El 8 de abril ETA entregará las armas. Se pone fin a una de las partes más oscuras de la historia de España. Un paso para que la banda terrorista forme parte del pasado de una vez por todas. Sin embargo, el cine ya había desarmado al terrorismo vasco mucho antes. Desde aquel lejano 1959 los directores se han visto hipnotizados por su historia y la han retratado en más de cincuenta largometrajes para cine y otros veinte para televisión desde que en 1977 se estrenara Comando Txikia de José Luis Madrid. El cine, como cronista del horror que sacudió a España y como hizo la propia sociedad, fue cambiando su visión sobre ETA según avanzaba el tiempo y se pasaba de una dictadura a una democracia, hasta llegar a la tregua y esta entrega de armas.
La relación entre ambos es el objeto de estudio del Catedrático de Historia Contemporánea Santiago de Pablo, que en Creadores de sombras, ETA y el nacionalismo vasco a través del cine (Editorial tecnos) estudia cómo éste retrató a la banda y cambió su enfoque con el paso de los años. Una investigación de más de siete años para este experto en la evolución del nacionalismo en el País Vasco que descubrió que el cine “influye en el imaginario” de la gente y comenzó a estudiar “cómo representaba” el independentismo y el terrorismo durante el siglo XX.
Lo primero que destaca el autor del libro es que “ha habido mucho más interés en ETA que en el nacionalismo vasco. La inmensa mayoría se fijan en la banda terrorista por motivos cinematográficos, porque es mucho más espectacular cinematográficamente y ha sido una historia trágica en nuestro país, pero su representación ha sido mayor de lo que se piensa. Se suele decir que no hay cine sobre ETA, pero hay más del que se piensa”, cuenta De Pablo a EL ESPAÑOL.
El cine español, en su representación de la cuestión vasca, ha vivido la misma evolución que la sociedad, y las primeras películas que llegaron en los años de la Transición no tiene nada que ver con las que lo hicieron con una democracia más madura y que había vivido la crueldad de la banda terrorista en atentados como el de Hipercor. Por ello el libro y Santiago de Pablo marca dos expresiones del terrorismo claras. La primera -de las que filmes como Operación Ogro, de Gillo Pontecorvo (1979), y El proceso de Burgos, de Imanol Uribe (1979), son máximos exponentes- mitifican la ETA del franquismo y separan entre una banda buena, la que actuó durante los años de dictadura y una mala que lo hizo durante la democracia.
Desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco el cine empieza a tener una visión más valiente y real. En los ochenta se ve al terrorista con cierta simpatía, como un producto del franquismo
“Hay excepciones, pero sí eso es lo que ocurre en los años 80. En general creo que desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco el cine empieza a tener una visión más valiente y real. Ha habido una evolución que es la de la propia sociedad vasca y española. En los ochenta se ve al terrorista con cierta simpatía, como un producto del franquismo, hasta que se tiene una verdadera consciencia de lo que es”, explica el autor. Esto se ve en que hasta el año “90 las víctimas no aparecían, sólo lo hacían cuando eran asesinadas”. “Había silencio, y también lo había en la calle, en las manifestaciones y en los partidos políticos, todos van de la mano”, añade.
Las películas dan una “cosmovisión histórica de la izquierda nacionalista radical”, según la cual “el terrorismo de ETA no sería más que una reacción ante la represión sufrida por el País Vasco, y en particular ante el bombardeo de Guernica”, dice De Pablo en su obra. “El hecho de que ETA naciese durante el franquismo hace que en España y en el extranjero se les vea como representantes, no de algo bueno, pero sí de un pueblo oprimido que reaccionan ante una violencia del Estado. En El proceso de Burgos se mitifica a los terroristas como victimas de la dictadura, y durante bastante tiempo se mantiene esa mitificación por el origen que tiene”, cuenta el historiador a este periódico.
Cambio de mentalidad
Si bien ya se habían hecho películas con una visión negativa de ETA como Ander y Yul, de Ana Díaz (1989) o Sombras en una batalla, de Mario Camus (1993), son los atentados cometidos en democracia los que hacen que cambie la mentalidad. “Los apoyos a ETA y a HB fueron bajando y todo estalla con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, estalla una rabia popular también en el cine”, cuenta Santiago de Pablo que explica lo difícil que era “no hacer una película de buenos y malos”. “Queríamos que lo malo fuera muy malo y por eso es difícil hacer películas buenas, profundas y éticas sobre el tema”, incide.
Con el desarme a la vuelta de la esquina, Santiago de Pablo cree que “puede provocar más películas”. “ETA ya no es una cuestión que nos preocupe en el día a día como antes, pero ha sido algo que este país ha vivido y ahora que hablamos tanto de memoria, no podemos olvidarnos como si no hubiera pasado nada. Hay tragedias, también puede haber comedia… siempre habrá cine sobre ETA, y cierta distancia y el hecho de que esperemos que se disuelva pronto, hará que haya cineastas que busquen otras historias y que logren reflexiones también mejores”, valora el autor de Creadores de sombras.
ETA ya no es una cuestión que nos preocupe en el día a día, pero ha sido algo que este país ha vivido y ahora que hablamos tanto de memoria, no podemos olvidarnos como si no hubiera pasado nada
De Pablo no se atreve a dar una nota al conjunto de películas que se han realizado sobre el independentismo y ETA, pero cree que es verdad que “en general” no han aprobado, aunque destaca la presencia de “películas que son buenas cinematográficamente y han aportado una valoración crítica y nos han hecho pensar”, como Yoyes, La casa de mi padre, Asier y yo, Negociador o la importancia del primer cine de Imanol Uribe o los documentales de Iñaki Arteta. El 8 de abril se vivirá un nuevo punto de inflexión en la historia de la banda terrorista y de España, también en el tratamiento que haga el cine a partir de ahora.