EEUU es un espectáculo de luz, color y clase obrera. El nuevo director de esta película se llama Donald Trump y el filme arranca fiel a su trayectoria cinematográfica: populismo, demagogia y ambigüedad. El objetivo, las clases trabajadoras que le han dado el voto. El guion leído en el Capitolo durante su investidura confirma que el nuevo presidente de los EEUU tiene el mejor ojalá. Ha avanzado la idea de su superproducción y le ha salido un La La Land, en el que los estadounidenses bailan tras recuperar sus puestos de trabajo, hacerse ricos, fortalecer sus fronteras impenetrables, reflotar un ejército imperial y convivir seguros ante el terrorismo. La tierra que funda Donald Trump es la tierra de los sueños, es La La Trump.
Los estadounidenses vuelven a creer porque la única fe es la del futuro y el bienestar. La religión del protagonismo. En la tierra de Trump ellos, el pueblo norteamericano, tiene el foco de la película. Dejarán de ser actores secundarios y sus intereses serán los prioritarios. Que nada habrá antes que ellos, que con ellos hará esa América Grande. “No volveréis a ser ignorados de nuevo”, les asegura. “Vuestra voz, vuestras esperanzas y vuestros sueños nos guiarán en este viaje. Juntos haremos que EEUU vuelva a ser fuerte, rica, que esté orgullosa, sea segura y haremos que vuelva a ser grande”. Alza el puño, empieza el partido.
Donald no quiere saber nada de política, quiere ser el amigo de los estadounidenses. Quiere ser un representante cercano y popular, quiere acabar con quienes se olvidaron del pueblo: "El establishment se protegía a sí mismo, pero no al pueblo", ha dicho en el arranque de su discurso. "Hoy el pueblo vuelve a controlar esta nación". La ideología no le importa, importan las soluciones.
No importa la raza: “Todos llevamos la misma sangre de color rojo de patriotas y todos saludamos a la grandiosa bandera estadounidense”. Tampoco importan si los problemas reales y complejos tienen soluciones simples y poco fundadas: “No debe haber miedo, estaremos protegidos por los mejores hombres y mujeres del Ejército y los cuerpos de seguridad. Y lo más importante, estaremos protegidos por dios”, ha dicho.
En La La Trump tampoco existen los políticos sin soluciones. “No vamos a aceptar políticos que sólo hablen, pero no hagan nada para remediar las cosas. Ya no más mensajes vacíos, es el momento de pasar a la acción”, añade. Es el momento de recuperar los puestos de trabajo, de abrir las fábricas “que han dejado nuestras costas”. La crema populista necesita puestos de trabajo y el director de la nueva película dejará de enriquecer a otros países, para volver ricos a todos los norteamericanos. Donald el ricachón va a acabar con la casta, con los poderosos que han pervertido el sistema. En La La Trump los políticos son representantes de los ciudadanos, no mediadores de los intereses de las élites. En el musical de Donald Trump no hay rancheras ni mariachis, todo es country, Biblia y Cinemascope. Los norteamericanos quieren bailar.