Los cimientos de Hollywood se tambalean. El glamour, los focos y las alfombras rojas ya no brillan desde que uno de los mayores secretos de su industria ha salido a la luz. Los abusos sexuales de Harvey Weinstein eran un rumor a voces entre el sector, y han sido dos publicaciones de The New York Times y The New Yorker las que se han atrevido a denunciar las prácticas que realizaba uno de los mayores magnates de la industria.
“Sólo ha dos maneras de ganar un Oscar. Que Harvey Weinstein distribuya tu película o rezar mucho en la iglesia”. Lo decía Pedro Almodóvar, cuyos primeros éxitos en EEUU fueron de la mano del hombre en el que están puestas todas las miradas. A las primeras valientes que se atrevieron a denunciarlo -Ashley Judd, Asia Argento o Mira Sorvino- se han unido las voces más potentes de Hollywood. Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie o Jessica Chastain han declarado en varios medios o en sus propias redes sociales que esto tiene que acabar. Otros han ido un paso más allá y han confirmado lo que se sospechaba, que era algo más que un rumor. Chastain ha usado Twitter para explicar que a ella le advirtieron desde el principio y que nunca trabajó en un filme producido por él, y George Clooney y Kate Winslet han entonado el mea culpa por no haber dado crédito a esos comentarios.
Los abusos de Weinstein habían sido hasta objeto de mofa. Lo hizo Seth Macfarlane, cuando al anunciar las nominadas a Mejor actriz secundaria en los Oscar de 2013 dijo: “Enhorabuena, ya no tendréis que fingir más que os atrae Harvey Weinstein”. También Tina Fey en su serie 30 Rock escribió una broma sobre él. El personaje de Jenna Maroney aseguraba que había rechazado tres veces las proposiciones sexuales del magnate. Todo quedaba en el humor. Hasta ahora, cuando dos historias han sacado la basura de debajo de la alfombra.
El caso alcanzaba tal magnitud que han sido dos medios los que trabajaban paralelamente en el caso. The New York Times ganó la partida del tiempo y sacó su historia, firmada por dos mujeres Jodi Kantor y Megan Twohey, el fin de semana. The New Yorker les robó la repercusión cuando dos días después publicara una historia en la que se concretaban nombres de actrices, se describían sus actos y hasta se colgaba un audio en el que se oía a Harvey Weinstein describir sus prácticas habituales.
No es sólo equivocado: es peligroso. Envía un mensaje a las víctimas y a los agresores: vamos a mirar hacia otro lado
Detrás de esta historia se encontraba el periodista de investigación Ronan Farrow, que ha conseguido una exclusiva con la que él tiene un vínculo casi personal. Él es el hijo de la actriz Mia Farrow y Woody Allen, y la peor pesadilla del director desde hace años, cuando se ha convertido en el altavoz mediático de la familia contra el director para que la prensa no olvide el caso de abusos sexuales contra su hermana Dylan cuando esta tenía siete años.
Ronan explotó cuando el Festival de Cannes inauguró con la última película de su padre, Café Society, y nadie en la rueda de prensa preguntó por las acusaciones de abusos sexuales. Por ello denunció que tanto él como todos los periodistas que intentaron investigar el caso sufrieron un “brutal represión” por parte de los publicistas del realizador.
Consideraba que Cannes se equivocaba al elegir a una personalidad con una acusación tan grave en su espalda, y a Amazon por invertir dinero en él. Su carta acababa con un mensaje claro: “No es solo equivocado: es peligroso. Envía un mensaje a las víctimas y a los agresores: vamos a mirar hacia otro lado”.
Ha sido él el que no ha mirado al otro lado, y se ha convertido en el azote del machismo de Hollywood y de los abusos de un mafioso que pensaba que podía hacer lo que quisiera. Más de diez meses ha estado detrás de esta historia que completa a la de The New York Times. Farrow -que ofreció la investigación a la NBC y fue rechazada- explicaba en su medio que casi nadie quería hablar, y mucho menos permitir que se usaran sus nombres. “Weinstein y sus asociados llegaban a acuerdos de no divulgación, pagos y acuerdos legales para enterrar las historias”, continuaba.
Una de las que se atrevieron a dar la cara en el texto del hijo de Woody Allen fue Asia Argento, que confesó ante Farrow que no había hablado antes por miedo a que “Weinstein me machacara” como había hecho antes con otras muchas. El productor le practicó sexo oral de manera forzada. Otras dos mujeres más le acusan de violación. Cuatro más denuncian tocamientos. Y muchas de ellas lloraron en las entrevistas con el periodista recordando como Weinstein se masturbaba delante de ellas.
Para Farrow una de las cosas que más le ha llamado la atención es “la cultura del silencio”, algo que también ha denunciado siempre en el caso contra su padre. Muchos sabían, todos callaban y Hollywood miraba para otro lado para no tener que actuar. En el caso de Weinstein 16 asistentes y ejecutivos han denunciado esa pasividad en la compañía a pesar de que casi todos habían sido testigos de “una conducta inapropiada”. Ese silencio se ha acabado. El hijo de Woody Allen ha abierto la veda y esto sólo acaba de comenzar.