Atómica es una película con aciertos pero frustrante. Tiene a una inmensa Charlize Theron como protagonista y varios momentos brillantes. Pero ni es exactamente lo que parece ni da exactamente lo que promete. Sería muy injusto tacharla de chasco por no ser la película que yo quería o esperaba ver: un John Wick con protagonista femenina, otro ejercicio de cine acción –o de abstr(acción)– frenético, zumbado, narrativamente minimalista y que no dé tregua a la acción física.
Atómica no es la película que yo quería o esperaba, pero eso es problema mío, no de la película. Incluso también sería injusto echarle la culpa por no ser exactamente el filme que nos han vendido: no he visto un solo póster de Atómica que se ajuste a la película que es.
El primer largometraje en solitario de David Leitch, productor y codirector (no acreditado) de John Wick (Otro día para matar) (2014), es un poco frustrante porque ese “expectativas versus realidad” lo lleva incorporado. Aparenta ser lo que no es. Tiene el envoltorio de un thriller atómico pero es una película de espionaje farragosa, plúmbea y, a ratos, directamente incomprensible.
Desequilibrio de fondo y forma
Situada en Berlín en 1989, Atómica arranca con unos títulos de crédito ochenteros pretendidamente cool, hay neón por todas partes, su banda sonora es una colección de hits tan infalible como poco original (Blue Monday de New Order, London Calling de The Clash, Behind the Wheel de Depeche Mode…) y el look de la protagonista es total. Imposible no rendirse a los tacones, los abrigos hasta los pies y las gafas de sol de Lorraine Broughton, la espía del MI6 a quien da vida Charlize Theron, una suerte de Debbie Harry vestida para matar. No es una frivolidad. Atómica se regodea en el estilismo de la protagonista, un 50 % de lo icónico del personaje está en él.
De hecho, el principal problema de la película tiene que ver son eso. Su vistoso dispositivo estético, un cruce imposible pero irresistible de épocas, estilos y modas, viaja casi todo el rato en paralelo a la narración. Forma y fondo casi ni se tocan. Atómica tumba con un guión confuso y a ratos tedioso las expectativas que genera su sofisticada puesta en escena, y solo levanta el vuelo en las escenas en las que ambas cosas se fusionan: las de acción.
La intriga bordea el despropósito y las escenas de interrogatorio no las salvan ni su trío ganador (Charlize Theron, Toby Jones y John Goodman), pero las secuencias de acción son un festival, un deleite. La larguísima secuencia en la que Lorraine Broughton patea a los malos en un destartalado edificio de Berlín es una barbaridad, quizá la mejor secuencia de acción que veamos este año.
Coreografía de acción
Pura lucha cuerpo a cuerpo. Realizada y coreografiada con maestría, física, rotunda, memorable. Y no es la única (aunque sí la mejor). David Leitch, especialista, coordinador y coreógrafo de escenas de acción antes de ponerse a dirigir, lo da todo ahí. Esas (pocas) escenas son tan buenas que dan ganas de perdonarle a Atómica el desajuste global y todos los males.
Esas escenas, Charlize Theron y su personaje. Lorraine (ella y la historia están inspiradas en la novela gráfica La ciudad más fría, de Antony Johnston) está por encima de su misión y de todos sus comparsas masculinos. Es un buen personaje, directo al podio de las mejores heroínas de acción de los últimos años. Y Theron, enorme en cada plano, se confirma tras su Imperator Furiosa (su personaje en Mad Max: Furia en la carretera) como una de las figuras clave del moderno cine de género.