Niños de 50 años: los síndrome de Down quieren hacerse mayores
El documental 'Los niños', de Maite Alberdi, muestra qué ocurre con estas personas cuando pasan de 25 años y la sociedad y las instituciones les excluyen de la vida adulta.
10 mayo, 2017 03:20Noticias relacionadas
Anita es la novia de Andrés, que hasta ahora había sido un mujeriego, pero ha sentado la cabeza. Ricardo es el líder del grupo, el más querido por todos, pero también el más responsable. Rita, por su parte, quiere sus ahorros para comprar juguetes. Todos son amigos desde hace años y siguen en el colegio. Lo único diferente es que todos tienen más de 40 años. ¿Y qué hacen personas adultas y crecidas entre las cuatro paredes de una escuela? La respuesta es mucho más difícil de lo que parece. Todos tienen síndrome de Down.
Esa cuestión es la que intenta responder Los niños, el documental de Maite Alberdi que se ha presentado en DocumentaMadrid y que sigue a esta pandilla de amigos que siguen yendo al colegio en Chile y dando clases a pesar de su edad. Es la confirmación de que a todas aquellas personas con Down se les trata como si fueran pequeños. Da igual que hayan demostrado que pueden integrarse en la sociedad, tener trabajo, pareja y hasta ser independientes, la sociedad les sigue tratando como si no pudieran, infantilizándoles y fomentando su marginación en el mundo real.
Los niños, que ya desde su título juega con esa dicotomía, enseña de verdad a estas personas y a cuestionar la forma en la que las instituciones ayudan a que se perpetúe este trato. La directora ya había tratado el tema de forma tangencial en su anterior documental -La Once, que fue nominado al Goya-, pero ahora posa su mirada directamente en estas personas y la forma en la que están desasistidas por las administraciones públicas. En este caso en Chile, aunque se pudiera extrapolar a cualquier país del mundo.
Y eso que sus aspiraciones son las mismas. “Me gustaría hacer muchas cosas aparte de ir al colegio”, dice Anita al principio de la película. Luego, a toda la clase se le pregunta lo mismo, ¿quiénes somos? Ellos lo tienen claro, “¡adultos conscientes!”. Ahora queda que les dejen demostrarlo. En esta escuela especial se les enseña gastronomía y hacen sus propios pasteles y galletas que venden a la gente. Por su trabajo reciben un dinero que muchos ahorran soñando con su independencia. Ellos tienen historias de amor, procesos internos, trabajos y quieren formar una familia, pero para el resto del mundo lo que necesitan es alguien que les cuide porque no se valen por sí mismos.
Se ve claramente cuando les preguntan qué quieren para el futuro. Una pregunta que normalmente se hace a niños de 10 años, y aquí se hace a personas de más de 40. Ricardo apuesta por un trabajo “para ganar lo suficiente y vivir con mi mujer”. Anita quiere “permiso para casarme con Andrés”, él quiere “hacer una vida normal que nunca he tenido”.
Vida más allá de los 25 años
La raíz de la falta de atención está en la incapacidad de reacción. Hace años la expectativa de las personas con síndrome de Down era de 25 años, pero "ahora viven más de sesenta años y nadie, ni sus padres, ni la sociedad, estaban preparados para esto", contaba la directora a la agencia EFE en la presentación del filme en el certamen que se celebra hasta el 14 de mayo.
La realizadora empezó a bucear hasta descubrir cuánto se excluía a estas personas. "En Latinoamérica se entiende al discapacitado como sujeto de caridad, no sujeto de derecho. No se pueden casar, los pueden esterilizar de niños y la ley del trabajo permite no pagarles ni siquiera el salario mínimo. Al revés, les pagan salarios ridículos, el equivalente a diez euros al mes", decía en la misma entrevista.
En España, asociaciones como Down España luchan por asegurar la igualdad de derechos para todos ellos, aunque no cesan en su lucha y critican que el acceso al empleo siga siendo complicado. También han pedido cambios en la ley electoral para que se permita a las personas incapacitadas poder votar sin preguntarle al juez si están preparadas para hacerlo o no.
Los niños nace de esa pregunta que se les hace a niños y personas con síndrome de Down sobre qué quieren ser, y que en el fondo es la prueba perfecta del trato infantil que se les da. Por ello también se les esconde la muerte, que se convierte en un tema tabú para ellos. La película muestra el momento en el que uno de ellos pierde a su padre. “No me dijo que se iba”, llora amargamente Anita, que encuentra palabras de consuelo en su novio Andrés, que le promete estar a su lado y le recuerda que “la muerte no existe porque esas personas se quedan acá, en el corazón”. Una muestra más de la sobreprotección a la que se ven sometidos a pesar de que su forma de comportarse, sus actos y sus capacidades les hacen tener pleno derecho para cumplir esos sueños que la sociedad les sigue privando.