Si estamos en diciembre, toca Star Wars. Desde que en 2015 el esperado estreno del Episodio VII. El despertar de la fuerza fulminara todos los récords convirtiéndose en la cinta que había tardado menos tiempo en recaudar mil millones de dólares en todo el mundo, pasar por taquilla para ver la nueva entrega de la saga espacial se ha convertido en un gasto casi tan inevitable como el de la lotería. Y la joven actriz inglesa Daisy Ridley (Westminster, 1992), con un exiguo currículo antes de esta cinta, que tuvo que participar en varias audiciones y que fue una apuesta personal de JJ Abrams, el ideólogo tras esta nueva etapa, es en gran parte el rostro de ese éxito.
Corrían nuevos tiempos, eso estaba claro, y tocaba renovar y ampliar la base de una saga que corría peligro de quedarse limitada a los seguidores más acérrimos tras la segunda trilogía firmada por George Lucas, que parecía un dinosaurio encaminándose hacia la extinción. La apuesta de Abrams fue, por un lado, volver al espíritu original. Pero, por otro, buscar a un público más joven que, en muchos casos, se asomaría por primera vez al mundo de las luchas entre los lados oscuro y luminoso de la Fuerza. Y además, se buscó otro objetivo: involucrar al público femenino. Ridley, un rostro joven y desconocido, con el que muchas chicas podrían identificarse, y que encarnó a la perfección un personaje capaz de tomar decisiones por sí misma, audaz e independiente, fue el arco central sobre el que se construyó todo lo demás.
La audacia de la decisión dio sus frutos. Hace tiempo que el mundo friki ha dejado de ser eso que en muchas ocasiones se ve de modo paródico como el refugio de jóvenes granujientos que no tienen novia. Hoy basta con acercarse a cualquier convención especializada para ver que el número de mujeres que participan es muy alto, y que suelen involucrarse en mayor medida que sus compañeros masculinos. Y en cuanto al segundo tópico, hay muchos frikis de primera hora que han formado familia y han trasladado (o lo intentan) sus aficiones a sus hijos.
Aun así, la inercia de la costumbre sigue pesando, y mucho. La primera oleada de merchandising dejó fuera, sorprendentemente, a la protagonista. Pasaron varios meses antes de que las jugueteras reaccionaran al aluvión de peticiones de los fans y sacaran las primeras figuras de Rey, el personaje de Ridley. Algo que, por otro lado, sigue siendo desgraciadamente constante en el género: la integrante de Los Vengadores, la Viuda Negra, interpretada por Scarlett Johansson en el cine, tiene una presencia mucho menor en el merchandising que el resto de sus compañeros de andanzas.
Ni siquiera un megaéxito como el de Wonder Woman tuvo una respuesta proporcional por parte de la industria juguetera. Y si a eso sumamos la campaña iniciada en change.org, y acompañada por miles de firmas en tiempo récord, para exigir que el personaje del Doctor de la serie Doctor Who vuelva a ser un hombre, cuando ni siquiera se ha estrenado la temporada en la que la actriz Jodie Whittaker será la primera Doctora, también es una señal de que hay concepciones viejas y rancias que aún no han entendido que el mundo ha cambiado.
El problema fue que cuando el año pasado se estrenó Rogue One (Gareth Edwards), un spin off que, sorprendentemente, parecía por momentos un remake del Episodio VII (que a su vez era, para muchos, remake encubierto de la cinta original de Lucas de 1977), ésta incluía otra audaz y heroica protagonista femenina (en este caso, Felicity Jones como Jyn Erso). El resultado final hacía sospechar que la apuesta, en realidad, era la aplicación de una fórmula, como si incluir a una mujer se convirtiera en algo impuesto por la mercadotecnia, como la introducción de un nuevo bicho o robot (ahora nos vienen los porgs, que con una aparición de una décima de segundo en el tráiler ya han arrasado en los pedidos navideños).
El inminente estreno del Episodio VIII. Los últimos jedi (Rian Johnson) permitirá saber si existe una convicción real entre los ejecutivos de la Disney (y ejecutivas, ahí está la veterana Kathleen Kennedy al frente de Lucasfilm, el estudio original de la saga) de la necesidad de mostrar roles femeninos, o si se trata de un frío cálculo de marketing, otra muestra más de la capacidad de Hollywood para desactivar las demandas sociales convirtiéndolas en meras cuotas y poses. Ridley, una estrella atípica que siente aversión a las redes sociales y a la que el asistente personal que le puso el estudio le duró sólo un día porque le parecía absurdo no poder siquiera pedir un taxi por ella misma, parece dispuesta a que sea lo primero. Pronto saldremos de dudas.