Si hubiera que elegir una sonrisa de la historia del cine ganaría la de Jack Nicholson. No es la más bonita, ni la más seductora, pero es inconfundible. Ese rasgo canalla, casi macabro, es tan característico del actor, que incluso de primeras fue un problema para él. Era un hombre a una sonrisa pegada. La biografía de Nicholson es la del Hollywood de los últimos 70 años. Desde aquel dorado sistema de estudios pasando a la actual polaridad entre superproducciones y cine indie. El actor ha pasado por todos esos lugares, y de todos ha salido victorioso. Sólo hay que ver sus tres premios Oscar y sus otras nueve nominaciones.
Una leyenda del cine que hace honor a todos los tópicos que se esperan de una estrella. Aquel famoso sexo, drogas y rock and roll se queda corto al repasar la biografía del actor que ha escrito Marc Eliot, experto en rescatar la vida privada de otras celebridades como Clint Eastwood o Cary Grant y que ahora publica en España la editorial Lumen. El autor ha pasado años entrevistando a amigos de Jack Nicholson y recuperando cualquier entrevista o publicación que hablara del actor para hacer este paseo por el lado secreto de Hollywood. Sus duros principios, sus relaciones sentimentales, las noches de farra junto a Warren Beatty… nada escapa a su pluma.
La voluntad de Eliot de dar más importancia a lo truculento que a lo cinematográfico está en la primera página, cuando entre los cinco destacados de frases de Nicholson se encuentra la siguiente: “¿Cómo sería follarse a Brutney Spears? Yo puedo responder a esa pregunta: monumental. ¡Un cambio en tu vida!”. Y así todo. Así sus comienzos en los que no llegaba ningún papel y en los que hasta llegó a enrolarse en la guardia aérea nacional se entremezclan con porros, fiestas y escarceos amorosos varios.
Hay una cosa que queda clara, Jack Nicholson siempre quiso trascender como actor, no le valía con ser uno más. Para él el cine es un arte, como él mismo expresaba, formaba “parte de una generación alimentada a base de cool jazz y Jack Kerouac” que hablaban de “Camus y Sartre y el existencialismo”. “Éramos de los pocos que veían películas europeas… Los 'puries' eran la pura expresión de la cultura de Los Ángeles: la hamburguesa extra, los dieciocho mil sabores de helado, los jóvenes electrizados y ruidosos de hollywood”, recoge el libro.
No entiendo como una película puede costar 12 millones de dólares. Acepté trabajar en esa película porque estaba desesperado por ganar dinero, pero jamás trabajaría en el cine si pensara que eso es cine
De hecho, y aunque terminó convertido en una estrella y siendo el paradigma de actor hollywoodiense, nunca le gustaron las grandes producciones. La primera vez que trabajó en una película de gran presupuesto despotricó abiertamente como si se tratara de algo inmoral. Fue en Vuelves a mi lado, junto a Barbra Streisand, y Jack lo tenía claro: “No entiendo como una película puede costar 12 millones de dólares. Acepté trabajar en esa película de serie A de gran presupuesto porque estaba desesperado por ganar dinero, pero jamás trabajaría en el cine si pensara que eso es hacer cine… Pienso que Minelli es bueno, pero me sentí infeliz cada noche de rodaje”.
Obsesionado por el sexo
Nadie esperaba que aquel actor de voz y acento raro triunfara, sólo Roger Corman, el productor que según le vio en sus clases de interpretación le ofreció su primer papel en Grita, asesino. Le gustaba que fuera lo contrario a Rock Hudson, la estrella del momento.
Tras sus primeros papeles y relaciones importantes se muda junto a sus colegas Don Devlin y Harry Gittes, en lo que, según Marc Eliot, se bautizó como “la casa más salvaje y alocada de Hollywood”, en la que se sucedían las “fiestas, alcohol, drogas, sexo, mucha hierba y chicas siempre dispuestas”. Una casa en la que en la nevera sólo había leche, cerveza y marihuana para que estuviera fresca. El sueño de cualquier aspirante a estrella de cine.
El sexo siempre fue de gran importancia para Jack Nicholson, que según el libro vivió atormentado y obsesionado por su eyaculación precoz. Un trauma que siempre le persiguió y al que se enfrentó por primera vez gracias al LSD. En los sesenta el actor se aficionó a la droga de moda junto a su pareja Sandra Knight, con la que se casó y tuvo a su primera hija. Así describe el autor su relación:
“Estaba decidido a derribar todas las barreras emocionales o físicas entre Sandra y él. Ella ya había probado una nueva droga llamada dietilamida de ácido lisérgico o LSD, que le desinhibía por completo, y Jack también quería probarla. Con el apoyo entusiasta de Sandra fue a ver a los psiquiatras Oz Janiger, Mortimer Hartman y Arthur Chandler, quienes habían comenzado a utilizar LSD en sus prácticas. Las experiencias de Jack con la droga supusieron un cambio radical en su vida. La primera vez que la tomó creyó ver el rostro de dios. También tuvo alucinaciones de castración, de fobias homoeróticas y revelaciones de que no lo habían querido cuando era niño. Bajo los efectos de la droga podía enfrentarse al persistente problema de eyaculación precoz que siempre lo había atormentado, incluso desde sus comienzos con Georgianna (problema que jamás superaría del todo)”.
Nicholson nunca ha ocultado sus coqueteos con la droga, y hasta habló de cómo “tu realidad conceptual se hace añicos” con el LSD que consumiría durante años, especialmente en sus principios, cuando alternaba sus primeros papeles con su labor como guionista, donde se encontraba más cómodo, y hasta de director.
Easy Rider y Cannes
La vida de Jack Nicholson cambió con su primera visita al Festival de Cannes con El tiroteo en 1966. Producida por su descubridor, Roger Corman, el actor encajó a la primera en el lujo autoral del certamen francés, donde se hizo colega de lo más selecto del momento, la Nouvelle Vague. “Nadie me conocía, pero Godard se hizo amigo mío la primera noche. Vino a la primera exhibición y después yo pasé a ser 'miembro de la delegación' de Cahiers du cinema”, contó después el actor. Le gustó tanto que una vez presentada su película se quedó hasta que se gastó el dinero asignado por la distribuidora.
Nadie me conocía en Cannes, pero Godard se hizo amigo mío la primera noche. Vino a la primera exhibición y después yo pasé a ser 'miembro de la delegación' de Cahiers du cinema
Su siguiente visita a Cannes, tres años después, fue diferente. De hecho fue el momento que cambió toda su carrera. Llegó para presentar junto a Dennis Hopper Easy Rider, y su actuación robó cada plano. Se llevó una gran ovación, y aunque el filme perdió frente a If, de Lindsay Anderson, fue el trampolín que necesitaba. Fue en el momento en el que el público se puso en pie al terminar la proyección cuando por primera vez pensó: “soy una estrella de cine”.
Con Easy Rider llegó su primera nominación al Oscar y el comienzo de una trayectoria que todos conocemos. Kubrick, Tim Burton, Milos Forman o Roman Polanski lo corroboraron. Su sonrisa enamoró a todo el mundo y su personalidad no dejó a nadie indiferente. Que se lo digan a Jennifer Lawrence y su cara de susto cuando, recién premiada con el Oscar, conoció al bueno de Jack. Quizás ahí soltó otra de sus frases míticas: “Sólo vale la pena mentir a dos personas: a tu chica y a la policía”.