Dos científicos de universidades británicas y estadounidenses, Andrew Reede y Chris Danforh, han realizado un estudio para medir estados emocionales y vincularlos con la red social estrella de la comunidad virtual: Instagram. Como parte de ese trabajo, los investigadores colaboraron con 170 personas que, tras varias entrevistas y responder a una larga encuesta, les permitieron acceder a sus cuentas de Instagram. Allí comprobaron lo estrechamente relacionado que está no ya nuestro estado de ánimo sino nuestra personalidad con el filtro que empleamos en nuestras fotos.
Y como una cosa me lleva a otra, pensé que si los personajes que ha interpretado Antonio de la Torre en el cine de los últimos diez años tuviesen Instagram, ¿qué filtro utilizarían? El estudio de las universidades de Harvard y Vermont asociaba la depresión, el carácter sombrío, la baja autoestima y la ausencia de habilidades sociales con el filtro Inkwell, una pantalla que convierte el color en blanco y negro. No en oscuridad, ojo. Solo en ausencia de color. ¿Podría ser Inkwell el filtro preferido de Instagram del Rafael de Grupo 7 o del Inspector Velarde de Que Dios nos perdone?
Si nos dejamos llevar por la verosimilitud, algo francamente incómodo cuando se está ficcionando, ninguno de los personajes dramáticos de Antonio de la Torre tendría una red social. Son personajes que se aíslan de su entorno, que trasladan su lucha interna a la manera de relacionarse con los demás o, mejor dicho, de no relacionarse, a los que les duele el recuerdo y no hay nada más perjudicial para el olvido que una red social. Tal vez el Iván de La isla interior sería el único que cedería a la moda; por costumbre, por aparentar, por egocentrismo. Pero como en esta columna estoy imaginando, no voy a dejar de hacerlo en nombre de la integridad.
Creo que el Paco de Volver y el Carlos de Caníbal emplearían el filtro Hudson en sus actualizaciones de Instagram. Es el inadaptado que se cuela por los poros del tamiz. Pero a diferencia de otros similares, no busca ni le interesa nuestro beneplácito. Está cómodo en su caverna, ya tenga el aspecto de su sofá o la pulcritud de un taller de sastrería, porque es su refugio. Acepta que todo lo que toca se convierta en frialdad, en algo áspero y agrio, escabroso hasta el rechazo. Aunque al final, el caníbal nos resulte más humano. Sin embargo, el personaje de Grupo 7 podría compartir ‘filtro’ con el protagonista de Que Dios nos perdone. Entrecomillo el ‘filtro’ no porque los dos sean policías y la cuenta de Instagram de la Policía Nacional tenga 141.000 seguidores (Paula Echevarría o Cristina Pedroche se deprimirían con esa cifra). Lo hago porque gran parte de esas fotografías carecen de filtro.
Como algunos de esos miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que no pueden guardar su oscuridad, esa que tenemos todos, y vomitan sus miserias, sus dudas, sus inseguridades, en una profesión que basa su autoridad en nuestra seguridad. Lo explica el personaje de José Luis García Pérez en la película de Rodrigo Sorogoyen justo antes de pervertir las reglas del juego. Los dos policías son muy distintos, pertenecen a épocas diferentes y acarrean dolores opuestos, pero forman parte de un mismo lugar.
Como ser miembro de las Fuerzas Armadas, el cuerpo imprime carácter. Y me atrevería a dejar por escrito que si tuvieran la debilidad de exhibirse en una red social, Rafael y el inspector Velarde usarían los filtros Sutro y Sierra. El primero crea bordes quemados y sombras dramáticas que se refuerzan en un entorno que, por muy luminoso que sea, siempre parece estar enmarcado en negro. El Sierra tiene una alta exposición pero mata el color. Es como si la imagen se nublase en el centro para no dejarnos ver con claridad lo más importante.
El José de Tarde para la ira podría emplear el mismo filtro que el Rodrigo de La isla mínima: un X Pro II, el filtro que pretende potenciar el color pero lo único que hace es acentuar los defectos. Llegados a este punto de delirio lo que sí tengo claro es que el uso de un filtro no es algo tan pernicioso como nos quieren hacer creer aquellos que presumen de ver la vida sin él. El filtro es una alteración de la realidad, cierto; pero el encuadre, el punto de vista, el lugar desde el que lanzamos nuestra mirada también lo es.
Nuestra propia alteración de la realidad basada en tantos condicionantes –culturales, ideológicos, económicos, religiosos- como filtros existen. Podemos alterar la realidad pero no podemos ignorarla. Por eso me gustan los filtros. Porque los hay que marcan la diferencia. Que convierten lo corriente en extraordinario. Como hace Antonio de la Torre con sus personajes. En Estados Unidos han comprobado que los filtros que más éxito tienen entre los usuarios de la red social fotográfica son Claredon, Juno y Valencia. Son los que obtienen más ‘likes’ porque permiten brillar y tienen la capacidad de destacar determinados rasgos que convierten las representaciones en únicas. Supongo que si DeLaTorre fuese un filtro de Instagram, sería uno de esos.