El 20 de julio de 1969 Neil Armstrong pisó la luna. Era la culminación de la carrera espacial que había enfrentado a EEUU y la URSS por ser los primeros en explorar el espacio. Detrás de ese "pequeño paso para el hombre" había muchos trabajadores de la NASA que se dejaron la piel durante décadas para lograrlo. Detrás de ellos también había más gente. Ni siquiera salían en las fotos, porque no estaban ni en la misma sala que ellos. Eran decenas de mujeres negras que habían trabajado como matemáticas para la agencia espacial sin reconocimiento alguno. Para los ciudadanos ellas no existían, y sin sus cálculos el hombre jamás hubiera pisado la luna.
Su historia fue recogida por la autora Margot Lee Shetterly en su libro Talentos ocultos, cuya adaptación cinematográfica se estrena el 20 de enero tras arrasar en EEUU, donde se ha convertido en el estreno sorpresa de la temporada y que espera a rascar alguna nominación en los próximos Oscar. La vida de estas tres matemáticas de color, Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, no sólo es un relato de superación personal, sino también un repaso a la historia reciente de EEUU. La segregación racial, la lucha por los derechos de los negros y de las mujeres, la carrera espacial… todo pasa por la NASA.
Son ellas como podrían ser otras tantas. Jóvenes que ya desafiaron las reglas yendo a la universidad y destacando por delante de todos sus compañeros. Las tres formaron parte del equipo de 'ordenadores humanos', como se les denominó. Un grupo compuesto por mujeres que resolvían ecuaciones y complejos problemas matemáticos a mano. Nada de ordenadores, sólo lápiz, papel y alguna calculadora suelta. Su mente y sus ganas de cambiar el mundo fueron sus mejores arma en una sociedad que todavía las veía como inferiores. Las pagaban menos que a los hombres, tenían que ir a otro baño a un kilómetro de distancia y nadie las podía ver ni acudían a las reuniones importantes, pero su tenacidad tuvo recompensa.
Su fichaje por la NASA se produjo en la década de los cincuenta y los sesenta, pero ya treinta años antes llegaron las primeras mujeres a lo que por aquellos entonces se conocía como NACA (National Advisory Committee for Aeronautics). En 1935, con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, los equipos quedaron mermados y tuvieron que reforzarse con figuras femeninas. Fue la aprobación de la orden ejecutiva 8802 por Roosevelt, la que provocó que las afroamericanas entraran en este equipo de 'cerebritos'. Seis meses después del ataque a Pearl Harbour EEUU empieza a contratar a jóvenes negras como 'ordenadores humanos'.
Lo hicieron porque necesitaban gente brillante, pero sus condiciones rozaban la explotación. Mal pagadas, menospreciadas y separadas de sus compañeros a pesar de tener su misma educación. El racismo y la segregación seguían presentes en el país y, a pesar del auge de la lucha por los derechos de los negros trabajaban en una habitación aisladas, por lo que se las conocía como las 'West Computers', los 'Ordenadores del Oeste'. Por supuesto podían olvidarse de ser ascendidas por su trabajo, eso quedaba reservado para los hombres blancos.
La protagonista de la película es Katherine Johnson, que ya antes de revolucionar la NASA había sido la primera mujer negra en entrar en la Universidad de Virginia Occidental. En 1953 fue contratada por la NACA, que cinco años después ya pasó a tener el nombre con el que hoy la conocemos todos. Su primera misión importante fue calcular la trayectoria del histórico vuelo de Alan Shepard en 1961. Junto a su equipo realizaron los cálculos para predecir el camino exacto que tomaría en su aterrizaje en el mar. Ella consideró fácil el trabajo, ya que lo comparó con la trayectoria que tiene una bala al ser disparada, pero supuso un éxito enorme para la NASA, que empezó a trabajar en sus primeras misiones orbitales, entre la que destacó la que tuvo como protagonista a John Glenn, el primer estadounidense en dar la vuelta a la tierra un año después. El segundo después de Yuri Gagarin, que dio a Rusia una victoria fundamental en la carrera espacial. En ellas participó también Katherine Johnson.
El libro, y la película, descubren la importancia del propio astronauta en el reconocimiento de estas mujeres, ya que fue él el que pidió que fuera Johnson y el resto de mujeres las que comprobaran y confirmaran las trayectorias del viaje orbital. La autora contaba en una entrevista en NPR que Glenn no se fiaba de los ordenadores y que pidió a los ingenieros que “la chica comprobara los cálculos… si dice que son buenos… estoy dispuesto a ir”. Su trabajo, junto al de sus otras compañeras, también fue fundamental para que el hombre llegara a la luna, ya que también se encargaron de calcular las trayectorias de la misión Apollo XI que terminó con la famosa pisada de Neil Armstrong.
Aquello ocurrió hace casi cincuenta años, pero no fue hasta 2015 cuando su trabajo fue reconocido. Retirada de la NASA desde 1986, Obama le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad hace sólo dos años, recordando que en materia de igualdad, todavía queda mucho por hacer.