La caja de Pandora de Hollywood se ha abierto. La basura ha terminado por salirse de debajo de la alfombra y ha manchado a todos. Los abusos de Harvey Weinstein a decenas de mujeres durante años han dejado en evidencia a una industria machista y que miraba hacia otro lado. Un lugar donde los abusos de poder eran parte del juego y aquellas que se atrevían a denunciarlo eran silenciadas o destruidas.
El productor y descubridor de Soderbergh o Tarantino no es el único. Hollywood lleva a sus espaldas una larga tradición de abusos, acosos y tratos vejatorios a sus actrices por parte de magnates y directores que pensaban que estaban por encima del bien y del mal. El resto dejaban su conciencia tranquila pensando que eran sólo rumores. Pero algo olía a podrido cuando humoristas como Seth Macfarlane o Tina Fey hacían gags sobre ello.
Una de las primeras en tener el valor de decirlo en público fue Tippi Hedren, que siempre mostró su rechazo a Alfred Hitchcock tras sufrir la ira del realizador en Los pájaros y Marnie la ladrona. En sus memorias contó el comportamiento acosador que tuvo, sus amenazas y chantajes, y ahora la madre de Melanie Griffith también ha sido una de las que ha condenado los actos de Weinstein dejando claro que “no hay nada nuevo” y que “no ocurre sólo en la industria del entretenimiento. “Lidié con el abuso sexual toda mi vida durante mi época como actriz y modelo. Hitchcock no fue el primero, pero no iba a permitirlo nunca más, así que simplemente me marché y no miré atrás. Hitch me dijo que me arruinaría la vida, y yo le dije que hiciera lo que tuviera que hacer. Han pasado 50 años, pero es el momento de que las mujeres nos levantemos como está pasando ahora con el caso Weinstein”, ha dicho en un comunicado.
El Hollywood clásico fue nicho de abusos a varias de sus estrellas, que tuvieron que esperar décadas para poder comentarlo. Las presiones y la poca conciencia social hacia el problema hacían que lo guardaran en secreo. Es lo que hizo Joan Collins hasta que en sus memorias reconoció que perdió el papel de Cleopatra por no querer acostarse con el realizador. Fue para Elizabeth Taylor.
También lo reconoció en su biografía Shirley Temple, que con 12 años vivió como un productor de la Metro se bajó la cremallera de sus pantalones para enseñarle sus genitales en 1940. Ella recuerda su extrañeza y su risa nerviosa y cómo él la echó de su oficina. También siendo una niña Judy Garland tuvo proposiciones sexuales de dos magnates del mismo estudio. No pasaría de los 20 según Gerald Clarke, que escribió sus memorias. Uno de ellos fue Louis B. Mayer, uno de los fundadores de la mítica casa. “Canta desde el corazón”, le dijo mientras ponía su mano en el pecho de la actriz según Clarke.
El caso de Roman Polanski fue un pequeño punto de inflexión. Mostraba que nadie, ni el director del momento, era impune. Fue declarado culpable de violar a una aspirante a actriz de tan sólo 13 años. Polanski dio a Samantha Geimer alcohol y sedantes y tuvo relaciones no consentidas. El realizador huyó de EEUU antes de ser detenido y no puede poner pie en suelo americano, si lo hiciera sería detenido. A pesar de haber pedido perdón varias ocasiones, nuevos casos de abusos sexuales han salido a la luz contra el realizador.
El año pasado fue Bill Cosby el que dejó temblando a la industria. Detrás del héroe televisivo de toda una generación se escondía un depredador sexual que drogaba y violaba a sus víctimas. La portada de The New Yorker, con las 35 mujeres que le acusaban sentadas, mostraba una realidad espeluznante. Parecía que a partir de ese momento ya nadie callaría, y estos abusos tenían que ser denunciados para que dejaran de ocurrir, para que Hollywood no se sintiera por encima de la ley.
Ahora ha llegado Harvey Weinstein para demostrar que la mierda sigue sin salir, que la cultura del silencio ha hecho mucho daño, y que todavía muchos directores mostrarán su apoyo a un delincuente como él. Uno de ellos el propio Woody Allen, que fue acusado por su hijastra por haber abusado de ella, y que a pesar de ello ha preferido mostrarse condescendiente con el productor diciendo que no quiere “que esto conduzca a un ambiente de caza de brujas donde cada tipo en una oficina que le guiñe el ojo a una mujer de repente tenga que llamar a su abogado para defenderse”.