Uno está tan a gusto en la butaca con sus palomitas, absorto en la historia, cuando algo le saca de su estado de hipnosis. Una voz chirría en la película, no pega, está forzada, pero suena familiar, en algún sitio la ha oído antes. La voz suena otra vez y rápidamente cae en la cuenta. Ese GPS que da consejos a una de las protagonistas de Cars 3 no es otro que Fernando Alonso, que durante unas horas cambia el monoplaza por el cine para doblar un personaje que en otras versiones también han hecho pilotos de Fórmula 1. No es un novato en estas labores, ya participó en las anteriores películas de la saga de Pixar, y ahora le acompañan Carmen Jordá y Antonio Lobato.
El cine de animación instauró desde hace años la tendencia de que famosos doblaran a sus personajes como gancho comercial para las audiencias. La jugada ha sido exitosa en ocasiones. José Mota y Juan Cruz convencieron como Shrek y Asno, pero en otras, el resultado ha rozado el ridículo. Fernando Tejero fue el blanco de las críticas por dar voz al protagonista de El Espantatiburones, y Mario Vaquerizo demostró que no es lo suyo en Hotel Transilvania. No sólo los dibujos han sufrido esta moda, Gomaespuma también destrozaron Ali G.
Esto es el resultado de trasladar la función del doblaje a gente que no está preparada para ello. Poner voz a los personajes es algo que se estudia y se practica. En España es, además, algo fundamental para la industria y, sin embargo, siguen siendo ignorados y sufren el intrusismo en su profesión. Entonces, ¿por qué siguen doblando famosos? Para Adolfo Moreno, presidente del sindicato de actores de doblaje (ADOMA), está claro que es porque “las distribuidoras piensan que el reclamo de un famoso puede ser interesante para sus intereses, pero para el resultado final de la película no lo es”. Para este profesional del sector, siempre “es bueno que los profesionales hagan los trabajos, y el resultado final,a las pruebas me remito, queda mejor con profesionales que con gente que no lo es”.
Prefiere no dar nombres para no hacer leña del árbol caído, y sólo recuerda el doblaje de Dani Martín en Escuela de Rock. “Él es un tío majísimo, y él mismo dijo que no lo volvería a hacer nunca”, recuerda Moreno que cree que el problema se extiende “al mundo de la interpretación”. “Es habitual en cine y en teatro, incluso en la radio, que haya gente que tiene un reclamo distinto a su profesionalidad. Se da en campos interpretativos y eso genera desprotección. Es complicado cerrarlo, porque si al dueño o al espectador le convence, poco tenemos que hacer, pero claro que hay desproteccion, porque somos un sector en el que el intrusismo es mucho mayor que en otros”, aseguran desde ADOMA.
Luego a nosotros nos pelean cada céntimo de cada salario y cuando llega un famoso hay un presupuesto mucho mayor. Es duro ver que tienen más tiempo y están más valorados
El presidente del sindicato de dobladores prefiere no generalizar, y aclara que hay casos, como el de Ferrán Adriá en Ratatouille o incluso el de Fernando Alonso en Cars, que son “personajes muy pequeños, una pincelada que incluso puede ser divertida para los aficionados. Eso no afecta al global de la película, el problema surge cuando es un protagonista o con mucho papel, ahí sí se nota”, apunta Moreno que cree que tendría que ser el público el que hiciera “ver a los dueños que lo que están haciendo con intención de que producto sea mas atractivo está consiguiendo el efecto contrario”.
Diferencia de salario
Llevar famosos a doblar una película significa también ralentizar el proceso. No tienen el ritmo, ni la técnica, y tienen que coger un ritmo que los profesionales ya tienen interiorizado. “A ellos les dan el doble de tiempo que a nosotros. Es más pesado y más lento, pero a pesar de eso lo hacen”, apunta Adolfo Moreno, que cree que esta diferencia de consideración va acompañada de una brecha salarial. “Sería absurdo que no lo fuera, y eso es lo más sangrante. Luego a nosotros nos pelean cada céntimo de cada salario y cuando llega un famoso hay un presupuesto mucho mayor. Es duro ver que hay alguien que no es profesional y que tiene más tiempo y está más valorado, aunque el resultado final, no sea profesional en algunos casos”, explica el presidente de ADOMA.
Ese intrusismo provoca que haya menos papeles para los actores del doblaje, porque “todos los papeles que los haga un famoso son papeles que no doblan los profesionales, eso está claro, aunque creo que ahora mismo no es un nivel dentro de lo preocupante”. La solución no es fácil. La elección depende de una empresa privada que considera que con estas decisiones atraerá a más público aunque el resultado sea peor. Queda mucho por avanzar para conseguir que los dobladores tengan la misma consideración que otros profesionales de la industria del cine, a los que a nadie se le pasaría por la cabeza sustituir por un cocinero o un piloto de carreras.