de Livia y que ahora se cae a pedazos como todo el país.