El cine, la televisión y la literatura han intentado esconderlo, pero las mujeres también hablan de sexo. Lo hacen tanto o más que los hombres. Durante años el audiovisual vendió una visión timorata de la mujer. Una señorita que se escandalizaba cuando alguien decía un taco y que sólo buscaba el príncipe azul. Pero algo ha cambiado, las nuevas generaciones de guionistas y, especialmente las cómicas, se han plantado y desde hace años han empezado a expresarse sin tabús. A muchos todavía les extraña, pero sólo reflejan la forma de hablar de las mujeres de hoy en día, que pueden charlar del tamaño del miembro de su amante igual que del último estreno del director de culto del momento.
Antes se estigmatizaba a la mujer que se atrevía a hablar de todo sin tapujos. Quedaba encasillada en el papel de ‘fresca’. No había otro lugar para ella. Por eso es importante lo que series como Sexo en Nueva York, Girls y mujeres como Tina Fey o Amy Poehler han logrado. Ellas pusieron la alfombra para que llegara alguien como Amy Schumer, que las deja a todas como hermanitas de la caridad con su humor bruto, sexual y sin límites con el que deja en evidencia a todo y todos.
Schumer no se queda en el gag zafio, en el caca, culo, pedo, pis, sino que utiliza su arsenal para dinamitar lo políticamente correcto. Hay que tener un cerebro privilegiado, una lengua viperina y mucha jeta para hacer bromas sobre orgías feministas o sobre tu propia vagina constantemente. Ella no sólo lo hace, sino que además ha conseguido normalizarlo y dar una imagen de la mujer empoderada que puede hablar de lo que quiera sin miedo a que nadie la critique.
Schumer saltó a la fama por sus monólogos irreverentes y por su propio show de televisión, Inside Amy Schumer, en el que con pequeñas píldoras cómicas diseccionaba a la mujer moderna. Sus problemas, ansias, filias y fobias a golpe de humor sin pelos en la lengua. Era cuestión de tiempo que el cine pusiera los ojos en ella. El primero que lo vio claro fue Judd Appatow. El especialista en mezclar humor soez con inteligencia en filmes como Virgen a los 40 ya se había dado cuenta de que las mujeres necesitaban ejemplos reales en los que verse reflejadas. Como productor había encontrado la clave en la serie Girls, con la que descubrió a Lena Dunham al mundo, y en cine fue el responsable de sacar adelante La boda de mi mejor amiga, una de las mejores comedias de los últimos años y el filme que puso a otras dos cómicas -Kristen Wiig y Melissa McCarthy- en el radar de Hollywood.
Fue él mismo el que dirigió un guion de Amy Schumer y dejó que ella lo protagonizara. Y de repente tú sorprendió a todos por su frescura, su desvergüenza y por mostrar a una mujer que fumaba porros, bebía y se acostaba con quién le daba la gana. Era la prolongación del show de la cómica en pantalla grande. La taquilla se rindió a sus pies y descubrieron a un fenómeno que este viernes estrena Descontroladas junto a Goldie Hawn. El resultado no ha estado a la altura de las expectativas en su estreno en EEUU, pero ha confirmado que es una estrella capaz de protagonizar y escribir proyectos de envergadura y escandalizar a los más conservadores con portadas en revistas en las que hace una felación a un sable láser o se hace pasar por la Princesa Leia para hacer un trío junto a R2D2 o C3PO.
Su posición le ha permitido alzarse en icono feminista y publicar un libro de memorias -La chica con el tatuaje en la parte baja de la espalda, en clara referencia a la saga Millenium- en el que habla sin tapujos de sexo, de violación o de feminismo. Schumer perdió la virginidad a los 17 años al ser forzada por su novio, que abusó de ella mientras estaba dormida después de una borrachera, pero sólo ella es capaz de pocas páginas después desengrasar para hablar con su vagina en un diálogo delirante en el que habla de todos los visitantes que ha tenido.
Lejos de esconderlo y hacer un tabú, Schumer se atreve en su serie a hacer bromas sobre la cultura de la violación y cómo está hasta permitido en ciertos círculos. En uno de sus gags más brillantes un entrenador de fútbol americano llega a un pueblecito y les enseña sus nuevas normas. La tercera está clara: Prohibido violar. Los jóvenes se rebelan. “Entrenador, pero jugamos al fútbol”, “¿Y si es Halloween y va vestida de gatita sexy?” o “¿y si ella piensa que es violación pero yo no?”, son las frases con las que intentan justificar un comportamiento que para ellos no es reprobable. Humor que derriba la frontera de lo políticamente correcto, como el que realizó sobre el juicio de Bill Cosby o sobre la edad de las actrices de Hollywood, que celebran su “último día follable” en el que dejan de ser atractivas para los productores y empiezan a “contratarte para hacer de pareja de Jack Nicholson”. Un torbellino cómico, tan necesario como incontrolable y una de las mujeres imprescindibles para el futuro de Hollywood.
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