Alex de la Iglesia siempre viste de negro. Como su humor. Viste de Alex de la Iglesia y cuando lo miro siento que es una especie de Grace Stewart, la protagonista de Los Otros, y que lleva quince llaves colgadas de la cintura con las que abrir y cerrar cincuenta puertas. Nada es lo que parece detrás de esas puertas. Algunas permiten el acceso a lugares fantásticos y luminosos mientras que otras lo hacen a estancias en penumbra, donde está terminantemente prohibido que entre la luz del sol.
Alex de Iglesia es, con seguridad, el director de cine con peor carácter en los rodajes pero que mejor ha entendido el futuro de la industria cinematográfica –si es que existe en este país-. Y tal vez eso también sea una consecuencia de su carácter. Hace siete años, ya se atrevió a verbalizarlo ni más ni menos que en la gala de los premios Goya, delante de lo más destacado de la profesión, en uno de los discursos que ofreció como presidente de la Academia. Recuerdo dos: el de 2010 y el de 2011.
Alex de Iglesia es, con seguridad, el director de cine con peor carácter en los rodajes pero que mejor ha entendido el futuro de la industria cinematográfica –si es que existe en este país-
Ambos frente –o contra- Ángeles González Sinde, en aquel momento ministra de Cultura, por aquella disposición de la Ley de Economía Sostenible que conocimos como ‘Ley Sinde’. Nadie, de todos los invitados a la ceremonia interrumpió con aplausos de aprobación ninguno de los discursos. Fue entonces cuando muchos comprendimos que la autocrítica, esa misma que les exigimos a los demás, es un traje muy incómodo cuando somos nosotros mismos quienes tenemos que lucirlo.
Estilo Chuck Norris
Alex de la Iglesia ha abierto muchas puertas en el cine español y, de rebote, en nuestra sociedad. Otra cosa es que su carácter le empuje a hacerlo al estilo Chuck Norris. Tiene llaves, pero ¿quién quiere usar una llave si puede derribar la puerta con una patada, con un tomahawk o con la cabeza de uno que pasaba por ahí? Eso es pensar en cinemascope y dolby surround. Eso es pensar en cine.
Algunas de las puertas que Alex abrió se han arrancado de sus bisagras para despejar el espacio. Otras, volvieron a cerrarse para que la luz no nos permitiese tratar el tema del olor de las tuberías. Tengo la sensación que nada de todo aquel debate sobre propiedad intelectual, copyright, internet y descargas que impulsó el director de El Bar, película que se estrena hoy, sirvió para algo. Con su dimisión, todo volvió a silenciarse. No he vuelto a escuchar a nadie hablar de que la ley de economía sostenible no era una buena ley de cultura sostenible.
Tengo la sensación que nada de todo aquel debate sobre propiedad intelectual, copyright, internet y descargas que impulsó el director de El Bar, película que se estrena hoy, sirvió para algo
No escuché a nadie denunciar que el autor de una novela se lleve un diez por ciento de cada ejemplar vendido –eso significa que cobras un poco más de un euro por cada libro (multipliquen ahora lo que tienes que vender para juntar un sueldo)- cuando la ley de economía sostenible hacía más sostenible el negocio del editor y no la vida del escritor. Alex de la Iglesia lo dijo y a los empresarios de la cultura no les gustó escucharlo: no hay que tenerle miedo a Internet. De hecho, cada vez conozco más creadores que optan por eliminar al intermediario y vender su propia creación –ya sea música, literatura, arte y, muy pronto, ficción audiovisual- directamente al consumidor. Eso sí hace sostenible la vida del creador.
Yo mismo he pensado en autoeditarme mi próxima novela, tras sufrir lo injusto y humillante que resulta el reparto económico, e Internet y sus usuarios son quienes pueden hacer posible que pueda vivir de lo que escribo. Ellos y no mi ex editor. Pero esa puerta, ese debate que hace siete años inició Alex de la Iglesia sigue hibernando. La crisis económica calló todas las voces. Seguimos hablando de piratería, de desinterés por la cultura, del ‘todogratis’, pero nadie ha vuelto a hablar del escritor, del músico, del ilustrador y de cómo se ganan la vida.
Brusco y legítimo
Alex de la Iglesia es brusco. Como alguno de sus personajes. Como su manera de dirigir cine. Pero eso no deslegitima su discurso. Puede que las formas incomoden pero deberíamos prestarle más atención y no tratarlo como el padre freak del cine español porque Alex es mucho más que eso.
Primero, por dignificar, precisamente, el término freak. En España, el freaky era una persona que habitaba un submundo, un ser parodiable, al margen de lo convencional y, en ocasiones, un bufón del que burlarnos sin remordimiento de conciencia. Alex le dio su lugar en el cine abriendo la puerta a un género cinematográfico que en España no existía (el fantástico) y cuestionando la alta cultura y sus prejuicios.
¿Por qué alguien que vive por y para Star Trek, Harry Potter o los cómics de la Marvel es un freaky y alguien que vive por y para antigüedades o folclore medieval es un erudito?
¿Por qué alguien que vive por y para Star Trek, Harry Potter o los cómics de la Marvel es un freaky y alguien que vive por y para antigüedades o folclore medieval es un erudito? Estos días, en el marco del festival de Málaga, dos realizadores han rendido homenaje a Alex de la Iglesia con el documental Herederos de la bestia.
Diego López y David Pizarro han reunido a un nutrido grupo de realizadores españoles que ‘la industria’ había decidido arrinconar en el cortometraje. El día de la bestia cambió todo eso y ‘esos frikis’ comenzaron a rodar largos y a hacer taquilla. Puede que Alex de la Iglesia sea el director que mejor empieza sus películas y que peor las acaba pero lo que parece indiscutible es que es el tipo de creador/autor que necesita cualquier cinematografía que se precie.