Son la inspiración, el modelo en el que contemplarnos, la conducta a admirar. En muchos casos, dicen más de nosotros mismos de lo que seríamos capaces de aceptar a primera vista. Hablo de los referentes. Estarán conmigo en que tener como referente a Donald Trump dice más de ti mismo, de tus principios y metas, que del propio Trump. Así sucede con todos los personajes y conductas que la sociedad contemporánea exhibe para que podamos consumirlos, a modo ejemplarizante, como si formasen parte de un gran expositor en una feria mayorista.
En estos tiempos, y especialmente en los países occidentales, hay un referente para cada empresa, doctrina, proyecto, comportamiento, lucha, trayectoria,…; los hay con fecha de caducidad, los hay reemplazables y también imperecederos. Y si no existen, y aquí es donde el sistema resulta cien por cien eficiente, se inventan. No sé si el protagonista de esta columna de hoy pertenece a esa última categoría, a la de los referentes inventados, pero fue el primero que encontré cuando busqué en la red un modelo masculino de conducta que poder evaluar ante el inminente paso a la cincuentena. Me refiero a Tom Cruise.
Tom Cruise fue el primero que encontré cuando busqué en la red un modelo masculino de conducta que poder evaluar ante el inminente paso a la cincuentena
Desde que tengo uso de razón, he elegido mis referentes por afinidad y admiración y confieso que ninguno de esos dos factores se da en Cruise. Pero como puedo probarlo durante una semana, sin compromiso de permanencia, voy a ver qué tal me funciona Cruise como ejemplo de hombre triunfador también a los cincuenta años.
Testosterona y fuegos artificiales
Tom Cruise, el actor que prefirió ser estrella, sigue siendo rentable para una industria que vende juventud, testosterona y fuegos artificiales y que suele relegar a sus actores post cincuenta –ya ni hablemos de lo que hace con las actrices- a papeles de reparto en comedias románticas. No parece que Cruise vaya a llevarse un Oscar a corto ni medio plazo pero tampoco sentimos que le quite el sueño. Está más interesado en seguir ganando 67 millones de dólares por película que en obtener un premio de interpretación. Su última película, Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás, es un buen ejemplo de esa declaración de intenciones.
El caso de Cruise es similar al de Tom Hanks (60 años). De hecho en Los Angeles se les conoce como ‘El club de los Tom’ por las muchas coincidencias que se dan en sus trayectorias profesionales. Ambos dieron sus primeros pasos en la comedia romántica, tuvieron su taquillazo, algo que les colocó en muy buen lugar respecto a la industria; demostraron su potencial interpretativo arriesgando con personajes complejos y, contra todo pronóstico, apuestan por la estabilidad convirtiéndose en talluditos héroes de acción.
Muchos actores, y muy rentables para la taquilla, se quedaron en el camino cuando intentaron seguir saltando al vacío en medio de sonoras explosiones a medida que iban cumpliendo años. Ahí tienen a Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone.
Héroe a los 54
Ser héroe de acción a los 54, cuando Hollywood está lleno de jóvenes de treinta, bien pagados, dispuestos a correr, pelear contra cuatro malvados, volver a correr, subir escaleras de tres en tres, saltar por los tejados, esquivar balas, seguir corriendo, provocar explosiones y lucir torso en la ducha como nadie, ya es todo un mérito. Eso me lleva a buscar las razones por las que a Cruise le siguen llegando personajes de acción que podrían interpretar, sin demasiado esfuerzo, actores como Channing Tatum o Chris Evans, en lugar de papeles más reposados, complejos y ricos. Y el principal motivo que he encontrado para explicarlo se me antoja antagónico al propio género cinematográfico en sí. La mejor manera de seguir siendo héroe de acción a partir de los cincuenta es dejando de arriesgar.
Ser héroe de acción a los 54, cuando Hollywood está lleno de jóvenes de treinta dispuestos a correr, pelear contra cuatro malvados, provocar explosiones y lucir torso en la ducha como nadie, ya es todo un mérito
Eso es lo que hace Cruise con Misión Imposible y ahora con Jack Reacher: no arriesgar. Atrás quedaron el T.J. Mackey de Magnolia o el Dr. William Harford de Eyes Wide Shut. Su apuesta ahora, recuerden que Cruise participa como productor ejecutivo de sus propias películas de acción, parece ser la de hacer taquilla con una fórmula de éxito y para eso basta con no arriesgar, seguir utilizando la receta hasta que la gallina de los huevos de oro muera extenuada.
Por esa condición humana que nos impulsa a aprender imitando, me pregunto si el riesgo tiene edad. Y llego a la conclusión de que debería tenerla. Por justicia social. Estoy agotado de escuchar que los treinta son los nuevos veinte, que los cuarenta son los nuevos treinta y, por supuesto, que los 50 son los nuevos cuarenta. Detesto esos paralelismos porque tengo la sensación de que son rodeos, como si en la carrera alguien saliese con la meta a tu encuentro para que creas que has llegado el primero.
Los cincuenta son los cincuenta. La cifra más simbólica en la vida de un ser humano. No ya por la edad como por los logros obtenidos y la situación vital respecto a las expectativas marcadas. Y sí, tal vez a partir de esa edad no sea mala idea pensar en dejar de arriesgar para hacer de la vida algo menos temerario que el storyboard de una película de acción. Será verdad eso de que con los años uno se vuelve más conservador.