Desconozco por completo el fenómeno 50 sombras de Grey. No he leído los libros, no he visto la primera película y no me atrae nada esa historia erótico festiva de dominación y relaciones peligrosas pero sexualmente excitantes. No soy el público objetivo. Pero uno tiene que cumplir, verla y hacer una crítica, así que estaba obligado a enfrentarme al fenómeno literario y cinematográfico de los últimos años sin anestesia.
Destrozar 50 sombras más oscuras es fácil. Más que fácil. Está tirado. No resiste un sólo análisis. El guion es una sucesión de escenas delirantes, diálogos imposibles y sin chispa, escenas sexuales que parecen de un filme erótico de los 80 y algunos de los momentos más ridículos que he visto el último año (todo lo relacionado con el helicóptero y Grey haciendo caballo con arcos mientras suena Police son la cima de lo trash). Pero sería injusto que yo masacrara una película que no está hecha para mí, sino para los millones de lectores que quieren ver plasmado lo que imaginaron mientras devoraban los libros de E.L. James. Porque eso puedo dar fe, pocas mujeres (y hombres) de cualquier edad no han sentido la curiosidad de escarbar en sus páginas intentando descubrir el misterio o buscando un poco de sexo literario de alto voltaje.
Para solucionar la papeleta tiré de la única que podía iniciarme en el mundo de 50 sombras y decidí que fuera ella la que expresara su opinión. Se trata de mi madre, una de las primeras personas a las que escuché hablar de las novelas mucho antes de que fueran la moda que todos seguían. Ella es lectora compulsiva de novela rosa, no se avergüenza de ello. Ella dice que le gusta leer historias de “amor y lujo”, que no está la vida para sufrir con los libros. Y 50 sombras tenía mucho amor, mucho lujo y mucho sexo. Recuerdo perfectamente cuando descubrí el argumento de las obras y le pregunté si no tenían muchas escenas 'guarrillas': “ay, hijo, no es para tanto”. Ahí estaba ella, con sus casi 65 años dejándome como un puritano en escenas sexuales.
Y así nos plantamos el día del estreno a ver 50 sombras más oscuras, en sesión de madrugada como una pareja de enamorados. Eso sí, en versión original, que hay cosas por las que uno no pasa.
Más carácter
El veredicto de la experta es claro: “me ha gustado”. “Es que me la esperaba mucho peor, pero me quedo con el libro. A veces no tenía nada que ver con lo que había leído, era como una película nueva con cosas que me sonaban”, añade mi madre que también se atreve a usar la palabra “decepción”, porque no han sabido trasladar eso que llaman la esencia del libro.
Para ella la mayor diferencia es que “el libro explica, o al menos yo entiendo, por qué ocurre esta situación y él se comporta así, porque si no parece que sólo hay el morbo por ver una película medio porno, y hay un problema más profundo”. Para los neófitos decir que Christian Grey escoge sumisas con las que firma contratos de dominación como consecuencia de un trauma por el que busca vengarse de su madre, que permitía que abusaran de él. Todo un dramón que en esta segunda parte se limita a dos pesadillas. “En el libro él estaba con un psicólogo para tratar ese problema, porque él lucha contra eso, pero aquí no aparece y es muy importante para entenderle”, cuenta mientras la miro con extrañeza.
Lo que más le ha cabreado es que las películas han reducido al personaje femenino a una comparsa que pone voz de niña todo el rato y acepta todo sin rechistar, a lo que no ayuda la interpretación de Dakota Johnson. “En los libros ella no hace todo lo que él dice, ella tiene carácter, es una chica brillante, hace lo que le viene en gana pero intenta redimir a esta persona. En las novelas los dos son atractivos, pero aquí me quedo con él, ella es un poco tonta y mohína y él es un descubrimiento… ¿cómo se llamaba?”, le respondo que Jamie Dornan y toma nota mental.
Así llegamos al tema espinoso del asunto, las escenas sexuales, que han vendido a bombo y platillo y que en la película hizo que comentáramos entre risas que esto es mucho más light que lo que en su momento fue Instinto Básico. Son tres polvos aderezados con música pop que lo convierten en videoclips. Sólo unas bolas chinas animan un poco el cotarro. Mi madre me explica que “en el libro todas las escenas de sexo son más explícitas". “Ella descubre un mundo sexual que no conocía y él le enseña. Le enseña muchas cosas”, dice misteriosa.
Llegamos a un acuerdo y es que muchas escenas son de película erótica de los ochenta. A ella le ha quedado grabada una en una piscina que no puede ser más hortera: “Esas flores de plástico son del chino, eso es muy cutre”. El 'amor y lujo' se ha quedado corto.
Entendiendo el fenómeno
“Es una película romántica más, como puede ser un Pretty Woman moderno, no tiene ningún tipo de pretensión”, me aclara mi madre. Puede que tenga razón, y en esa comparación encontramos una de las claves, esa “fantasía de poder salvar al malo, un prototipo, si te fijas eso también pasaba en Pretty Woman”, al que una prostituta consigue rescatar de un mundo frívolo y sin amor.
Empiezo a entender un poco el fenómeno, y planteo si al final juzgar a los lectores de 50 sombras de Grey no es algo elitista, una forma de mirar por encima del hombro. Mi madre me cuenta que cuando salieron los libros los bautizaron “como porno para mamás”. “Debieron pensar que no era una etiqueta mala y que así las madres podrían acceder a una literatura que no era la clásica novela romántica, pero yo no lo considero porno, era un tema que no se había tratado y me engancharon”, dice con franqueza.
Para ella está claro que gracias a la saga literaria “en la literatura se ha experimentado con otra forma de ver el amor, y otras formas de hacer el amor, y eso fue un gran descubrimiento”. Eso sí, hay una cosa que la cabrea, los miles de clones que han salido después. “Ahora todas son una copia chunga y mala de lo que han sido 50 sombras de Grey, y todas el mismo estereotipo, hombre rico con un problema que se enamora de una chica diferente”, zanja. Sigo sin entenderlo, pero si hace feliz a tanta gente, entre ellas a mi madre, ya me va bien.