Año 1977. Sobre una pantalla negra aparecían unas letras azules que decían: “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…” Tres segundos de silencio antes de que explotara la fanfarria y el público enloqueciera. El título de la película, Star Wars, hacía aparición sucedido por unas letras oblicuas que avanzaban hacia el fondo. Todo estaba envuelto en una partitura mágica que se clavaba en la mente de todos los espectadores.
La guerra de las galaxias marcó un antes y un después en la historia del cine, pero parte de su éxito y de su importancia vino marcada por el especial binomio que se formó entre su trama y su música. El tema central de la banda sonora de John Williams es de los pocos que todo el mundo reconoce sólo con escuchar dos notas. Es esa una de las señas características del compositor, que logró lo mismo con Tiburón o con Harry Potter. Pero en Star Wars fue un paso más allá. La película, sin su música, no es lo mismo, y muchas de sus composiciones pasaron a la historia. El tema que suena con los créditos es el más mítico, pero quién no conoce la marcha imperial o hasta la machacona musiquilla de la cantina.
A pesar del peso de la banda sonora y de que cambiara la historia del cine para siempre, no existen muchos libros o ensayos dedicados a ella. Por ello, el español Andrés Valderde -compositor y especialista en música cinematográfica- ha querido solucionarlo con Star Wars, la música (editorial Berenice), la obra con la que realiza un recorrido histórico y analítico a las partituras de cada película, pero también, como el dice en el prólogo, un “homenaje al legado musical más importante de la historia del cine”.
Las historias que se fraguaron en el proceso creativo y durante la grabación, acompañadas de comentarios más técnicos sobre las influencias de cada una de las películas de la saga se suceden en el libro, que sigue el orden cronológico de las películas de la franquicia, desde Una nueva esperanza (1977), hasta El despertar de la fuerza. El regreso de Star Wars el año pasado, en su asalto a la taquilla por la vía de la nostalgia, contó con un as en la manga: John Williams se encargó una vez más de la banda sonora y logró su candidatura número 50 al Oscar.
Andrés Valverde deja claro desde sus primeras páginas que “la música de Star Wars es el alma de la saga, pues conserva la esencia de la historia y sus personajes, logrando traspasar lo puramente fílmico y formar parte de la cultura popular desde 1977”. No sólo eso, sino que demostró que la música instrumental puede ser un éxito de masas. El disco alcanzó el número 2 en las listas de ventas de EEUU y superó el millón de ventas, algo que a finales de los setenta era impensable. Un éxito que sorprendió hasta a los responsables, que estuvieron a punto de cancelar el lanzamiento del disco por las dudas sobre su funcionamiento en las tiendas. Para poder lanzarlo pusieron una condición: si no encontraba su público, debían suscribirse las posibles pérdidas potenciales.
La música de 'Star Wars' es el alma de la saga, pues conserva la esencia de la historia y sus personajes, logrando traspasar lo puramente fílmico y formar parte de la cultura popular desde 1977
No era la primera vez que Lucas se encontraba con dudas respecto a La guerra de las galaxias. Nadie confiaba en el proyecto, que fue rechazado por Universal y United Artists, antes de que George Lucas encontrara a su padrino en el magnate de Fox, Alan Ladd Jr, cuyo apoyo fue esencial para que empezara a preparar el guion. Hasta los propios actores bromeaban durante el rodaje sobre el filme, en el que no confiaban. La realidad les dio en la cara.
Williams y Lucas, la extraña pareja
Una vez se dio luz verde al proyecto Lucas necesitaba un compositor pronto. Escribe los guiones pensando en la música, e incluso apunta canciones o composiciones que le inspiran cada escena que escribe. En aquella época John Williams ya era un compositor de prestigio con un Oscar, mientras que Lucas era un loco que intentaba levantar una película de ciencia ficción. La mano mediadora de Steven Spielberg hizo el resto. Williams era, como recuerda Andrés Valverde en el libro, “un oasis dentro de la música cinematográfica del momento, en la que los compositores de la época dorada se habían muerto o retirado”. La formación del músico era esencialmente clásica, y trabajó con muchos de esos maestros, aunque se forjó un estilo propio que le convirtieron en una estrella.
Lucas y Williams se conocieron en 1975, pocos días antes del estreno de Tiburón, una película que cambió la historia del cine en dos aspectos: “el merchandising y el reclamo promocional de su banda sonora, elementos que serían fundamentales en el futuro del éxito del álbum de Star Wars”. El director le entregó una copia del guion en diciembre de 1975, necesitaba que John Williams supiera desde el principio lo que tenía en mente. Por ello el compositor cambió su habitual forma de componer, en la que no trabaja sobre guion, sino sobre montaje y hasta visitó el rodaje.
Quería recuperar el sinfonismo de la época dorada de Hollywood. La banda sonora demuestra que la profunda calidad y elegancia sinfónica puede ser un éxito comercial
Lucas quería un sonido clásico y que no tuviera sólo un tema principal. “Quería recuperar el sinfonismo de la época dorada de Hollywood. La banda sonora demuestra que la profunda calidad y elegancia sinfónica puede ser un éxito comercial, gracias a partituras que miran en el pasado e influyen en el presente. Todo ello mediante un intenso dramatismo que bebe en gran parte de los postulados operísticos, teniendo en el leitmotiv su herramienta primordial”, explica el libro de Valverde.
Tchaikovsky, las bandas sonoras de La novia de Frankensteion y Ben Hur… todas ellas influyeron de alguna forma en la música que todos conocemos. La importancia de la composición de John Williams en el éxito del filme queda perfectamente recogida en una anécdota que cuenta el libro. En el primer pase a gente de confianza y de Fox sólo gustó a Spielberg. En ese primer corte faltaba pulir los efectos especiales y la música, que sirvió como “el gran elemento de cohesión y distinción de personajes y situaciones”.
Tras muchas partituras y primeras versiones en las que cada tema fue concebido para un instrumento concreto -El tema de la fuerza para corno inglés y el de Leia para flauta-, se llegó a la grabación en Londres en marzo de 1977. Exactamente el día 5 se grabó el tema principal. Participaron 86 músicos, divididos en 26 violines, 10 violas, 10 chelos, 6 contrabajos, 11 maderas, 8 trompas, 4 trompetas, 3 trombones, 2 tubas, 2 arpas y 3 instrumentos de percusión. De las 42 horas que se grabaron se recortó hasta los 88 minutos del filme y los 74 del CD.
El resto es historia. John Williams cambió la historia de la música cinematográfica y ganó todos los premios posibles (Oscar incluido). Por si fuera poco, la Librería del Congreso guarda una copia de la partitura como una de sus joyas. Tras el primer pase el compositor tuvo claro que habían creado algo importante: “Millones de personas fueron al cine. Es estimulante oír a la gente silbar tus melodías”.