“Gracias Pedro Almodóvar, por ponerlo tan díficil, por ser tan minucioso, tan impecable, tan difícil a veces, porque eso hace que una lo pase fatal y quiera mejorar”. Las palabras son de Emma Suárez al recoger el Goya a la Mejor actriz principal por Julieta. Decía en voz alta un secreto a voces, lo complicado que son los rodajes con el director. Él mismo hablaba en el libro Los archivos de Pedro Almodóvar sobre esa leyenda urbana."No soy ningún dictador, pero sí un espejo insobornable de sí mismos y de su trabajo. El malestar procede de lo que los actores ven en ese espejo: un fiel retrato de sí mismos que no siempre les gusta", decía.
Salía así al paso de los rumores y de las palabras de Carmen Maura, la única actriz que se había quejado públicamente y confesado que “el único momento de mi vida en el que lo he pasado muy mal en un plató fue haciendo Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Ahora ha sido Lluís Homar, protagonista de Los abrazos rotos y La mala educación, quien en sus memorias Ahora empieza todo (Now Books) ha contado su experiencia junto al director en unos rodajes en los que aseguró pasar "del cielo al infierno" y en los que tenía que "doparse para quitar de encima la ansiedad".
Homar hace un alto en el camino en sus extensas memorias para dedicar un capítulo recogido por Europa Press sobre su trabajo junto al cineasta manchego, que le ocupó alrededor de cinco años. En la primera colaboración entre ambos, el actor reconoce que tuvo "una actuación bien valorada" e incluso Almodóvar le defendió públicamente para optar al Goya a mejor actor secundario, todo cambió con su segunda colaboración. "Con Almodóvar aprendí muchas cosas. Del cine y de lo que lo rodea, con él entras en otra dimensión. Él estaba fascinado conmigo y yo con él, (la promoción de La mala educación) fue apoteósica, viví en la gloria durante unos días. Si me hubieran llegado a decir cómo acabaría todo, no me lo creería", relata Homar en sus memorias.
La relación comenzó a torcerse con el ofrecimiento del cineasta de un papel protagonista (Homar bromea en el libro recordando que Almodóvar dice 'protagónico') y el principio de responsabilidad que empezó a sentir el actor catalán. "A pesar de sentirme escogido, también tenía mucho miedo de no estar a la altura", recuerda Homar, quien señala que ya desde el inicio del rodaje en Lanzarote "todo se fue complicando y las cosas no funcionaban".
Cuando ensayábamos ya había algo que no iba bien. 'Me suena teatral', me decía cuando pasaba texto. Yo me sentía cohibido, paralizado, sin saber por dónde tirar. Todo era no
El intérprete daba vida a un personaje ciego y, a pesar de un duro ensayo previo de cuatro meses, reconoce que el aire que le dio a su papel no le gustó a Almodóvar. "Cuando ensayábamos ya había algo que no iba bien. 'Me suena teatral', me decía cuando pasaba texto. Yo me sentía cohibido, paralizado, sin saber por dónde tirar. Todo era no. 'Vamos a trabajar los tonos', decía, y yo sentía una inseguridad abismal. Y cualquier propuesta mía recibía, generalmente, una respuesta: no", apunta Homar.
El actor enumera distintos episodios en los que se encontraba a sí mismo "llorando, abrazado a él, perdido y esperando una guía para el desarrollo del personaje", e incluso recuerda que en los últimos días de rodaje tomaba un valium "para estar en condiciones": un "dopaje para quitar de encima la ansiedad". También reconoce que llegó a enfrentarse abiertamente a Almodóvar. "Recuerdo otro día en el que no sé cómo, me medio enfrenté a él. Almodóvar me estaba dando indicaciones y acabó diciéndome: 'Es que no me entiendes'. Y a mi solo me salió responderle: 'Es que a lo mejor no te explicas bien'", señala.
El actor reflexiona sobre lo que pudo haber fallado en esos días de rodaje y una de las conclusiones es que "tal vez" no sé integró "como Almodóvar quería en su séquito". En cualquier caso, reconoce que años después es cuando ha "empezado a perdonar" al cineasta manchego, del que no quiere "reprocharle" capítulos como el de la rueda de prensa de presentación.
"Ya no quiero pensar que me ignoró delante de todo el mundo y ni tan siquiera me citó cuando empezó a dar la palabra a los actores para que intervinieran, ni quiero pensar que lo que tendría que haber hecho es levantarme y marcharme. Ya no quiero buscar razones para enfadarme, aunque tendría, seguramente, muchas. No. Ahora lo que quiero es dejar espacio a la pena, porque todo fue como fue y no de otra manera, y mi relación con Almodóvar es la que es", resalta.
Sólo supe hacer una cosa, sufrir, pero en vez de recordar los malos momentos en los que la personalidad avasalladora de algunas personas me atrapó, ahora puedo ser yo quien apueste por mí mismo
Así, pese a insistir en que durante el rodaje no tendría que "haber permitido muchas cosas", entiende que "estos batacazos te hacen crecer". "Sólo supe hacer una cosa, sufrir, pero en vez de recordar los malos momentos en los que la personalidad avasalladora de algunas personas me atrapó y me convirtió en un ser dependiente, ahora le puedo dar la vuelta y ser yo quien apueste por mí mismo", añade.
El actor continúa su relato de los años 'post-almodovarianos' con la llegada de "dos personas fenomenales" a su vida que "dieron la vuelta a la situación" que vivía. Así, Sílvia Quer, quien le dirigió en la miniserie 23-F: El día más difícil y Emilio Aragón, que hizo lo propio en Pájaros de Papel, ayudaron a cambiar el chip al actor, aún a pesar de que "cada vez que sonaba la palabra 'acción'" Homar escuchaba todavía "aquella voz: '¡No, no es eso, no, no, no!".
En Ahora empieza todo, con edición del periodista Jordi Portals, Homar hace un recorrido por toda su trayectoria vital y profesional, desde sus inicios en el Teatro Lliure hasta estos últimos años en los que alterna su amor por el teatro con trabajos en cine y televisión. El actor admite que ha necesitado 60 años para "salir del caparazón", pero que la idea de estas memorias es la de "transmitir que la vida hay que disfrutarla y exprimirla".