¿Hay algo después de la muerte?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos? Las mismas preguntas desde hace miles de años. Da igual lo mucho que avance la ciencia o la tecnología, nadie encuentra las respuestas. El ser humano puede construir ordenadores más inteligentes que ellos mismos, pero que no podrán resolver los misterios que dan lugar a esa división entre ciencia y fe que sigue centrando las discusiones más acaloradas. Muchos piensan que creer en el más allá es una forma de afrontar la pérdida, o ese destino irremediable que es la muerte. Pensar que un ser querido está en un lugar mejor, o que cuida de nosotros desde allí, es más reconfortante que creer que se acabó para siempre.
El duelo es uno de los estados más frágiles, y es justo en ese momento en el que Olivier Assayas coloca a la protagonista de su nueva película, Personal Shopper. Ahí tenemos a Kristen Stewart, que tras perder a su hermano gemelo tiene que afrontar que se ha ido. Para enrevesarlo todo ambos tenían la misma patología en el corazón y una sensibilidad especial para sentir presencias del más allá. Mientras que Lewis, el chico, se considera un médium, ella rechaza la palabra e incluso se empeña en negar su don. Sabe que la ciencia es la parte lógica, pero ella siente a su hermano una vez ha fallecido, así que se empeña en contactar con él. Se va a la casa donde vivía y allí lo intenta por las noches. Frío, vaho, ruido de suelos crujiendo… todos los clásicos del cine de terror.
Y es en ese momento donde Assayas le da la vuelta a los clichés y revienta la cabeza a los más sesudos. ¿Y si los fantasmas se adaptaran a los nuevos tiempos para comunicarse con los vivos? Es decir, ¿y si tu hermano muerto te mandara un whatsapp desde el más allá? En Personal Shopper Assayas juega a reinventar géneros y pone a Stewart a chatear con presencias desconocidas. Alguien que parece observarla e incluso cuidarla, que sabe más de ella que nadie. Un ente que prefiere los móviles a las ouijas. Como Assayas está de vuelta de todo, hasta se las apaña para justificarlo. Usa como ejemplo a la pintora Hilma Af Klint, que se introdujo en la pintura abstracta años antes de que fuera oficialmente fundada, y lo hizo tras sesiones de espiritismo con su grupo de amigas. “Los espiritistas siempre han estado muy cerca de la vanguardia tecnológica”, dicen en el filme, que también recuerda las aficiones paranormales de Víctor Hugo.
Si el doble check del WhatsApp ya daba miedo, imaginen que cualquier espíritu burlón pudiera usarlo. Gracias a esas conversaciones entre la protagonista y esa identidad oculta uno descubre cómo es en realidad. Personal Shopper habla de fantasmas, pero sobre todo de los que uno tiene dentro. “Quisiera ser otra persona”, dice Stewart a su espíritu whastappero mientras se calza los zapatos de la diva para la que compra la ropa. Porque esa es otra de las capas que introduce Assayas. Además de médium la protagonista es compradora personal de una estrella egoísta que tiene todo a su poder y para la que hace los recados más fashion. Una crítica al 'star system' soterrada en este cuento fantasmagórico que adquiere tintes de thriller en su último tercio.
Musa Stewart
Personal Shopper es también la demostración del talento de Kristen Stewart. Realmente es la confirmación, porque Assayas ya vio el potencial de la actriz en su anterior filme, Viaje a Sils María, por la que se convirtió en la primera norteamericana en ganar un premio César en una categoría interpretativa. Ahora vuelve a confiar en ella para un filme radical que dinamitó a la prensa en su pase en Cannes.
El jurado reconoció su trabajo, pero las críticas fueron demoledoras y los abucheos al palmarés una constante. En lo que todos coincidían es que Stewart está soberbia. Magnética a la vez que frágil y divirtiéndose con un papel que sólo las más osadas hubieran aceptado. Ni rastro de aquella estirada adolescente que forró carpetas de todo el mundo con la saga Crepúsculo. Ahora hace lo que quiera y dice lo que quiere. Sólo hay que ver su monólogo en el Saturday Night Live donde gritaba a los cuatro vientos que era bisexual y que a nadie le tenía que importar un carajo.
A Kristen le gusta el riesgo, y eso se nota -para bien- en esa radical reflexión sobre el dolor y la pérdida que es Personal Shopper. “No puedo estar todo el día de duelo”, dice uno de los personajes del filme, la respuesta es cómo superarlo.