Viendo la normalidad con la que llega a nuestras pantallas la nueva película dirigida e interpretada por Kenneth Branagh, Asesinato en el Orient Express, en la que encarna a Hercule Poirot, el famoso detective creado por Agatha Christie, y con la que remeda la setentera de Sidney Lumet incluso en su estelar reparto (con estrellas como Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Daisy Ridley, Willem Dafoe, e incluso nuestra Penélope Cruz), resulta extraño pensar que que hubo un tiempo en que a Branagh lo comparaban con los mismísimos Orson Welles o Laurence Olivier.
Hay que reconocer que alguna similitud sí que tenía. Nacido en 1960 en Belfast (Irlanda del Norte, Reino Unido) en el seno de una familia obrera, siendo aún un niño su familia se trasladó a Reading (Inglaterra), huyendo de los violentos enfrentamientos entre republicanos y unionistas. Su marcado acento irlandés le ocasionó problemas con sus compañeros en la escuela, lo que le llevó a obligarse a hablar como un perfecto inglés. Sin embargo, y a pesar de ser considerado durante años como poco menos el representante oficial de Shakespeare en nuestros días, él siempre ha confesado seguir sintiéndose, por encima de todo, irlandés.
A los quince años vio a Derek Jacobi (con quien luego contaría en varias de sus producciones teatrales y cinematográficas) interpretando a Hamlet, y fue entonces cuando se dio cuenta de que quería ser actor. Acabó entrando en la Royal Shakespeare Company, donde con 23 años deslumbró en la obra Enrique V. Sin embargo, pronto le pareció que la insigne institución estaba anticuada y anquilosada y, junto a su socio David Parfitt, fundó la compañía Renaissance, que logró sus primeros éxitos al renovar la mirada sobre las obras del bardo.
Bautizado por la prensa como el nuevo Olivier (no sólo por su calidad, sino también maliciosamente por su megalomanía), en 1989 estrenó la versión cinematográfica de Enrique V, un sorprendente éxito que incluso le colocó a las puertas del Oscar (ha sido la primera persona en ser nominada a lo largo de su carrera en cinco categorías diferentes: director, actor principal, secundario, guionista y cortometraje) y que desató la shakespearemanía en Hollywood. De hecho, él firmaría varias adaptaciones más, incluido un monumental Hamlet (1996) de cuatro horas de duración, que era la primera vez que se llevaba íntegramente a la pantalla, y que nada modestamente era titulada en los carteles como Hamlet, de Kenneth Branagh.
Mientras estuvo casado con la actriz Emma Thompson (1989-1995), ambos ejercieron como la verdadera pareja real de la escena británica. Entre los varios títulos que compartieron destaca Morir todavía (1991), donde Branagh buscaba homenajear al cine negro de Orson Welles. En Los amigos de Peter (1992), por su parte, firmó un manifiesto generacional donde ambos aparecían junto a sus compañeros de fatigas Hugh Laurie, Stephen Fry o Imelda Staunton.
Sin embargo, su estrella comenzó a declinar con su primera superproducción, Frankenstein de Mary Shelley (1994), una cinta que hasta en el título buscaba repetir el éxito cosechado por Coppola con su Drácula de Bram Stoker (1992). La cinta pretendía ser la primera versión fiel de la novela, pero el batacazo crítico y de taquilla le desahució de su condición de hijo predilecto de la industria. Además, su romance con Helena Bonham Carter precipitó su divorcio de Thompson.
Branagh ya no volvió a ser el que era para Hollywood, y su estatus retornó a niveles más terrenales. Logró acceder a la saga Harry Potter con un papel secundario, y como actor volvió a conocer el éxito, si bien menor, en televisión, donde ha interpretado a Reinhard Heydrich en La solución final (Frank Pierson, 2001) y, desde el 2008, al carismático inspector Kurt Wallander en las adaptaciones de las novelas de Henning Mankell de la BBC. Paralelamente, ha seguido frecuentando los escenarios, últimamente con su compañía Kenneth Branagh Theatre.
Su retorno a los grandes presupuestos llegó de la mano de propuestas de menor prestigio artístico, como el primer Thor (2011) o la Cenicienta en imagen real de la Disney (2015). Aunque no tanto como Jack Ryan: operación sombra (2014), donde se adentraba en el mundo de los best sellers de Tom Clancy.
Sin embargo, la sombra de Laurence Olivier sigue ahí, alargada: no sólo firmó un remake de La huella (2007), película originalmente protagonizada por él, sino que llegó a interpretarle en Mi semana con Marilyn (Simon Curtis, 2011), papel por el que fue de nuevo nominado al Oscar. También ha sido nombrado caballero, como Olivier. Eso sí, siempre que se le pregunta por su aparente obsesión por el protagonista de Rebeca, él lo niega: “hey, yo no voy diciendo por ahí que sea el nuevo Olivier”.