“¿Sabes quién pondría bien todo esto ordenadito, así sobre la mesa? La Guardia Civil”, le dice un etarra al otro, mientras colocan las armas que van a entregar a los verificadores internacionales, ante las cámaras de la BBC. “Ya te digo, tío. Serán el cuerpo opresor, pero presentando las pruebas son los mejores. Todo por tamaña y colores...”, le responde el compañero terrorista, de negro y con el pasamontañas. El anagrama de ETA está sobre la mesa y les vemos tratando de darle solemnidad al acto más ridículo del desarme de la banda terrorista. Borja Cobeaga (San Sebastián, 1977) y Diego San José (Irún, 1978) imaginaron en Vaya semanita (ETB2) la escena y contaron un chiste al hilo de la actualidad.
Porque no esperan. Muchos piensan que van demasiado rápido, que hay que dejar pasar más tiempo, que primero debe haber autocrítica, perdones y asumir los daños. Y que, luego, ya si eso, el humor. A unos días de la presentación de su nueva película, como guionistas y directores, Fe de etarras son noticia por la campaña de publicidad de Netflix en San Sebastián. Una asociación de la Guardia Civil la denunció a la Fiscalía y esta lo ha admitido a trámite: van a investigar si es ofensiva para las víctimas del terrorismo.
La campaña de publicidad que ha levantado ampollas no es, en realidad, tan brillante como "Blanca Navidad", de Narcos, pero al director le parece que está en consonancia con la película. Impacto y rotundidad. La película escocerá tanto como la campaña. Pero es algo a lo que Borja está acostumbrado: rodar en Euskadi, entre las miradas y el desaire de la gente que no está conforme con lo que hace, no es sencillo.
Una pareja de lujo
Los dos han trabajado juntos como guionistas y directores a reírse de ETA y de España, de sus silencios y de sus miedos, de la presión y de la represión, de los consensos. Así, 14 años. De Vaya semanita a Ocho apellidos vascos (2015), pasando por Negociador (2014), sin paños calientes. Humor pese a todo.
“Lo que más me sorprende es que las críticas y el malestar sucede cuando ETA ya no mata. Nosotros hacíamos chistes cuando ETA estaba en activo”, explica Cobeaga a este periódico a pocos días del estreno de Fe de erratas, el 12 de octubre para más inri. Armados con la carcajada, apuntan donde más duele y son conscientes de que pueden tocar la moral de víctimas, verdugos y mirones. Pero eso no les ha frenado para hacer chufla con el ambientazo de las herriko tabernas.
La crítica sadomaso
Recuerda que al programa Vaya semanita se le consideró una “experiencia catártica”, que ayudaba a superar el dolor del terrorismo. “Era un ejercicio sano para salir adelante de este horror”. Por eso le llama tanto la atención que, seis años después de que ETA declarase el alto el fuego, la sociedad se rasgue las vestiduras. “Es absurdo. Euskadi hoy no tiene nada que ver con Euskadi de hace diez años. Ya no vive en la violencia, las cosas se están superando. Que pase esto ahora es un ejercicio de sadomasoquismo”, cuenta.
Ahora entramos en un bosque. Aparece un presentador que se dirige a la cámara en un tono similar al de Félix Rodríguez de la Fuente: “Cada día desaparecen cientos de especies en nuestro planeta. Por eso, aquí, en Euskadi, hemos creado esta reserva natural, para preservar a una criatura que está a punto de extinguirse: el etarra”. Y aparecen dos encapuchados charlando entre los árboles. El presentador sigue: “Aquí nos encargamos de que los etarras pueden vivir sin molestar a nadie. Intentamos preservar su hábitat natural. ¡Mira! ¡Ya han hecho otra madriguera!”. Y abre un zulo.
Lo nuevo, lo viejo
En unos días presentan en el Festival de San Sebastián la película mencionada, Fe de etarras, “una comedia alocada”. Que está calentando las calles con una campaña de publicidad tan arriesgada como el largometraje. La estrenará Netflix -que la ha producido-, pero después del revuelo y las polémicas, quién sabe si, además, también lo harán en varios centenares de cine.
Juntos, Cobeaga y San José, son imbatibles. Levantan los felpudos del silencio para descubrir y denunciar la violencia cotidiana y la victoria del miedo. Fueron los primeros en romper con la complicidad de la sociedad vasca, con el miedo y con la gravedad de los hechos desde un canal mainstream, la ETB. Antes de ellos habían aparecido las novelas de Ramon Saizarbitoria (San Sebastián, 1944), pero con efecto muy limitado. Nunca antes se había encarado el conflicto desde el punto de vista del humor y con este descaro.
“Lo importante es el enfoque y el punto de vista. Mira los memes del hijo de la Tomasa, que aparecieron a los pocos días de los atentados de las Ramblas de Barcelona. Cuando los vi en las redes sociales me parecieron una gran victoria. No hay nada más humillante para el verdugo que ser capaz de reírte de quien te infunde miedo”, cuenta. No hay límites, a pesar de que señala la pederastia como el tema más delicado para hacer humor.
Reírse de los que matan
“Lo fundamental es el enfoque y lo principal es que las víctimas no sean el motivo de risa, sino los verdugos”. Aclarado. Eso sí, nunca vetar la risa. Mensaje de Cobeaga para los que se quejan de la risa como arma de combate: “No se le puede negar a nadie reírse del verdugo. Reírse de ellos es lo más liberador. Creer que uno no se puede reír de esas cosas es lo más rancio y falto de sensatez. De las situaciones dramáticas también sale humor”. Asegura que estuvo a punto de dedicarle Fe de Etarras al periodista Juan Cruz, que opinó que con los que causan dolor “no hay risa que valga”. Al final, cambió de idea.
Romper con la indiferencia es hablar de ello, es reírse. La educación política también nace de un chiste contra la violencia. La risa reduce, merma y achica. La risa acaba con los señores del silencio, carentes de imaginación y de valentía. Como escribió George Steiner: “Somos cómplices de lo que nos deja indiferentes”. Cobeaga y San José trabajan contra la indiferencia que se nutre de ese silencio y ayudan a construir una sociedad más cívica, más empática, menos miedosa. Han asumido el papel decisivo que tiene la cultura en la creación de la opinión pública y de la conciencia histórica del problema.
“No tenemos instinto de transgresión”, explica Cobeaga para aclarar que no es provocación lo que persiguen. Sólo quieren reír: “No necesitamos transgredir, necesitamos hacer humor. Vaya semanita se hizo por inconsciencia juvenil. Tratábamos lo que nos hacía gracia y estaba en nuestro entorno. Y ese ha sido así todo lo que hemos hecho. Nos es muy cercano porque somos de allí y nos hace mucha gracia”. No dan la espalda a la realidad ni al dolor ajeno. No son equidistantes. Así como Woody Allen habla de su experiencia con el psicoanálisis, ellos lo hacen de la kale borroka.