La Fiscalía de la Audiencia Nacional ha hablado, tal y como ha adelantado Carlota Guindal en EL ESPAÑOL: Netflix no quiere ofender, sólo promocionar su producto. No hay pecado en que la empresa haga lo que tiene que hacer para llegar al mayor número de clientes. La empresa ha tratado de difundir su mensaje, y colar en las conversaciones y en los titulares una película que sólo podrá verse en su plataforma. "El cartel anunciador de la película no puede catalogarse en ningún caso, objetivamente, como conducta especialmente perversa", concluye el teniente fiscal de la Audiencia Nacional, Miguel Ángel Carballo, sobre la denuncia presentada por la Unión de Guardias Civiles contra Netflix.
La multinacional del entretenimiento podrá seguir vendiendo su producto cultural como quiera, en el centro de San Sebastián o donde le parezca oportuno y pueda pagar. Porque el cartel no es un delito de humillación a las víctimas, según ha informado la Fiscalía. Fe de etarras, de Borja Cobeaga y Diego San José, es una parodia del terrorismo etarra y los anuncios para convertirlo en un éxito comercial están permitidos. Puede resultar “frívolo, banal o de mal gusto”, pero ser frívolo, banal o tener poco gusto no es un delito.
Libertad de promoción
"Yo soy español, español, español", con las palabras "español" tachadas no es delito de humillación a las víctimas, porque la empresa quiere promocionar, no ofender. Sin embargo, el fiscal reconoce que en el camino puede molestar “a determinadas personas o colectivos naturalmente sensibilizados con el terrorismo etarra”.
Entre los ofendidos se encuentra el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, que escribió a la vicepresidenta de Netflix para Europa, África y Oriente Próximo, María Ferreras, para pedirle que retirase el cartel. El ministro quiso aclarar en su carta que respeta la libertad de expresión, pero pidió a Netflix “responsabilidad social” y “tratamiento digno” a las víctimas del terrorismo. A Zoido no le convence la libertad con cómo promociona la empresa sus productos, porque “es una visión distorsionada y un relato equivocado del pasado”.
Zoido, en un amago de dictar cómo debe escribirse, filmarse y contarse el terrorismo de ETA, apuntaba en su carta que “es necesario contar una visión crítica del terrorismo y que se visibilice el daño que causa en una sociedad”. Es llamativo encontrarse a un ministro tratando de participar de la construcción cultural del relato de los años más crueles de la democracia española. Cobeaga y San José lo hacen -la visión crítica- desde hace 14 años, con el humor como punto de vista, sin inmiscuirse en otros terrenos que no sean los propios.
Ni sangre, ni nada
El fiscal ha determinado que la finalidad es únicamente promocionar el filme, como el cartel anunciador. Ni siquiera tachar la palabra “español” significa algo. En sí mismo, no es nada. Tampoco le parece grave el título de la película, porque “está lejos de cualquier posición favorable a la asesina organización terrorista”. Ni hay sangre chorreando sobre la palabra dichosa, ni la película es un documental. Y la expresión Fe de etarras no resulta "ofensiva a las víctimas sin perjuicio de la íntima convicción o sentimientos que pueda generar en determinadas personas".
La Fiscalía confirma que sin polémica, una marca está muerta. “Que la gente hable de las campañas es bueno para la marca, porque ayuda a expandir sus mensajes”, explicaba a este periódico Pablo Pérez, fundador de Bungalow25 Circus, otra de las agencias que más arriesgan en la creatividad. La provocación era una virtud del arte que ha copiado la publicidad para colarse en las conversaciones de la calle y multiplicar el efecto de su mensaje. “Los límites los marca cada marca”, añadía.
Netflix ha entrado muy fuerte en las casas de sus clientes españoles y sus campañas no conocen la censura. Sus operaciones son arriesgadas, pero muy productivas. El PP, la Guardia Civil, el ministro del Interior y la Fiscalía de la Audiencia Nacional están formando parte de las campañas más rentables de la historia de la publicidad en España.