Los Oscar de este año no parecían tener emoción. Todos daban por hecho que La La Land ganaría el premio a la Mejor película y que sólo habría que esperar a ver si igualaba el récord de Titanic o se quedaba por debajo. Al final la ceremonia tuvo un giro final propio de un guionista sádico y no sólo dejó a la película sin premio, sino que durante varios minutos creyó que lo había ganado debido a la confusión de Warren Beatty y Faye Dunaway, que anunciaron el musical como triunfadora para rectificar poco después y decir que Moonlight era la ganadora. Una confusión con el sobre hizo que nadie supiera que pasara, ni siquiera los propios responsables de los filmes.
El actor se dio cuenta de que había un error en la tarjeta -correspondiente al premio a la mejor actriz- con el nombre de La La Land escrito y lo había gritado a los cuatro vientos. Los productores del filme ya lo celebraban en el escenario cuando les avisaron de que el Oscar a la mejor película no era para ellos, sino para el drama racial de Barry Jenkins. Las caras de todos los involucrados fueron un poema y nadie sabía bien si se trataba de una broma cruel o de una chapuza histórica.
La gala ya empezó del revés para la película de Damien Chazelle. Sus tres primeros premios técnicos, esenciales para llegar a ese récord que muchos esperaban, cayeron del lado de La llegada y Hasta el último hombre. Con ellos perdidos ya sabían que la gloria se quedaba lejos. Las cosas se pusieron otra vez de cara cuando empezó a encadenar premios como fotografía y montaje, así como los importantes de la noche que se los llevó casi todos, pero la alegría duró poco. Su botín acabó con el premio a la mejor dirección, actriz, banda sonora, canción original, fotografía y diseño de producción.
El batacazo de La La Land se escuchó desde aquí, ya que nadie esperaba su derrota, y menos después de los premios para Chazelle -realizador más joven en ganarlo- y Emma Stone. Moonlight dio una campanada de las que se recordarán toda la historia y finalmente se fue a casa con tres premios. Película, guion adaptado y actor secundario para Mahershala Ali.
El otro punto candente de la noche era ver cuántas menciones le dedicaban a Donald Trump. El tema político apareció pronto en escena. La gala abrió como un buen show, con una actuación de Justin Timberlake que puso al público a bailar y que dejó paso al monólogo inicial de Jimmy Kimmel, que desplegó inteligencia, acidez y crítica política en un discurso breve y al grano. “Gracias al presidente Trump los Oscar ya no parecen tan racistas”, dijo Kimmel que usó al presidente de punching ball. Para seguir haciendo mofa del republicano pidió un aplauso para “esa actriz sobrevalorada” llamada Meryl Streep, haciendo referencia al tuit de Trump tras los Globos de Oro.
Su segunda intervención siguió la misma línea y pidió a todos los medios de comunicación con la palabra Times que abandonaran la sala, “no toleramos las noticias falsas, los bronceados falsos sí”, atizó el presentador que se convirtió en la gran revelación de la noche y que pidió que conservadores y progresistas dejen atrás sus rencillas para hablar y no discutir. Hasta se atrevió a mandarle unos cuantos tuits a Trump para ver si estaba bien porque no había tuiteado nada en contra de ellos en toda la noche. Además de lo político Kimmel se descubrió como un gran maestro de ceremonias, dio caña, no se cortó y trajo gags brillantes como ese surrealista momento de la visita de los turistas a la gala. La valentía de Jimmy Kimmel sorprendió con el poco arrojo de los ganadores. Ninguno de ellos se atrevió a clamar en contra de Trump, sólo los productores de La La Land en su falso minuto de gloria dijeron que "la represión es el peor enemigo de los sueños".
Lo que estaba claro desde las nominaciones es que si el año pasado fueron los 'Oscars So White', este serían los 'Oscars So Black'. Lo demostraron desde el primer premio, el de Mejor actor secundario para Mahershala Ali por Moonlight. El favorito se llevó uno de los premios más cantados de la noche y que precedió al otro galardón para una actriz de color. Viola Davis ganó su primer Oscar por Fences, lo hizo como Mejor actriz secundaria. Hollywood se rendía a la actriz afroamericana más poderosa en un papel que tiene más de protagonista que de secundaria. La mujer que mejor llora en pantalla lo demostró también con su discurso, demasiado afectado y sobreactuado, en el que pidió historias para la gente común. Davis ya ha ganado el Emmy, el Oscar y el Tony, sólo le falta el Grammy para el famoso EGOT.
Los dos premios de interpretación protagonista fueron para actores blancos. Emma Stone ganó su primera estatuilla por La La Land. Una interpretación magnética que corona a la actriz como la nueva reina de Hollywood, que vuelve a demostrar su tendencia a premiar a mujeres jóvenes y olvidar a actrices maduras. Casey Affleck por su parte venció finalmente a Denzel Washington en el premio más reñido de la noche. La acusación de violación en su contra no ha pesado para la Academia que ha reconocido su conmovedora interpretación en Manchester frente al mar como la mejor del año. La película de Kenneth Lonergan también logró el premio al Mejor guion original.
El tono político de la gala hizo que el Oscar a la Mejor película extranjera cayera del lado de Asghar Farhadi por El viajante en vez de ir para la favorita Toni Erdmann, de Maren Ade. La alemana perdió un galardón que todos daban por hecho. Farhadi no acudió a la gala “en respeto por la gente de mi país y de los otros seis países víctimas de una falta de respeto al ser prohibida su entrada en los EEUU”. Era el enésimo dardo a Donald Trump y la ceremonia no había llegado a su ecuador. También se lo lanzó Gael García Bernal. Como en aquel 2003 en el que se jugó su carrera en Hollywood por decir No a la Guerra, en esta ocasión se manifestó “en contra de cualquier muro que intente separarnos".
El cine extranjero cobró una inusual importancia en la ceremonia, otra forma de dar en la cara al presidente republicano. Se las mencionó en constantes ocasiones, y con el premio ya entregado hubo un vídeo con imágenes de filmes como La strada, Amelie o Hable con ella, en el que gente de todo el mundo contaba cuál era su película favorita. “El cine es el único arte que puede unir a las personas”, decían en un vídeo emotivo y reivindicativo. Por su parte, la unión Disney/Pixar no dejó opciones en las categorías de animación. Zootrópolis se hizo con el premio al Mejor largometraje y Piper el de cortometraje.
Al final, la que se preveía que iba a ser la gala más aburrida en años terminó con un error garrafal que pone a los premios en entredicho, pero que animó una velada que pasó a la historia, aunque no por los motivos que todos esperaban.