Esta noche los astros se alinean. Los 16 concursantes de la primera edición de Operación Triunfo cantarán juntos una última vez y quince años después. No faltará ni Juan Camus ni los clásicos que marcaron a una generación. Escondidos, Europe's living a celebration, Mi música es tu voz… los himnos que tenían a millones de personas enganchadas a la televisión semana tras semana. Operación Triunfo es historia de la televisión (lo de la música lo dejaremos aparte), aunque sólo sea por la audiencia alcanzada por su última gala, que fue vista por 12.873.000 espectadores, lo que supuso un 68,0% de share.
La victoria de Rosa, el espíritu de aquel programa que vendía el esfuerzo y la superación de desconocidos para triunfar en la industria musical, reventó todas las expectativas. Como todo producto Operación Triunfo fue agotándose hasta desaparecer con cambio de cadena incluido, pero la sombra de aquella edición inicial se ha mantenido y algunos de sus concursantes siguen publicando discos en una industria que poco tiene que ver con la que conocieron cuando abandonaron la Academia dirigida por Nina. Corazón Latina o Cuando tú vas siguen amenizando bodas, bautizos y comuniones recordando tiempos mejores.
En TVE han sido listos, y han aprovechado la efeméride del 15 aniversario de OT1 para organizar un reencuentro que han explotado en tres documentales y un concierto que se celebra esta noche en el Palau Sant Jord con todas las entradas vendidas (algunas a precio de más de 100 euros). Era obvio que la estrategia iba a salir bien, primero por lo que supuso el programa para la cadena y para las audiencias, pero también por cómo lo han vendido, apelando a un sentimiento que marca a la sociedad actual: la nostalgia.
Los documentales de Operación Triunfo mostraban a sus protagonistas añorando un tiempo pasado e idealizado en sus mentes y en las de sus seguidores. Da igual que ahora canten mejor o que hayan conseguido madurar y encontrar su sitio, todo lo que ocurrió encerrado en aquella casa y bajo las cámaras del programa está en otro nivel. Todo tiempo pasado fue mejor. Eran jóvenes, lozanos y joviales. Bisbal era espontáneo y hacía giros imposibles, mientras que ahora mide cada palabra como si fuera a cometer un error. Las redes sociales han echado humo estas semanas y sólo ha faltado un change.org para recoger firmas para que Bisbal y Chenoa vuelvan a estar juntos.
No somos capaces de mirar con crítica el mayor fenómeno de la historia de la televisión española. Si lo hubiéramos hecho estaríamos todavía riéndonos de los estilismos imposibles -¿quién elegía esas camisas?-, los pasos de baile de niños de primaria que enseñaba Poty, y las letras de canciones como Te quiero más o No soy un Superman. Si alguien se atreve a hacerlo es con cariño y con los ojos vidriosos, porque verles a ellos hace quince años significa vernos a nosotros como espectadores. También éramos más jóvenes y lozanos, y seguro que muchos hasta se pusieron esas camisas en honor a sus ídolos, ¿cómo van a criticarles?.
Pero OT no es una excepción, el mundo está enfermo de nostalgia. La industria audiovisual lo ha sabido entender y produce en cadena productos que apelan a este sentimiento de que todo tiempo anterior fue mejor. No se crean obras nuevas, sino que se rehacen las antiguas, o se replican fórmulas gastadas que subrayan el toque nostálgico. Ya no sólo es la cantidad de remakes, secuelas y reboots que salen de Hollywood, sino la forma en la que se desarrollan.
El último ejemplo es la serie de Netflix Stranger Things. Cualquiera que la haya visto ha podido encontrar cientos de referencias al cine de aventuras ochentero. ¿Se acuerdan de Los Goonies? Sus responsables también. Toda la seria está impregnada de un romanticismo por aquel cine que le impide ir más allá del simple homenaje. Hasta su cartel coloreado como si fuera obra de Drew Struzan está medido para que todo el mundo piense en otros títulos como Star Wars.
Precisamente la saga galáctica ha hecho un ejercicio de nostalgia con su última entrega, El despertar de la fuerza. J.J. Abrams es un experto en conectar con el público. Da igual que en el interior haya menos contenido del que aparenta, sabe lo que la gente quiere, así que cuando se puso al frente del nuevo episodio lo tuvo claro, ¿para qué ofrecer algo nuevo si lo viejo gusta tanto? Mezclemos nuevos y viejos personajes y hagamos constantes referencias a la primera película para contentar a los fans.
Una táctica que han seguido otros muchos, Jurassic World intentaba esconder todas sus carencias con los guiños al clásico de Spielberg. Como si sus agujeros de guion se compensaran con los acordes de la banda sonora de John Williams. Hasta propuestas algo más arriesgadas como la versión femenina de Cazafantasmas sucumbían a los cameos de los actores originales y una llamada a la nostalgia desde su primer teaser promocional.
Jonás Trueba explicaba a este periódico el auge de la nostalgia en el audiovisual, que unía a que “estamos en un momento de reflexión y echamos de menos algunas cosas del pasado”. “Pasada esta primera borrachera del siglo XXI en la que ha habido muchos cambios, ahora, yo lo siento así, hay que pensar qué hay de bueno en todo esto, sin hacer un elogio del pasado, y darnos cuenta de que hemos perdido cosas que no queríamos perder. Y eso al final se refleja en el cine, en la literatura y hasta en las conversaciones en los bares”, argumentaba el director de La reconquista.
Más crítico se mostraba el director Ira Sachs, que en la presentación de Verano en Brooklyn, ponía el dedo en la llaga (y en la realidad) para señalar al dinero como catalizador de este repunte: “La nostalgia es muy fácil de vender y los creadores entran en la comodidad. La nostalgia ofrece un imaginario colectivo internacional que funciona de forma fácil en todo el mundo, y eso da dinero. La nostalgia es un truco del capitalismo”, explicaba a EL ESPAÑOL. El pasado ha vuelto para quedarse y para hacer mucho dinero a nuestra costa. Da lo mismo que nos pongan sobre aviso, en cuanto suenen los primeros compases de Mi música es tu voz se olvidará de nuevo y todo el mundo llorará con Rosa y compañía.