Ai Weiwei se ve a sí mismo como una especie de Tintín. Un joven reportero que viaja con su cámara por todo el mundo encontrándose con la realidad de su país. El artista chino cambia la Leika del personaje de Hergé por su iPhone 8 y se planta en Lesbos, en Gaza o en Siria para retratar lo que ocurre con los refugiados en todo el mundo. La comparación de Weiwei con Tintín la hace él mismo cuando le preguntan por qué él se convierte en el principal protagonista de su documental Human Flow, un retrato que pretende dignificar la figura del refugiado y sacar los colores a las autoridades, misión que consigue a medias por el ego del director y creador omnipotente que no se corta en hacerse selfies con ellos o incluso ofrecerle “su estudio en Berlín”.
Por ello Weiwei ha asegurado en la Seminci de Valladolid, donde la película compite en la Sección Oficial, que él no ha querido ponerse por encima de la historia y del conflicto, “eso sería una interpretación equivocada”. “No sé si veríais Tintín, pero a mí me gustaría ser ese niño que recorre el mundo. Mi presencia en el documental es para diferenciarme de, por ejemplo, la prensa de EEUU, que cuando habla de los refugiados lo hacen como si fueran los dueños del mundo. Nosotros, cada uno de nosotros, tenemos que participar en el destino del mundo que copartimos. Con mi presencia planteo una postura, una actitud, pero no me siento superior a ellos, me siento uno de ellos”, ha explicado Ai Weiwei.
Mi presencia en el documental es para diferenciarme de, por ejemplo, la prensa de EEUU, que cuando habla de los refugiados lo hacen como si fueran los dueños del mundo.
Se siente uno de ellos, porque en parte lo es. Fue preso político de adulto por su posicionamiento político contra el gobierno chino, pero antes vivió en una gruta tapándose con hierbas siendo sólo un niño, ya que su padre también vivió la represión de las autoridades. “Nací en 1957, y ese año mi padre fue enviado a la parte rural de China para trabajar limpiando lavabos, en muy malas condiciones. Estuvimos así cinco años, y fuimos ignorados por el sistema por tener otras opiniones políticas y culturales, así que yo me veo en los refugiados, sobre todo en los niños. Hay una cosa que une a todos y es el deseo de vivir, la esperanza de encontrar un trabajo, de dar una educación a sus hijos, la valentía para aguantar el día a a día”, ha recordado el artista.
Arte y compromiso
Desde hace años el problema de los refugiados ha centrado su arte. Sus instalaciones se ha llenado de chalecos salvavidas de gente que ha muerto en el mar, y ahora ha dado un paso adelante en ese compromiso con Human Flow, que no se centra sólo en la crisis en Siria, sino que recorre todo el mundo para mostrar que esto es un problema de todos y que sólo con el compromiso de todos, especialmente de los artistas, se puede solucionar.
“Esto es una crisis humanitaria. Cuando vemos en el telediario este problema, o en las redes sociales, mis amigos me dicen que la política es para los demás, que a nosotros no nos afecta, y entonces nos salimos y miramos como espectadores, pero la política afecta a todo el mundo, y el arte tiene que estar vinculado con la política, tiene que ser político, porque sin ese vínculo el arte sería superficial. Ese arte que refleja el derecho humano es una base importante para un país democrático”.
El arte tiene que ser político, porque sin ese vínculo el arte sería superficial. Ese arte que refleja el derecho humano es una base importante para un país democrático
En Human Flow también se da voz a representantes de ONGs y gobiernos como el griego, cuyo primer ministro dice sin anestesia que “o apostamos por los derechos humanos o seremos un continente xenófobo”, algo que Ai Weiwei comparte. “Las instituciones internacionales no han hecho lo suficiente, lo que pasa en Birmania es como un genocidio, y en torno a este problema los países como EEUU o China no están desempeñando su papel, tienen que estar avergonzados de lo que pasa. Si no lo solucionamos vamos a dejar el mundo en un estado caótico”, ha añadido y apoyado la política de países como Grecia, unas medidas que “tienen que ser el ejemplo a seguir, todas las personas tienen sus derechos, y mientras no cumplamos con estos requisitos la democracia es una mentira”.
Por ello Ai Weiwei no va a callar, y pide a la gente que haga lo mismo, que griten por justicia. “El silencio de los refugiados humilla a aquellos que tenemos voz, eso es lo que debemos hacer, alzar la voz para que todos los países actúen y solucionen este problema. Es un grito a los responsables, porque el mundo está gestionado por gobiernos que sólo miran sus intereses económicos. El mundo será cada vez más corrupto si no hacemos nada por los refugiados”, ha zanjado en una rueda de prensa abarrotada para escuchar al artista que ha entrevistado a más de 600 personas en 400 campamentos de refugiados de 23 países para mostrar que esta marea humana no parará mientras no demos un golpe en la mesa y comience la política en primera persona.
Preguntado por EL ESPAÑOL sobre la situación en Cataluña, el artista ha comentado que "Europa debe defender las distintas identidades y las distintas lenguas" y que el problema se solucionará "con diálogo y no con represión", porque, de lo contrario, "volverá más fuerte".